IV

256 50 14
                                    

Sin embargo, no todo puede ser color rosa ¿verdad? A veces el destino puede ser tan hijo de puta que, sin duda, hay que tenerle cierto miedo o precaución.

A los cinco años de casados, entre MinSeok y JongDae nada había cambiado. Seguían viéndose con los mismos ojos brillantes, seguían dedicándose la misma sonrisa que en ocasiones se intesificaba y seguían amándose como nunca antes lo habían hecho. Todo bien hasta que una desgracia ocurrió.

Los últimos meses JongDae estaba experimentando unos fuertes dolores de cabeza, se despertaba en las noches de exabrupto con ganas de vomitar y a veces perdía el hilo de la situación, la visión por cortos periodos de tiempo o el conocimiento de algunos objetos. Se sentía cansado, mareado, completamente desorientado y fuera de sí.

— ¿Seguro estarás bien? —Dice MinSeok, frunciendo el ceño por la preocupación—. Si quieres salgo del trabajo más temprano para cuidarte.

JongDae niega suavemente y sonríe.

—No te preocupes, estaré bien. Más tarde iré al hospital, seguramente es algún virus que tomé en nuestro último viaje.

El rubio asiente y atrae al contrario para besarlo lentamente, saboreando con cuidado aquellos labios que ya se sabía de memoria y de los que se había vuelto un completo adicto.

—Está bien, me dices como te fue.

Pero lo que MinSeok no sabía es que quizá, tan solo quizá, JongDae no estaba del todo bien como juraba creer.

Estrella fugaz [XiuChen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora