Me gustaba verlo dormir, siempre parecía ser feliz cuando dormía. Tal vez era porque yo no estaba para arruinarlo.
Acaricié sus rizos y los hice a un lado para dejar su rostro despejado. No se veían sus ojos verdes, pero aun así me gustaba. Dormía plácidamente, como si nada malo sucediera en sus sueños.
Lástima que seguía enojada con él.
Le arrojé el agua sobre la cara y despertó gritando “¡Me ahogó!”. Tardó unos minutos en recomponerse del susto, y cuando me vio de brazos cruzados frente a su cama con el vaso de agua en una mano, su rostro se puso rojo de rabia.
—¿Por qué demonios hiciste eso? —se secó con una camiseta que encontró tirada sobre el velador y me asesinó con la mirada.
—¿Esa es la forma en que tratas a tu futura esposa? Te podría demandar por agresión verbal, pero no lo haré —lucía sorprendido, no era común que hablara de nuestro compromiso como si nada. Menos después de que él me ignorara por alrededor de un mes—. Vístete, la hermana de Louis llega las 12 y ya son las 10.
No esperé a que me contestara y salí de su habitación.
Este era mi plan: hacer que se arrepintiera por hacerme sufrir. En el tiempo en que ignoró hizo que me diera cuenta que de verdad lo quería y que su ausencia me afectaba demasiado, incluso me deprimía. Y no se lo perdonaría jamás. Así que lo haría sufrir con mi indiferencia, no como lo hizo él, sino que haría como que nada sucedió y me transformaría en la chica perfecta hasta que me pidiera perdón de rodillas.
Me arreglé minuciosamente, reparé en cada detalle para lucir como la novia ideal de Harry. Cepillé mi cabello y me maquillé, a pesar del frío de otoño me coloqué un vestido y por último ensayé mi sonrisa para que no luciera falsa.
Bajé veinte para las once, ya había desayunado así que vagué por los pasillos esperando a que Harry estuviera listo. Cuando me senté a ver televisión en el living, apareció Anne con Holly listas para ir salir.
—¿A dónde van?
—Al parque, Holly quiere ir a pasear, ¿nos acompañas? —dijo Anne.
—No puedo, tengo una cita con la hermana de Louis para organizar la boda —le dije. Holly se alegró al saber que estaba tomando esto en serio, aunque ella sabía la verdad. Me había visto después de que Harry se me declarara y no fue felicidad lo que sentí.
—Con respecto a eso, tenemos que hablar sobre algo después, ___________. Cuando regresemos quiero tener una charla contigo —asentí y me pregunté de que querría hablar Anne.
Se marcharon y a los minutos bajó Harry. Aún iba en pijama.
—¿No te dije que te vistieras? —esto no estaba resultando. No serviría de nada esforzarme por cumplir mi venganza si él no ponía de su parte inconscientemente. ¿Dónde había quedado el chico dulce y comprometido dispuesto a hacer todo lo que yo quisiera?
—Sí, pero no tengo por qué hacerte caso —se encogió de hombros y fue a la cocina, seguro a desayunar.
Ni siquiera se había fijado en que me arreglé para él. Era un ****a, sólo lograba enfurecerme más.
Lancé el control remoto contra un sofá y gruñí para mis adentros. Cerré los ojos y traté de controlarme para no ir a la cocina y agarrar el primer cuchillo que viera para matar a Rizos.
Pero, ¿por qué estaba tan enojada? ¿No era eso lo que quise en un principio? ¿Qué las cosas volvieran a la normalidad? No, ya no podía, no había vuelta atrás. Nos casaríamos de todos modos.
Me sentí frustrada al no poder acomodar mis pensamientos ¿lo quería o no lo quería? ¿Lo odiaba o no? ¿Me gustaba más así o como el chico que me amaba?.
—No frunzas el ceño, pareces una anciana —escuché de pronto. Harry salía de la cocina y se dirigía hacia mí con una taza de café en una mano y una galleta en la otra. Me extendió esta última, pero se la rechacé. No tenía hambre.
—Te queda una hora para arreglarte —le recordé.
—¿Por qué no podemos organizar la boda nosotros mismos? Sería más divertido —se sentó a mi lado y le dio un sorbo a su café.
—Pero más difícil —le contesté.
Recordé mi plan de la chica perfecta y me acomodé a su lado, recostando mi cabeza en su hombro.
—¿Te encuentras bien? —inquirió preocupado. Se apartó de mí y me miró como si me estuviera volviendo loca.
Suspiré y dirigí mi mirada hacia el suelo, sin responder a su pregunta. No lo podía entender, si quería ser buena dudaban de mí, y si hacía de mala todo se arruinaba.
Tal vez eran las hormonas o el simple hecho de ser mujer, pero los sentimientos se me enredaban haciendo nudos en mi pecho que provocaban que todo me afectara. Sentí unas fuertes ganas de llorar al oír la pregunta de Harry: “¿Te encuentras bien?”
¿Tan malvada me consideraba como alarmarse si yo era cariñosa?
—___________, estás pálida… —farfulló mientras tragaba un bocado de galleta.
—Estoy bien —le dije de mala gana.
Mis planes nunca resultaban, era una fracasada. Jamás sería la chica perfecta para Harry, ¿en qué estaba pensando?
Así que reconsideré mejor la situación y llegué a la mejor solución para todos los problemas: Como jamás sería lo suficientemente buena para Harry, debía encontrar a alguien que lo fuera. Total, había prometido hacerlo feliz, y si yo no era la candidata que todos esperaban, seguro otra chica lo sería.
Los nudos en mi pecho se hicieron más fuertes, tan fuertes que me imposibilitaron respirar por unos segundos.
—___________, en serio, estás muy pálida ¿quieres un poco de agua? —negué con la cabeza y moví las manos para darme aire.
No estaba respirando.
Las cosas comenzaron a darme vueltas y a brillar mucho. Harry soltó su taza y su galleta y corrió a la cocina, regresó con Ellen y un gran vaso de agua. Ambos me ayudaron a beber un poco y a recobrar el sentido y la respiración.
Los ojos de Harry destruyeron mi alma. Yo sólo quería hacerlo feliz, nada más. En cambio iba y me ahogaba.
—Casi me matas del susto —me dijo en un susurro mientras besaba mi frente.
—¿Qué te sucedió, cariño? —me preguntó Ellen. No supe responderle, cosa que los dejó más preocupados.
—Harry, deberías llevarla al médico, no es normal que suceda esto.
Sostuve el brazo de Harry y le supliqué que no. Hacía frío, lo más probable es que sólo tuviera una enfermedad común, nada de que preocuparse.
—Vamos, a la cama, descansa hasta que llegue la hermana de Lou —me dijo finalmente. Subimos, pero yo fui a mi habitación.
Cerré la puerta en sus narices y maldije todo lo que pude. Era una estúpida, ni siquiera podía comportarme como una chica dulce y tierna. Ni siquiera sabía por qué esto me enfadaba tanto, era absurdo.
¿Por qué me esforzaba tanto?
Recordé el día de ayer, cuando fui a separar a Harry de Sandy. Iba decidida, sabiendo lo que debía hacer. Hoy no tenía la menor idea de nada, todo era demasiado confuso, las preguntas nadaban en mi mente y me hundían en la incertidumbre de las dudas.
Me acosté en mi cama y me tapé hasta la cabeza, sin importarme que el vestido se estropeara. Minutos después, que me parecieron una eternidad, escuché que alguien entraba. Harry me destapó un poco y frunció los labios en una mueca, estaba vestido y eso me hizo sonreír.
—Te vestiste —le dije, pero mi voz sonó ronca—. Me hiciste caso.
—Sí —se limitó a decir. Estuvo de pie unos segundos y luego se metió a la cama conmigo. Se acomodó a mi lado y me abrazó por la cintura, su aliento chocó contra mi rostro y eso me hizo sentir mejor. Extrañaba tenerlo para mí.
—Lamento haberte ignorado —susurró—. ¿Sabes que te amo, cierto?
Oculté mi rostro en su cuello y comencé a decir todas las cosas que me atormentaban en ese momento:
—Ya lo sé, y eso es lo peor. Me gustaría decírtelo, pero no puedo. Simplemente no lo siento, o tal vez no me he dado cuenta y no quiera reconocerlo.
“Creo que lo mejor sería que estuvieras con otra chica, con una que de verdad te aprecié y que no miré a otros chicos porque sí, una que no te haga enojar y que soportes. Todavía me pregunto por qué te quieres casar conmigo, si negaste con tanta facilidad nuestro compromiso frente a Sandy. A veces pienso que me pediste matrimonio para fastidiarme o porque no tienes sentido común. ¡Vamos, Harry, soy el prototipo de chica que nadie quiere! ¿Por qué tú me tenías que querer? ¿Por qué el chico que odio?”
Estaba llorando, no lo había soportado más. Nunca antes le había dicho a alguien lo que pensaba o lo que sentía, pero necesitaba desahogarme. Mi voz fue casi inaudible, y supe que no fue por el llanto, me había enfermado. Era patética.