Capitulo 2

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¿No quieres encadenarme también? — Bramó ella, ya estaba consciente.

Lo primero que vio Rachel al despertar fue un enorme espejo frente a ella, se percató de que ya no estaba con la misma ropa, sino más bien con un vestido de esos para dormir de la moda antigua. Se paró y camino hacía la ventana, era de mañana; la vista era hermosa, esa misma vista dejaba ver cuán lejos se encontraba de la prisión donde estaban los chicos, el ingreso ni siquiera lo podía ver desde su ventana, solo podía ver muros.

Fue entonces cuando Klauss ingresó creyendo que ahora, luego de un buen descanso, su hija estaría más dispuesta a entablar una conversación racional. Definitivamente no fue el caso, Rachel se lanzó al ataque ni bien lo vio dentro de la habitación.

— Ann — Intentó él con toda la serenidad expuesta en su voz. Firme.

Ella respiraba entrecortadamente, con rabia ¿Cómo se atrevía a dormirla? ¡No era su juguete!

— Rachel. — Le corrigió aún colérica. — ¡Mi puto nombre es, Rachel!

Eso lo descolocó, su propia hija lo estaba desafiando. Le recordaba a su madre, quien tenía el mismo coraje para enfrentarle; ese recuerdo hizo que su sensibilidad volviera otra vez. Al fin y al cabo, era su hija, a quien no había visto por casi veinte años; era consciente de que toda la noticia con la que se estaba enfrentando era difícil de asimilar, por eso trato de ser comprensible.

La extrañaba. Desde el día que se fue, no supo cómo sobreviviría sin ellas; sin embargo, cada vez que quería regresar se repetía constantemente que era por el bien de ellas, necesitaba hacerse fuerte para protegerlas. No podía ser egoísta, las ama como a nada en este mundo, y ese mismo amor le permitía ser fuerte.

Quería que su hija crezca como cualquier otra niña, sin líos súper naturales ni demonios que intentaran asesinarla. Como a su madre... Siempre quiso que fuera ordinaría, pero él sabía que ella estaba destinada a todo lo contrario, razón por la cual estaba decidido a ser protegerla desde la cima, protegerla de los mayores peligros que enfrentaría.

— ¿Qué está mal contigo? — La miró desconcertado, reflejando tristeza en sus ojos carmesí.

Su hija ya no lo quería, eso lo destrozaba, trataba de entender por todo lo que estaba pasando, en serio estaba haciendo su mejor esfuerzo, pero ¿por qué no parecía ni un poquito feliz de encontrarlo? ¿por qué parecía que ella lo veía como el único malvado de toda la historia?

— ¡Eso es lo que yo debería preguntar! — No, ella no bajaría la guardia solo por verlo decaído. —¡Soy tu maldita hija! — Klauss agradeció que al menos aceptara ese hecho. — Me abandonas, luego mandas a que me vigilen, me ocultas en lugar desértico por quien sabe qué motivos, mientras encarcelas a Erick. — Ese hombre, pensó con malhumor Klauss. — Cuando ellos hablaron de todo lo que podrías hacerles creí que estaban exagerando, me dije a mí misma que tú no eras así. — Rachel respiro suavemente para que le regresara la voz. — ¿Acaso me equivoqué?

Estaba perdida. ¿Cómo es que le había pasado tanto en tan poco tiempo? Se sentía ida, sentía como si la persona que tenía en frente fuera desconocida. No confiaba en nada, ni en nadie. ¡Ni siquiera sabía contra quién luchar! Todo era un lio para Rachel, quería al papá que recordaba, pero no sabía si el hombre que tenía frente a ella lo era.

Recordó el motivo real de estar aquí, solo quería llevarse a Erick con ella y marcharse de una vez. ¿A dónde? Aún no lo sabía. No tenía conocimiento sobre muchas cosas, sin embargo, si de algo estaba segura es que no debía volver ni por error a su departamento. Al menos hasta que supiera que es lo que ocurría exactamente.

Dad! ¡Estoy en casa! ¿Adivina quién acaba de llegar de su viaje por América? — La voz angelical de una mujer se escuchó por toda la habitación.

Origen | 2° VCV |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora