Las personas que escriben frecuentemente, plasman bastantes vivencias propias en el papel. Es casi imposible escribir una historia/cuento/libro sin ejemplificar alguna experiencia propia. Es muy difícil no hacerlo, porque es como si supieramos todo sobre ello. Aquello, lo confieso y escribo yo aquí. Sí, muchas cosas en este escrito serán vivencias mías con otros nombres, otros lugares. Experiencias, que marcaron mi vida; se las comparto ahora.
-Nuestro amor siempre fue... impecable-dijo Albert-. Al igual de que siempre fue un amor jóven.
-¿Podría contarnos todo acerca de ese «amor jóven»?-dije en un tono firme, mirándolo a los ojos, aún sabiendo que la cámara se encontraba justo a mi derecha-. Adelante.
-Eleanor y yo, reitero, siempre fuimos una pareja de espíritu «jóven». Nos conocimos cuando ella tenía doce años, estaba a punto de cumplir los trece, y yo tenía catorce-hago un gesto que le sugiere a Albert que continúe, el cual entendió perfectamente, y continuó; no sin antes haber aclarado su garganta-. Nos fuimos conociendo mejor, nos volvímos mejores amigos, algo nos impedía llegar a ser más que eso, pero yo seguía con mi ilusión de algún día ser su dichoso novio.
-¿Qué era eso que le detenía, señor Albert?-pregunté mostrando un tono de voz estable.
-Su, en ese entonces, novio. El era mi amigo, al paso del tiempo, pasaron algunas cosas entre los tres, que hicieron que se separaran-dió un respiro y continuó-. Al cabo de unos meses, ella y yo emprendimos una relación. Ninguno de los dos sabía que duraría lo que duró.
-¿Cuánto duró, señor Albert?-interrumpí, amablemente con una sonrisa directa en la cara.
-Nuestra relación, abarcando noviazgo y matrimonio; duró cincuenta años-se le notaba un tono escazamente triste-.
-Continúe con lo previo.
-¿En qué me había quedado?-tardó unos segundos en acordarse, al acordarse continuó-. Tuvimos muchos momentos memorables, una vez yo caminé hacia su casa. Un día, yo me lesioné jugando fútbol, y ella acudió a mi casa lo más rápido posible; tuvimos muchisimos momentos así, son incontables-tosió y continuó-. A veces había situaciones que nos hacían imposible vernos, a lo que yo siempre decía: «El destino nos odia por ser tan perfectos, mi amor; el destino nos odia».
-Prosiga.
Esta vez tomó un gran respiro, no era un suspiro, era un respiro para recuperar aire y filtrar de alguna manera el aire ya introducido a su cuerpo. Agregó diciendo. -Eleanor y yo nunca buscabamos una relación perfecta, pero siempre fue una vida perfecta a su lado-sus ojos se cristalizar lo suficiente como para verlo, pero no para creer que lloraría. Mirando a la ventana agregó-. Ella era perfecta.
-¿Se encuentra bien, señor Alfred?
-Claro, claro que si, jóven- se incorporó a su silla, jadeando. Dijo algo para si mismo, y comenzó lo interesante-: Nos conocimos en lo que aquel entonces componía un centro comercial. Nada comparado a lo que ustedes tienen ahora-rió falsamente, ¿cómo supe qué era una risa falsa? Fácil. Yo hago lo mismo para aparentar que estoy bien.
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Entrevista al Enamorado.
RomanceAlfred Jenkins, un adulto de la tercera edad; sigue enamorado. La entrevista comienza a tener sentido para Alfred. Muchas cosas que él nunca supo, las sabrá. Las piezas del rompecabezas pendiente quedarán resueltas; este mismo año. A continuación, l...