Capítulo 6.

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La casa sólo constaba de dos pisos, y tampoco era tan grande como en CSI. Al contrario, era una vivienda normal, como si un criminal no viviese ahí. 
Harry me llevó a empujones hacia una habitación de color terracota, con una cama enorme y varias maletas de color negro tiradas en el suelo de madera. Las esposas me habían lastimado tanto las manos, que un poco de sangre me había manchado la camiseta, pero claro, ¿a quién le importaba eso?
El asesino me tiró al suelo de un empujón. Aterricé bruscamente, amortiguando la caída con mis manos, y al inclinarlas, sentí otro corte en la misma herida por parte de las esposas, quedando de rodillas ante él.
-Siento tener que tratarte así, nena –musitó.
-Ugh –musité, sentándome en el suelo. Harry se dirigió hacia una pequeña mesa que se encontraba en la habitación, encima de la cual había varios vasos y una gran botella de licor que ahora estaba por la mitad. Suspiré y desvié la vista hacia mis manos, rodando un poco las esposas hacia atrás, para observarme los cortes. No se veían bien, y hasta a mí misma me dio un tanto asco al ver aquella herida tan viva. Procuré no verla más, pero cada minuto me encontraba revisándola para asegurarme de que no tenía tierra o algo por el estilo. Me ardía demasiado, mierda.
-¿Cuándo voy a irme a casa? –pregunté en un hilo de voz. Harry volvió su vista hacia mí con el vaso de licor en la mano. Ese chico tomaba hasta por los oídos.
-Tengo que arreglar unos asuntos. Quizá mañana.
-¿Quizá? –arqueé las cejas.
-Bueno, nena, esto no depende de ti, y tampoco puedes cambiar nada. Así que cierra la puta boca.
Me sobresalté, para que luego las mejillas me ardiesen de la rabia. Sí que me hubiera gustado levantarme de ahí y propinarle una patada en el culo a ese imbécil. Y lo hubiera hecho… Si mi vida no dependiese de mi comportamiento. No olvidaba que todavía tenía esa pistola en su pantalón, y que había comprobado con mis propios ojos que sí era capaz de matar a alguien. Una muerte cruda y fría. Nadie podía quitarme el miedo que sentía.
-Harry –lo llamé.
-¿Ahora qué? –se volvió hacia mí.
-Necesito ir al baño –me quejé.
-¿Disculpa? –se rió, burlón.
-¿Qué te da tanta risa?
-Te secuestro, te traigo hasta aquí, y lo único que piensas es en tus necesidades… ¿del baño? –explotó en risa.

Es insoportable.

-Ajá –rodé los ojos.
-Ya sabes cuánto me molesta que ruedes los ojos –gruñó.
-No, dijiste que te molesta que frunza el seño –repliqué. Tiró el vaso al suelo, el cual propinó un estruendo contra la madera y esparció vidrios y hielo por casi la totalidad del piso de la habitación. Apreté los párpados debido al impacto, cubriéndome el rostro con las manos. Harry me asustaba, tenía serios problemas de ira y una bipolaridad prominente.
Caminó hacia mí bufando, me aterré en cuanto dio el primer paso fuera de su lugar, y entonces supe que estaba muerta.
Tomó mi barbilla entre sus dos dedos, obligándome a mirarlo a los ojos. Su mirada era profunda y oscura, llena de rabia y prepotencia. Sus ojos de esmeralda líquida eran intensos, y parecían haberse cristalizado de repente.
-Escúchame bien, perra –habló mientras resoplaba por la nariz, con furia, enviándome pequeñas corrientes de aire al rostro, salientes de su misma brusca respiración -. Te dije que tuvieras cuidado con lo que dices, y no pareces estar contribuyendo. 
Hizo una pausa, para verificar que lo estaba escuchando. Me quedé atónita.
-Como vuelvas a hacer algún gesto grosero, o a preguntar alguna otra gilipollez, te mato.
Tragué saliva, mientras temblaba del susto. Las dos últimas palabras habían sonado en mi mente tan fuerte como un Gong, haciendo eco y desvaneciéndose poco a poco. 
-¿Entendido? –se acercó más a mí, mientras me apretaba más la mandíbula. Asentí, con las lágrimas cristalizándome los ojos. Me soltó la barbilla, todavía seguía observándome con la mandíbula tensa y apretada, intimidándome, helándome de miedo. 
Deslizó su mano por mi muslo izquierdo, y la introdujo en mi bolsillo, de donde sacó mi teléfono celular y se lo guardó en uno de los bolsillos de su chaqueta. Me tiró del brazo, y me llevó a empujones hacia otra puerta blanca, la cual conducía hacia un pequeño cuarto de cerámicas estampadas. ¡El baño! ¡Al fin! Entré rápidamente, porque no quería que me empujara de nuevo, y él cerró la puerta detrás de mí.
-Avísame cuando estés lista –dijo fuera. Suspiré.


-Harry-: 

Vale, no podía negar que Skylar era un dolor en el culo. Pero, siendo una mujer, tendría que haberla tratado con un poco más de delicadeza, aunque no pudiera, podía intentarlo. Pero ¿cuándo has visto a un asesino tratar bien a sus víctimas? No iba a matarla, por supuesto, pero sus preguntas estúpidas y su insoportable ingenuidad me hacían querer hacerlo de verdad, aunque no dudo que me temblaría demasiado el pulso y terminaría dejándola libre.
Cuando al fin logré que se durmiera al diluirle calmantes en el agua, bajé las escaleras hacia la sala de la casa. Me esperaban Matt y John con armas en las manos.
-¿Y bien?
-Terminamos con ellos, pero tres escaparon –habló John.
-¿Quiénes? –pregunté, con la guardia alta.
-El gordinflón y los dos que nos esperaban en la entrada –contestó Matt, depositando su arma en el mueble de color negro.
-Bien –una curvatura pobló mis labios -. Nos encargaremos de ellos luego. Necesito que estén vivos por ahora.
-¿Por qué? –soltó John, con tono retador. A ese cabrón le fascinaba jugar al papel de jefe, cuando sabía que estaba hablando con él mismo.
-Poseen información que nosotros no. Tuvieron a la chica primero, y eso les da ventaja… Además, me fascinan los juegos difíciles –solté una risa. 
-Éste no es un puto juego de niños. Nos vas a hundir si sigues “jugando” –replicó, alzándose. Lo ignoré por completo, y me dirigí hacia otra mesa en la sala, donde se encontraba una botella de Whisky esperándome. El estrés me hacía beber todos los días, a toda hora. Necesitaba otra copa de licor puro.
-¿Qué harás con la chica? –inquirió Matt, mientras se quitaba los zapatos. Tragué amargamente, mientras me acordaba de ella.
-La soltaré mañana –respondí.
-¿No ibas a matarla? –se sorprendió.
-Demasiado riesgo. Sabe demasiado, pero no podríamos hacerle daño, o terminaríamos muertos, o en la cárcel –respondí, mientras analizaba la situación.
-Harry, lo que dices es una locura –Matt se acercó a mí, con el índice levantado, en señal de alerta -. Si ella llegase a delatarnos con su padre, acabaríamos mucho peor.
-Tú hazme caso –le dije -. No he dicho que la quiero viva para siempre.
Curvé una sonrisa.

Lost |A Harry Styles fan fiction |BarbiieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora