Confusión

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(PRESENTE)

Largo tiempo paso ya pero yo sigo sin recibir noticias, el mundo se puso en mi contra y no me quiere hablar, pero a pesar de todo lo que ha pasado, es decir: a pesar de nada, todavía no perdí la ilusión.


Persigo con desesperadas ansias la sombra de tu silueta sensual que se dirige hacia el fondo de cada pasillo de la enorme casa, paredes blancas con la penumbra del atardecer y una oscuridad oscilante que las recubre una a una cada vez que doblas a la esquina, y yo desde la otra suspiro con enfado por no haberte alcanzado de nuevo.


Ya al final está la habitación, nuestra habitación, llego al ultimo pasillo al tiempo que la puerta se cierra bruscamente desde dentro, «¡ya no tenés escapatoria, te tengo atrapada y pronto te tendré en mis brazos!» grito mientras recorro el decorado pasillo, desprendiéndome la camisa y con cara de victoria, entro en contacto con el pestillo y ya puedo visualizarte en mi mente, con tu pelo negro colgante, tu tacto suave y excitante, envuelta en tus abrigos de aire y como siempre, esperándome con una copa de vino en la mano.


Quito de en medio el único obstáculo que tengo entre el pasillo frío y tu cuerpo y te encuentro como nunca antes, tu cuerpo desplazado de extremo a extremo de la cama, la copa de vino destrozada en el suelo y este coloreando en tono fuerte las sabanas amarillentas con la ayuda de tu sangre con matices mas claros, aun caliente, tu cara hermosa todavía conserva un poco de color y ahora lágrimas mías.


El viento congela el aire dentro de la habitación y las cortinas volando me recuerdan que alguien tuvo que haber hecho tal cosa, miro por la ventana buscando algo, alguien... oscuridad.


Despierto tembloroso, la vista nublada pero mejorando de a poco, miro las paredes blancas manchadas por la imagen de mi reciente sueño... sueño, eso fue, mi carcajada de felicidad te llama desde el final del pasillo, escucho tus pasos creciendo a cada uno, me miro en el reflejo de la mampara cuadrada y pequeña de la puerta blanca y acomodo un poco mi pelo con la imprescindible ayuda de mi saliva, retrocedo cinco pasos hasta la cama y me siento.


Mi alegría aumenta cuando veo tu cara cortada en los rombos dibujados del cristal y crece más gradualmente, cual si fuera un perro a punto de recibir su ración de comida, mientras vos abrís la puerta y te presentas, con una bandeja metálica, sobre ella: un vaso de plástico blanco, supongo que con agua contenida, e inmediatamente a su lado mi amiga, pequeña, blanca y con su occidente rojo.


Mis dedos comienzan a entrecruzarse por la vergüenza y mis piernas de arriba hacia bajo van como si tuviesen un resorte, mi vista clavada profunda sobre el suelo blanco y vos te vas sin decir una palabra, dejando mi medicina sobre la mesa esquinada.



Buscándote entre sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora