Fuiste mi luz en la inmensa oscuridad, mi consuelo entre tanto dolor, fuiste mi persona favorita, mi salvación en este maldito infierno.
Quizás fuiste mi todo, mi compañero de aventuras, mi complemento, el amor de mi vida (o de mis días): pero ya no.
Ya no estás, ni hoy, ni mañana, ni nunca más. Hasta escribirlo me duele, me lastima en lo más profundo del alma...
En el momento en que te fuiste creí que jamás volvería a sentir algo pero, segundos después, me derrumbé y me empapé en lágrimas; sentía cómo mi corazón se rompía. Pude sentir. Inclusive ahora siento. Y me gustaría no sentir más, porque hasta ahora, además de desesperación, siento que me voy apagando cada segundo más, porque estás lejos mío (y no volverás).
