Los barcos eran una cosa maravillosa. Asomarse al castillo de popa y olisquear el aire del mar. Recibir la luz dorada del sol sobre la piel y admirar los destellos que arrancaba de las crestas de las olas. Escuchar los relatos de los marineros borrachos después de cenar, reunidos todos juntos alrededor del suave calor de los farolillos. La magia de hacer cotidianas mis cosas preferidas en el universo.
Probablemente pasar la mayor parte del día haciendo inventario en la bodega de víveres, tener prohibido el acceso a los camarotes y cocinar cada día para una tripulación de treinta hombres adultos eran el contrapunto del karma. El castigo del mundo para que yo no disfrutase demasiado de un viaje de mes y medio que no había pagado. Mi abuelita lo habría llamado "una cochinada de la vida, pero qué se le va a hacer". Y habría tenido razón.
No había muchas formas de llegar de un punto A a un punto B si el segundo estaba en el Oeste, más allá del Mar Largo. De hecho estaba usando la única posible, un viaje en barco muy largo, muy caro y (después de un mes de balanceo constante) muy repetitivo. Cuando una persona necesitaba desplazarse con urgencia pero no tenía el dinero, trabajaba en el barco. Cuando yo me ofrecí a trabajar en el barco, aceptaron de inmediato. Cuando los marineros intentaron sobrepasar los límites de mi espacio personal, rompí tres narices y dos clavículas. No había vuelto a pasar nada desde entonces, y qué lástima.
Intenté contarle a Luna lo mucho que me aburría, lo terrible que había resultado un viaje que yo llevaba años soñando, pero no tenía forma de hacerlo. Nunca aparecía más que un par de horas al día, y pronto dejó de aparecer en absoluto.
Era lógico, teniendo en cuenta la reacción de los marineros al verla. Intentaron matarla, cocinarla o casarse con ella de forma bastante homogénea. Desde luego, no fue admitida como pasajera, pero no importaba mucho porque Luna podía volar.
- Hola.
Al oír su voz di un respingo, y aparté los ojos de la cubierta que estaba fregando. Delante de mí flotaba la sonrisa de Luna. Toda Luna, en realidad. Con la cabeza hacia abajo, los pies hacia arriba y la melena pelirroja colgando hasta tocar el suelo. Le di un golpecito en la rodilla con el palo de la fregona.
- Acabo de limpiar eso, te estás llenando el pelo de porquería viril.
- Bah. Ya ves cuánto me preocupa -respondió, cruzando las piernas en el aire sin darse la vuelta. Le sonreí. Estaba igualita que Peter Pan, con esa ropa verde que se cosía a juego con sus ojos.
- Porquería viril de marinero.
- Uuuuugh. Vale, me has convencido -rió, y yo también lo hice.
Le señalé un barril y flotó hacia él muy despacio, como si fuese una pluma mecida por la brisa. Se sentó sobre él sin tocarlo apenas.
Odiaba estar quieta, pero quería que yo supiese que iba a quedarse a charlar y sabía que le iba a hacer muchísimas preguntas. Tras una pausa breve, tomé aire y solté todo lo que llevaba días pensando.
- ¿Dónde has estado? Porque llevo casi tres semanas sin saber nada de ti. Y no es que quiera saberlo todo, pero alguna noticia de vez en cuando estaría bien. Porque podría haberte pasado algo y yo no me habría enterado. Y no sé. Me habría sentido fatal si lo último que oyeses de mí hubiese sido algo como "y bueno, el pescado de aquí huele muy mal" porque de todas formas todos los pescados huelen igual de mal y no es una gran noticia. Y no sé si eso es lo último que te dije, pero estoy segura de que lo mencioné y es patético. Y también sé que venir aquí pone en riesgo tu vida, y estoy muy enfadada porque también recuerdo decirte que te mantuvieses alejada, pero quizás una carta habría sido buena idea y en realidad es culpa mía porque no te pedí que mantuviésemos correspondencia, y no tienes responsabilidad alguna pero esto ha sido muy aburrido, y en el fondo estoy decepcionada porque fui yo la que quiso hacer esto, y no me puedo creer que el sueño de toda mi vida haya resultado... así.
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Para Luna
AdventureAnnalynne Dove era la luz de la aldea, el ojito derecho de sus padres, la dulce Galatea codiciada por todos los pastores solteros. Vivía su vida sencilla en una casita pintoresca, con lustrosas matas de hiedra trepando por las paredes encaladas, con...