Llueve sangre en Buenos Aires

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Una voz callada que tiene frío, que siente al miedo titiritando por la sangre, que recuerda y nunca olvida, porque si olvida muere. Un ojo achicharrado, defenestrado y con un color purpúreo y solitario. Un cuerpo que pide a las mil voces que lo ayuden, un cuerpo que alguien aísla, que alguien silencia; un cuerpo que quiere vociferar todo lo que le pasa pero que tiene un pañuelo con sangre atado en la boca; mil voces de un cuerpo que quedan imposibles de descifrar. 30 horas promedio. Miles de casos por semana que existen y son, pero tan solo pocos denunciados, y mucho menor es la cantidad por la cual se abre un sumario. Una justicia injusta. Un bebé perdido. Una depresión masiva y aún más dolor, una pistola calibrada y cargada apuntando hacia la sien y... ¡BUM! Una entidad tumbada en el suelo, un rostro destrozado, un candado abierto y una conmoción dentro de la sociedad. Una mujer, un hombre, un niño o una niña: una persona. Un ser humano inconsciente que al no hablar, al no poder siquiera sollozar, se suicida lenta y dolorosamente. Primero viene un insulto, después un golpe, después un perdón y luego, otra paliza, un escupitajo y un arañón, mil súplicas y luego, un cadáver más para que analicen los forenses. Un enfermo, un adicto, un alcohólico, en fin, otro ser humano que infringe más que una ley, un derecho. Un alma que ya no se mueve y otra que en su defecto, ríe.

La violencia inunda nuestras calles, nuestras casas y atrofia nuestras vidas, habitamos un mundo en el que un short con un centímetro menos de tela puede determinar sí te violan o no, donde un número más de corpiño puede hacer que te llamen "puta", "trola" o "zorra". Vivimos en una sociedad hipócrita, no machista. En donde los hombres y las mujeres proceden a utilizar la acción o la palabra asesina antes que la palabra santa. En donde, hoy se marcha, pero mañana, una mujer inclusive, le dice "puta" a otra mientras se corrompe a ella misma al compás de una discusión que puede terminar con una chica muerta.

No basta con marchar sí no se toman cartas en el asunto, el cambio se hace por uno mismo, no van a reformarse por vos. Vos, yo, todos tenemos que modificar nuestro estilo de vida, y se puede, créeme que se puede... Con mucho esfuerzo y reaccionando a tiempo, se puede... Si ves violencia, actúa; si haces violencia, pará; y si te hacen violencia crea una voz que se esfuerce por gritar, que exija ser escuchada; porque acá todos o la mayoría habla cuando se hace popular el temo, pero después se hacen los "pelotudos", ignoran el problema y no hace "un carajo".

Como hombre, pienso en mi hermana que en unos años empieza a salir sola, pienso en mi vieja que ya anda sola por la calle, pienso en mi mejor amiga y quiero llorar con tan solo imaginar que un día pueden ser la próxima Ángeles Rawson, pueden aparecer tiradas en una zanja por causa y efecto de este mundo que no logra aprender y aprehender como cambiar: el cuchillo por la flor, el golpe por la caricia y el "¡Qué buena estás mami!" por algo respetuoso y sencillo como "¡Qué linda!" ¿Tan difícil es no insinuar al sexo cuando se ve a una mujer en la calle?

Yo digo basta y lo hago por mí y por todas las mujeres, hombres y niños que temen con el simple hecho de salir a la calle. Me cansé...

Santiago Gutiérrez

19/10/2016

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⏰ Última actualización: Oct 19, 2016 ⏰

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