Capítulo N° 1

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Sheikha Saeed se subió el formal vestido que llevaba, un poco más de lo habitual, irritada por tener que llevar un atuendo como ése. El hecho de que tuviera que estar allí le resultaba ridículo, sobre todo porque, obligada, se había tenido que arreglar tanto para un idiota, arrogante y engreído. Desde un principio, dejó bastante claro a los poderes fácticos que no tenía ningún interés de estar allí ese fin de semana, pero allí se encontraba.

Desgraciadamente, no tenía la opción de ignorar tal invitación. ¡Era el Jeque!

¿Pero qué hacía ella allí? Sheikha miró a su alrededor y vio a miles de mujeres ansiosas y entusiasmadas, la mayoría de ellas más bellas y arregladas. Algunas de esas diferencias eran intencionadas. Había restado importancia a su aspecto a propósito, apenas maquillada y con el vestido menos favorecedor que pudo encontrar.

El vestido con la espalda descubierta a diferencia de las elecciones hechas por muchas de las señoritas presentes. Con un dobladillo que, probablemente, mostraba demasiada pierna, pero era lo único que había conseguido con tan poco tiempo. Nadie diría que estuviera pasada de peso, pero se negaba a morirse de hambre como muchas otras. Tenía cintura de avispa, ¿Pero a quién le importaría eso? Sus piernas eran bonitas, pero no demasiado tonificadas como las de la mujer que tenía a su derecha. Ni eran tan largas y delgadas como las de la mujer a su izquierda.

  Recorría el lugar al lado de su madre y de su padre sintiéndose inepta, cohibida y amargada, deseando ser otra persona y estar en otro lugar. No entendía por qué había tantas mujeres invitadas al gran baile. Si los rumores eran ciertos, el jeque buscaba casarse, pero ya tenía treinta y cinco años, y había estado soltero hasta el momento. ¿Cuál sería el motivo para ceder a la tradición y casarse? No tenía ningún sentido.

Como tampoco tenía mucho sentido que ella y sus padres estuvieran allí. Su padre era un hombre adinerado y caía en gracia al gobierno, pero no era un funcionario de alto rango, ni un director. Su madre no trabajaba, pero ayudaba a su padre con la socialización, lo que Sheikha sabía que era una parte muy importante de la vida en...

Igual que en muchas carreras políticas gubernamentales, gran parte del trabajo de los gobierno se realizaba durante los eventos sociales, mediante negociaciones discretas con una copa de vino que terminaban con un apretón de manos.

Aunque aquello no tenía nada que ver con Sheikha. Le resultaba muy extraña la situación cuando nunca había formado parte de esa red social, hasta el momento. Así que los rumores de que el jeque necesitaba encontrar una esposa debían ser ciertos. Puesto que aquella no era una posición a la que Sheikha le interesara. Deseaba darse la vuelta y volver corriendo a su casa, acurrucarse en su cómoda silla y leer un buen libro. Claro que también podría dedicar unas cuantas horas más a estudiar para esa ridícula charada. No quería llamar la atención, quería pasar desapercibida. Estar en segundo plano.

– Papá, necesito ir a tomar un poco de aire, refrescarme – dijo ella y soltó la mano de su brazo antes de que él pudiera replicarle. Sonrió a su madre para tranquilizarla, pero giró sobre sus tacones y se marchó en dirección opuesta.

Detuvo a uno de los sirvientes que llevaban una bandeja con copas de champán; le preguntó dónde estaba el servicio y se dirigió hacia allí lo más rápido posible. Con suerte, podría quedarse en la zona lujosa hasta que acabaran todos aquellos anuncios absurdos.

Sheikha tenía un plan, no muy bueno, pero le permitiría permanecer invisible. Volvió a asomarse al cabo de quince minutos e inspeccionó el pasillo. Allí seguía la gran fila de personas que avanzaban hacia el salón de baile, pero al menos sus padres ya estaban dentro. Eso quería decir que ya no era necesario que la anunciaran, formalmente, a su llegada. ¡Podía ser anónima! Sonrió y volvió a recorrer el pasillo por donde los camareros iban de un lado para otro. Ser invisible sería mucho más fácil si pudiera pasar por la entrada de los sirvientes en lugar de la puerta principal. Dudaba que el jeque y sus séquitos estuvieran esperando al pie de la escalera, saludando a cada uno de los invitados a medida que los anunciaban. Con una sonrisa de deleite, oteó el pasillo, entusiasmada por la idea de haber rechazado al jeque de esa manera. Era poca cosa y hasta insignificante, pero no era buena idea despreciar, abiertamente, a un hombre de tanto poder. Así que esas pequeñas rebeliones eran todo lo que podía ingeniar de forma segura. Se detuvo en la esquina, se giró un poco y miró al gran salón, intentando descubrir si era seguro entrar por ese pasillo o de la mano del ayudante que caminaba a su lado.

La Amante del Jeque - Finalizada - Actualizando (15/04/22)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora