-¿Casar a Aidan? ¿Has enloquecido mujer? –la voz sorprendida de su esposo no la tomó por sorpresa.
Comprendía los motivos por los cuales no le parecía correcto casar al primogénito de ambos pero no estaba dispuesta a suceder el trono a otro hijo que no fuera él. Era su derecho de nacimiento y nadie iba a arrebatárselo.
Ella misma se iba a encargar de todo, iba a conseguir que Henry creyera en su palabra y se dejara guiar por su mano.
-No casaré a otro hijo que no sea él.
Henry suspiró llevándose las manos cansadas a la cara. Su amado estaba llegando a los cuarenta años, ya no quedaba mucho del muchacho del que se había enamorado pero sí del hombre con el que se había casado. Su pelo ya comenzaba a dejar ver las primeras canas, se abrían paso entre el pelo negro como el ébano que poseía su Rey. Los ojos azules se habían profundizado en los últimos años, y las ojeras no le habían abandonado desde que había nacido el primero de sus cuatro hijos. No importaban las nuevas arrugas que acariciaban el rostro de su amado, seguía siendo el hombre más hermoso del reino.
–Hellen, piensa bien lo que quieres hacer. Aidan no es apto para el matrimonio.
Aquellas crudas palabras dolieron como un puñal en su pecho, su marido no notó al instante e hizo ademán de abrazarla pero ella se negó. Iba a ser implacable con eso y no iba a permitir un no por respuesta.
–Es mi primogénito, es su derecho de sangre y voy a casarlo y sucederle el trono.
Henry se dio por vencido, era un tema que llevaban arrastrando los últimos meses y la sequía sexual sumada a que no había otro tema en la mesa hicieron que el Rey se rindiera.
–Buscaré unas buenas pretendientas para él. Espero que alguna la acepte.
–Aidan es un hombre hermoso. –riñó Hellen.
Su hijo era un ser maravilloso y odiaba que su padre viera únicamente lo negativo que poseía. Él era mucho más que una maldición.
–Lo sé esposa mía, pero todo el mundo sabe el gran peso que lleva sobre las espaldas. Las mujeres huyen de él cuando se organiza alguna fiesta en palacio. Los vasallos se apartan cuando él pasa cerca.
Eso era doloroso, nadie veía el hijo que ella veía.
–Tendrá una gran mujer a su lado y será un digno rey para este reino. Será tu digno sucesor.
Henry no estaba del todo convencido pero no contradijo a su amada esposa, tampoco es que pudiera conseguir hacerla cambiar de opinión. Solía ser terca como la peor de las mulas y salirse con lo suya cada vez que lo deseaba.
Hellen se atusó el vestido, estaba tan hermosa como cuando la había conocido años atrás. Le dedicó un casto beso en la mejilla y él trató de conseguir sus labios, pero no lo consiguió. Así habían sido las últimas semanas, todo para conseguir que Aidan siguiera siendo el sucesor del trono.
–Un día acabarás conmigo mujer.
–Puede ser.
***
–Lady Hellen, es un placer que nos haya hecho llamar. –Mirabella la saludó al entrar al gran salón del comedor.
La reina dejó que entraran las tres amigas que había convocado. Las tres eran grandes y conocidas brujas de la zona que se hospedaban en su reino desde hacía algunos años. Todas habían huido de los reinos cercanos ya que en ellos eran juzgadas por ser poseídas por el diablo y quemadas en hogueras.
Mirabella encabezaba a la comitiva, ella había sido la primera bruja a la que había dado auxilio. Ya apenas quedaba nada de la joven delgada hasta los huesos que había sido cuando la habían recogido. Sus curvas se habían llenado con carne que la hacían entrañable, de pequeña estatura lo que más le resaltaba era su hermoso y largo cabello castaño. Sin embargo, a pesar de sus adquiridos kilos a lo largo de los años, seguía siendo una de las mujeres más hermosas y sexys que había tenido el gusto de contemplar con el paso de los años.
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Conquístame si puedes
ParanormalLa reina Hellen está decidida, va a casar a su primogénito Aidan sea como sea. Y para ello, recurre a sus tres amadas brujas, las cuales deberán hacer un conjuro para atraer a la preciosa afortunada que se llevará el corazón de su hijo. Pero los tér...