Prólogo

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La noche era oscura, sin ninguna luz por el camino. Solo iluminaba la poca luz de la Luna por aquel callejón sin salida. Christopher Waterfield estaba allí. Y no estaba sólo.

-          ¿Qué quieres de mí?   -   Preguntó el hombre. A lo lejos del callejón, se vió una sombra humana que se movía balanceándose hacia él.

-          ¿Crees que no sé quién eres, Christopher?   -   Rió.   -   Quiero ver tu poder. Quiero ver lo que escondes.

-          Yo no tengo ningún poder.   -   Tartamudeó. No se le daba bien mentir.

-          Ah, ¿no?   -   El hombre de la sombra se acercó más a él. Christopher tenía esperanzas de verle la cara, pero llevaba una capucha que le tapaba los ojos y la nariz, de modo que solo se le veía la boca.   -   Dime, Christopher: Hay muchos cambios de tiempo aquí, ¿verdad? Des de que os mudasteis , tú y tu mujer embarazada de... ¿Una niña?

-          No metas a mi familia en esto, por favor.   -   Le suplicó.

-          Entonces, admites que tienes poderes.   -   El hombre se quitó la capucha, haciendo que Christopher le pueda ver la cara completamente. Al reconocer quién era, se quedó de piedra.

-          Firehook.   -   Christopher sabía que era hombre muerto. Nadie había podido matar a ningún miembro de la familia Firehook. Simplemente los derrotaron, pero no los mataron. Des de entonces son los hombres más temidos por los Waterfield, ya que se convirtieron en asesinos.

-          Así es, Waterfield. Veo que te acuerdas   -   Sonrió, maliciosamente.   -   Vengo a vengarme. La derrota fue muy dura para nosotros, ¿sabes? El líder nunca nos perdonó. Hasta que yo lo maté, claro.

-          Firehook, haré lo que sea. Pero ni se te ocurra tocar a mi familia.

-          Está bien, Christopher. A tu familia no le haré nada. Tu mujer no es una Waterfield, y tu hija aún no ha nacido. Tal vez ella también herede tus poderes.

-         Haz lo que quieras conmigo, pero a ella déjala en paz. Te lo ruego.

-          Pues haré lo que quiera contigo, Waterfield.   -   Firehook cogió a Christopher del brazo con la suficiente fuerza para que no se pudiera escapar. Seguidamente, sus pies se elevaron del suelo, dejando atrás un humo negro que se evaporaba. Cada vez volaban más y más alto, hasta que ese humo, no dejó ver nada más.

Waterfield [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora