Capítulo 1: La Chica

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Zoey llego a casa poco tiempo después, caminando a través de la entrada, una puerta negra de acero, enmarcada por una cerca artesanal del mismo metal negro, una simple medida de seguridad, aunque no era tan necesaria. Zoey vivía en una parte relativamente segura de la ciudad.

Seguía lloviendo cuando llego a su puerta principal, una puerta blanca con manija larga de pintura plateada, que se hallaba acogida justo arriba de la chapa bronceada.

Zoey mantenía a el pequeño y tembloroso animal bajo su sudadera, sosteniendo al diminuto felino con una mano mientras la otra buscaba las llaves de la casa apasionadamente. Una vez encontradas, se apresuró aún más, logrando entregar la llave húmeda a la chapa de bronce, que dio click después de dos giros.

La puerta se abrio hacia adentro, y la chica de pelo rubio cenizo no demoró, dejando las zapatillas escolares en el suelo por la puerta, y corriendo por las escaleras, subiendo los diez peldaños de dos en dos.

Una vez llegado a la cima de las escaleras de madera marrón, giro a la izquierda en el pasillo, llegando a la primera puerta a mano derecha, cuya madera pintada de negro tenia stickers y garabatos encima, denotando la dueña del cuarto.

Entro sin más ademán, y abrio su sudadera cuidadosamente, dejando al animal libre al fin, que salto hacia el suelo con cierta gracia, agitando su cuerpo para eliminar el rocío que la lluvia había postrado en su ser.

Zoey estaba jadeando, sus finos labios entreabiertos, su nariz respingada dando suspiros profundos y veloces, haciendo notar el esfuerzo físico al cual acababa de someterse. Dejo su mochila en el suelo, aventando la sudadera empapada a una canasta de ropa, y dando un par de sacudidas a su pelo, que caia en hilos desordenados por sus hombros, pegándose a su frente de una manera sumamente incómoda.

Pero nada de esto tenía su inmediata atención, no, el objeto de su interés concurrente era el felino que se hallaba revisando sus alrededores de manera curiosa, su pequeño cuerpo moviendose con una elegancia sorprendente. Los ojos azules de Zoey lo seguían con inquisitiva mirada, asimilando cada singular detalle de este hermoso animal.

Volteó a la puerta. Su madre no estaba, al parecer. Probablemente trabajando, como de costumbre. Dio otro suspiro. Se había tomado la preocupación de venir corriendo cuando no era necesario.

Giró al gato de nuevo. Una sonrisa se plasmo en su rostro, y abrio los brazos ampliamente, manos estiradas plenamente.

"Bienvenida a mi humilde mansión, pequeño! Al parecer, te quedarás aquí indefinidamente." Su voz era melódica, cantando cada sílaba en exageración.

El felino parecio sonreir, volteando la cabeza ligeramente. "Muchas gracias, ama!"

Zoé se congeló.

Un silencio absoluto acogió el cuarto, aunque este duro poco menos de tres segundos, antes de que el animal volviera a hablar.

"Ah, cierto! Perdone mi irreverencia, ama. Déjeme presentar mi persona!"

El gato tenia una voz alta, dulce e inocente. Una suave campana que sonaba incesantemente alegre a través de toda la crueldad del mundo, como un faro en medio de una tormenta feróz.

"Presen... Tar?" La voz de Zoé estaba entrecortada, aún abrumada por la sorpresa.

El gato hizo un gesto de afirmación. Zoé se sento en su silla reclinable, mirando a el parlante felino con intensa curiosidad propia.

El animal salto a su regazo, sus ojos esmeralda pareciendo centellar con emoción.

Fue en ese entonces que el gato estalló en humo, una espesa niebla que ocasionó un leve chillido de Zoé, seguido por una serie de tosidos. Pero habia algo que captivo a la chica, ese algo siendo el peso que acababa de posarse en su cuerpo.

Dos brazos suaves envolvieron su cuello, y sintió una calidad instantánea apoyarse contra ella. Envolvio los brazos alrededor de la cintura de la figura, más en instinto involuntario que nada. Sentia una calidez hermosa, un sentimiento de confianza imposible de describir y recrear con certidumbre.

La figura reposo el mentón en su hombro, un leve respiro dando cosquillas a su cuello. Sintio el leve suspiro de ella, a la vez que una cascada de fina cabellera negra recaía sobre sus manos.

Fue este último que llamo su curiosidad, sus manos recorriendo aquel río de seda oscura, su nariz intoxicandose con el dulce olor de pasto y fresa, que parecía hacer amor a su cerebro, encendiendo cada nervio y ocasionando escalofríos por su vertebra.

Sus manos terminaron posandose sobre la nuca de la figura -femenina, hermosamente femenina-, girando las yemas de los dedos en leves circulos a su alrededor.

La chica de cabello negro rió, una hermosa cadena de sonido que hizo que Zoey se relajara aún más. Se sentía enamorada, de aquella extraña cuyo cuerpo desnudo estaba encima de ella.

La chica se inclinó hacia atras, mostrando su rostro. El aliento de Zoey cesó, su corazón saltandose un pálpito el momento que sus dos safiros registraron la hermosa cara de la chica.

Su rostro era fino, curvado hacia su menton de manera limpia, de manera que parecía casi dibujada. Sus ojos eran audaces, como una empetatriz egipcia, y sus pupilas felinas estaban enmarcadas por un color esmeralda hermoso, un verde centellante y captivante que cuadraba aquellas pupilas verticales de forma perfecta. Su nariz era curva, pequeña, casi esculpida. Sus labios eran un poco rojos, y Zoey se encontró con el deseo de probarlos, de deleitarse con la cereza de su boca.

Sus ojos dieron vuelta hacia arriba. En la cima de su cabeza, cubierta por finas sedas, estaban dos orejas negras, que se movian ligeramente con cada estímulo.

"Ama, debe disculpar mi comportamiento... He anhelado este momento por tanto tiempo~"

"¿Por cuanto...?"

La chica se aparto ligeramente, una sonrisa curvando sus labios rojos de manera excelente, mostrando sus blancos colmillos. Sus ojos verdes centelleaban en enjundia pura.

"Por toda mi vida. Desde que nací, mirándote en ese cuarto de paredes blancas, de cortinas y monitores."

Preguntas revoloteaban incesantemente dentro de la cabeza de la humana, haciendo eco incesante por cada segundo que incrementaba su curiosidad. Pero hubo una en particular que tomó importancia.

"¿Quién eres?"

"Soy tu guardián. Mi nombre es Mina, y he estado junto a ti todos estos años."

Sus palabras eran suaves, alegres. Despertaron una nostalgia en Zoey, cuya mente empezaba a centrarse más y más.

"¿Porqué hasta ahora?"

"No lo sé." Su voz se calló ligeramente, su sonrisa formando una ligera depresión. "Solo ahora me han dado permiso de verte. No sé porque, sólo sé que me necesitas ahora más que nunca."

Lágrimas habían brotado de los ojos de la humana, que se vio sacudida por una oleada de emociones, de recuerdos. Ahora lo podía ver todo, ahora todo estaba claro.

Este espíritu.

Este ángel.

Siempre había estado junto a ella.

Era con quién hablaba cuando nadie mas escuchaba. Era quien amaba más que cualquier otra cosa.

Y por fín la podía ver. Por fín la podía tocar, sentir, abrazar.

Zoey rompió en un violento sollozo, mientras que el espíritu la abrazo con fuerza.

Estaba lloviendo ese día.

Estaba lloviendo tanto...

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⏰ Última actualización: Oct 30, 2016 ⏰

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