Capítulo 2: Hola, y muchas gracias por todo.

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   Por fin, el momento de desembarcar. No había conseguido pegar ojo desde el primer "¡Tierra a la vista!", y llevaba horas sentada en mi camastro sin soltar el petate. Había rescatado mi mejor vestido de terciopelo verde y, tras pasar toda la mañana domándome los rizos, me había esforzado tanto por limpiar el colgante de Billy que me preocupaba rozarlo sin querer y dejarle huellas. Tenía ganas de escuchar su voz de nuevo. Y de ver a Luna. Y de dormir en una cama de verdad, con colchón, sábanas y una almohada limpia...

   Cerré los ojos e intenté concentrarme en bloquear cualquier sonido que no viniese del techo. Aunque no se me permitía estar en la cubierta durante las maniobras de atraque, la acústica de la bodega era estupenda. 

Los andares del capitán tenían una cadencia muy particular y, como siempre gritaba las órdenes por encima del hombro, justo después de sus pasos se escuchaban cuatro o cinco pares de pies correteando para cumplirlas.

   Mis propios pies estaban sudando a mares dentro de las botas de cuero menos maltrechas que tenía.

   - ¡Caballeros! ¡Una sonrisa para las damas!

   Le había escuchado decir esa frase en cada puerto. Me puse de pie, clavé las uñas en mi equipaje y conté hasta treinta.

   Uno. Dos. Tres. Cuatro...

   - Ya saben lo que hacer. El equipo de suministros, a suministrar. El equipo de alistamiento que consiga a un doctor que sustituya a Aubrey. Si pueden robar, roben. Si encuentran a una muchacha hermosa, destrocen su corazón. Tardaremos en volver. ¡Sean un buen ejemplo de mal ejemplo!

   Veinte, veintiuno...

   - Oficial, anote. Tomamos tierra exactamente a mediodía, tal y como se predijo. La moral está alta. ¡Todos abajo, el último tendrá que lavar las letrinas!

   Treinta. Mis botas se unieron a la estampida de los marineros y subí las escaleras más deprisa que nunca. El sol me cegó al salir a la cubierta, pero me aseguré de chocar con el capitán antes de llegar a la pasarela, y tuvo que agarrarse a un cabo suelto para no caer al agua.

   - Cualquiera diría que me deseas algún mal, Annalynne -dijo, con una sonrisa coqueta.

   - Señorita Dove para usted, señor Nightingale.

   Le oí reír a mi espalda mientras descendía por la precaria tabla, pero no me di la vuelta.

   - Ah, Dove y Nightingale. Habría sido tan bonito.

   Defintivamente no.

   El puerto, por supuesto, estaba todavía más abarrotado de lo que lo recordaba. Entre los puestos de venta de pescado, las mesas de los comerciantes de telas y las tres o cuatro casetas de banqueros y prestamistas hormigueaba la masa humana. Clientes, familias, paseantes... Pero, sobre todo, curiosos. Sin ser un barco especialmente grande o bonito, el Early Bird era tan célebre que tenía su propio club de fieles admiradores.

   ¿Cómo iba a encontrar a Billy y Luna en medio de todo aquello?

   El capitán Nightingale me apartó de su camino sin miramientos, y se lanzó sonriente a los brazos de una veintena de niñas chillonas que apenas rozaban la pubertad. Una de ellas me llamó la atención, una criatura morena y menuda que saltaba en la última fila con los ojos en blanco. Se estaba poniendo muy pálida, parecía a punto de...

   Apenas me había dado tiempo a procesarlo cuando perdió el conocimiento, y su cuerpo desapareció entre la marea de pies. 

   Los demás siguieron caminando hacia la taberna sin percatarse de su ausencia, disfrutando de un puñado de mentiras de marinero cortesía del capitán. Dudé unos instantes sobre lo que debía hacer en una situación tan repentina, debatiéndome entre lo que era correcto y mi urgencia por encontrarme con mis amigos.

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⏰ Última actualización: Oct 18, 2016 ⏰

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