Prólogo

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Por la carretera pasó un auto azul cargado con la familia perseguida por la oscuridad.

El padre iba al volante manejando a una gran velocidad mientras que su mujer iba en el asiento del acompañante mirando con preocupación a sus cinco hijas que ocupaban todo el asiento trasero de el auto.

-Augustus todo esto es mi culpa, lamento mucho que tengan que estar pasando por esto- dijo la mujer con sincera angustia.

-Tranquila mi amor te prometo que de alguna forma saldremos de esto, te lo prometo.

La rubia se largó a llorar descontroladamente mientras se lamentaba.

-Cassandra basta, escúchame ¿si? Nada va a pasarnos debes confiar. Nada de esto es tu culpa- intentaba calmarla su esposo.

-Mami ¿por qué lloras?- preguntó asustada la hija mayor.

-Tranquila Priscila, mami está un poco angustiada pero ya se le pasará- respondió automáticamente su padre.

Priscila de tan sólo 6 añitos se quedó quieta en su lugar, pero bastante preocupada por su madre. En ese momento una de sus hermanitas bebés empezó a llorar descontroladamente. Pri se levantó de su asiento y le puso nuevamente el chupete mientras la acariciaba un poco.

-Tranquila Agos, todo va a estar bien, no llores que vas a hacer que Marti se despierte- rogó Pri como si la bebé fuera a entenderla.

Observando a su hermana la niña se dió cuenta lo parecidas que eran las mellizas, Marti y Agos, sólo sabías cual era cual gracias a los tonos de su cabello; el de Agos era un dorado y el de Marti un marrón oscuro.

-CUIDADO AUGUSTUS- escuchó a su madre gritar.

Antes de que si quiera Priscila pudiera reaccionar su madre ya se había tirado al asiento trasero aplastandola un poco a ella y a sus cuatro hermanas; la niña notó que su mamá no dejaba de susurrar unas palabras en un idioma que ella no entendía, luego todo pasó muy rápido; una luz cegadora las envolvió y luego el golpe mortal de un auto chocando contra otro.

Lamentablemente el auto que peor salió parado fue el de brillante color azul con la numerosa familia.

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