Capítulo 01

719 40 5
                                    

Fernando

Fernando estaba desnudo cubierto únicamente por un edredón mientras miraba a Roberto vestirse. La hermosa luz del sol de primavera entraba por la ventana y podía escuchar los coches en la calle anunciando la llegada de un nuevo día lleno de posibilidades. Sin embargo, él sentía deseos de llorar, pues se sentía humillado… pues ese oscuro deseo lo había dominado otra vez.

—No te preocupes, amor —dijo Roberto que seguramente tenía una sonrisa indulgente en el rostro, pero Fernando no se atrevía a levantar la cara para verlo a los ojos— a todos nos pasa. Al contrario, disculpa por no haberme percatado de que no estabas recibiendo placer. Debes pensar que soy un amante terrible —dijo con pesar.

Fernando no pudo responder, lágrimas amenazaron con escaparse, pero se negó a dejarlas, las disculpas de su novio únicamente sirvieron para hacerle sentir peor. ¿Cómo podría explicarle que eran sus pasiones secretas las que no le permitían sentir placer como la gente normal?

Se tapó la cara con las colchas, tratando así de ocultar su vergüenza. Su vida sería mucho más sencilla de no ser por esa necesidad extraña que lo acosaba y no lo dejaba tranquilo.

Sintió que su novio se acercó a la cama y se sentó a su lado acariciándole la espalda, pero Fernando se alejó al sentir su mano. Roberto suspiró y se levantó nuevamente.

—¿Estás enojado? —le preguntó titubeante.

Por supuesto que estaba enojado, pero no con su novio, sino consigo mismo. Se sentía asqueado por lo que su alma ocultaba.

«Mañana concertaré una cita con un psiquiatra», se dijo, pero sabía perfectamente que no lo haría. Parte de él temía terminar en el manicomio, aunque quizás si eso pasara sería mejor que vivir en esa situación.

Cuando no le respondió, su novio se levantó de la cama y Fernando lo escuchó caminar por su habitación y suspirar varias veces. En ocasiones, se detuvo al lado de la cama, como para decirle algo, pero pareció arrepentirse y continuó caminando alrededor de la habitación.

—Em… ya se me hizo tarde —dijo finalmente con un tono de voz abatida—. Llámame esta noche para que nos juntemos… —Pareció esperar una respuesta de Fernando, pero al no recibirla simplemente concluyó—: Que tengas un buen día en el trabajo.

Una vez se rindió, Roberto se despidió de él y se marchó a su trabajo, sin desayunar. Por alguna extraña razón ese último pensamiento lo hizo sentir peor. El hombre era un gran amante, muy considerado y un excelente amigo, pero Fernando sabía bien que Roberto no era su hombre ideal, le faltaba darle lo que en realidad quería pero temía demasiado pedir.

Cuando escuchó que cerraron la puerta, saltó corriendo a la ducha y fue en ese lugar donde lloró libremente. ¿Podría alguna vez deshacerse de esos deseos? Si tan solo fuera como los demás, podría… pero no…

Chocó su puño contra la pared repetidamente, ignorando el dolor. Se sentía impotente, enfurecido consigo mismo y sobre todas las cosas, se sentía como un fracasado. Uno que solo parecía reaccionar ante sus pasiones secretas.

Había intentado en cientos de oportunidades parecer una persona normal, pero la verdad al final siempre salía a la luz y terminaba espantando a sus amantes. Lo mejor sería romper su relación con Roberto antes de que este también huyera asustado de él.

Después de ducharse se marchó a su trabajo. Ese día resultó siendo igual de monótono y aburrido que siempre. Al igual que todas las cosas en su existencia, su empleo era algo que no disfrutaba y solo lo tenía por necesidad. Era feliz con seguir instrucciones y tratar de entumecer su mente para dejar de pensar en lo que en realidad temía.

Secretos Oscuros 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora