2016.

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Fin de año ya llegó.

 Me gustaría que fuera distinto, me gustaría tener que decir que no me arrepiento de nada de lo que hice en estos 12 meses, y sobre todo me gustaría decir que estuve del todo bien, y que en consecuencia no perdí a tantas personas. Pero no fue así. Perdí. Si, perdí un montón, pero ¿saben qué? También gané cosas increíbles, personas de oro, momentos inolvidables, experiencias únicas, pensamientos y sabidurías nuevas y, lo mejor de todo, aprendí que, a veces, perder también es ganar.
 
Será algo incoherente decir esto el último día del año, el día 366 de 366, teniendo en cuenta que tuve otras trecientos sesenta y cinco oportunidades de hacerlo. Mi conclusión es que si analizo todo el año por separado, no tendría el mismo sentido que ahora. Si hago una mezcla de todo el  2016, puedo decir que me dejó mucho y me arrebató cosas irremplazables. Todo en la vida te saca y te regala cosas, porque tiene que ser así.
 
Hay gente que te llena, que te hace bien, que si está cerca, te ilumina. Que con sus enseñanzas te mejora la perspectiva de todo a tu alrededor. Que se alegra cuando estás bien, y te hace reír cuando estás mal. Son como pequeños ángeles bajados a la tierra para hacerte compañía, en tus peores y mejores momentos; son personas que valen la pena. Esa clase de gente fue la que me obsequió el año (que hoy se me escapa de las manos). Pero como todo debe tener equilibrio, también me arrancó en cuerpo a muchas otros, que ahora me acompañan como ángeles. La vida me los arrancó, sin vueltas ni peajes, sin paradas ni avisos. Me los sacó en cuerpo, porque en alma y espíritu siguen conmigo. Pero a veces necesito tanto que estén físicamente para abrazarme fuerte y que desaparezca el vacío que dejaron cuando se marcharon. A veces me cuesta entender que no están más.
 
Reflexionando un poco más, puedo llegar a entender que, aunque lloré y sufrí, también reí y fui feliz. Cada año tiene sus cosas, buenas y malas, aprendizaje o injusticia, para mejorar o dejarnos vencer, cada año nos deja una cicatriz. Depende de nosotros verla como experiencia o consecuencia. Aprendamos a diferenciar y separar. Aprendamos que caer o seguir solamente depende de nosotros, que podemos decidir si quedarnos o irnos cuando no estamos cómodos con algo, porque al final de cada año, eso es lo que importa: lo que sentimos.
 
No sirve forzar algo que ya no existe; no sirve llorar algo que ya se fue; no sirve rendirnos a mitad de una batalla; no sirve dejarnos arrastrar sin antes luchar; y no alcanza con dar algo, porque nunca es suficiente y tenemos que dar todo en vida, porque una vez  muertos ya no importa. Abrazar a las personas, decirles cuánto las amamos, pasar el día con un animal que necesita más amor del que parece, disfrutar las pequeñas cosas y momentos, comprarnos algo que siempre quisimos, estudiar lo que nos gusta y viajar hasta que no nos quede lugar sin conocer, disfrutar y pasarla mal, reír, llorar, bailar, cantar, sufrir, correr, valorar, creer, luchar, aprender, aceptar, dejar ir, crecer mental y espiritualmente, AMAR. Y si algo sale mal, no importa, lo intentamos de nuevo, lo intentamos mil veces hasta que salga bien, porque sólo tenemos una vida, y una vez que la perdemos, podemos quedarnos con mil palabras en la boca, mil lágrimas en los ojos y mil cosas sin hacer. No dejemos que eso nos consuma.
 
Tengo que elegir bien las palabras para agradecer todos y cada uno de los días de este año, cada insignificante detalle que se me permitió vivir, quizás también para las decepciones y los aspectos malos, y tengo que agradecerme a mí misma porque no me dejé ganar nunca por nada ni nadie, y por todo el empeño que hice por mi persona y por los demás, para que todos estemos bien. Agradecerle también a mi familia, que a pesar de cada discusión, estuvieron en los momentos más importantes para verme feliz y en los peores para no dejarme sola. A las personas hermosas que elegí para compartir mi vida, mis amigxs, y los que conocí más recientemente, y por supuesto a los que me cuidan, desde donde estén. A aquellos que hicieron lo posible para destruirme, por enseñarme a ser fuerte y superarme, a los que se fueron para abrirle paso a mejores personas, a todo aquel que me haya roto en corazón y, sobre todo, a la vida, que es tan única como ella sola y me enseñó a usar los objetos materiales y a amar a los seres vivos, abriéndome los ojos y un puerta que no conocía: el vegetarianismo. Lo importante es no perder nunca nuestra esencia, eso que nos hace personas. Que la bondad salga de nuestro interior, que nuestra humildad no nos haga sentirnos ni menos ni más de lo que en realidad somos, que nunca perdamos de vista nuestro objetivo y, sobre todo, que todos los días recordemos que tenemos que ser felices.
  Gracias por todo, 2016.

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⏰ Última actualización: Dec 31, 2016 ⏰

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