– JungKookie, estoy segura de que aquí te irá muy bien, tenemos muchas actividades, tendrás muchos amiguitos.
El niño por más que la directora hablara seguía llorando, no quería estar ahí, su madre miraba al suelo, no quería ver a su niño llorar.
– ¿Cuando te veré?
Preguntó Kookie a su madre, ésta lo abrazó.
– Muy pronto pequeño, lo prometo.
El pequeño limpió sus lágrimas y se despidió con su pequeña manita.
La directora le dedicó una sonrisa que el menor definiría como téticra, le tomó la mano y le llevó a una habitación totalmente blanca, las paredes estaban bien cuidadas, el piso era frío y estaba recién pulido, al fondo estaba una señora de ojos muy pequeños y rasgados, cabello corto, rubio, era delgada pero no tenía una figura muy femenina; hombros anchos y caderas angostas.
Jungkook llevó su mano, en la que sostenía su pañuelo blanco, directamente a su boca y nariz, el lugar olía horrible.
– Ya sabes que hacer.
Dijo la directora en un idioma que el menor no comprendía, pero de igual modo, la fría tonalidad en su voz lo hizo estremecer, la mujer mayor del fondo asintió y hizo al niño un ademán de que se acercara.