1º • Todo tiene un comienzo •

484 71 18
                                    

Supongo que debería presentarme antes de que todo comience, al fin y al cabo, todo tiene un comienzo y por ende, un final, pero no uno sin el otro. Mi nombre es Eddie, la gente más cercana a mi me llama Ed, podéis llamarme de ambas formas.

Cuando era pequeño, sin saber muy bien cómo, me desperté en una caja de madera, no entendía cómo había llegado allí, tampoco recordaba nada anterior, os podréis imaginar como me sentía, supongo que no era el mejor lugar para despertarse. No sabía donde estaba, encerrado y sin ver en qué lugar me encontraba, pero sí que escuchaba un sonido, agua.

Agua, lo único que podía escuchar era el agua golpeando contra la plataforma en la que debía estar, por que no me tambaleaba por ninguna ola ni nada por el estilo. Comenzaba a agobiarme por momentos, la idea de estar encerrado allí me estaba asfixiando, tenía que buscar una salida. Intenté salir de aquella caja golpeándola a patadas, la madera crujió un poco, pero no lo suficiente. Lanzaba una patada tras otra hacia la pared intentando que esta quebrara y me dejara salir de allí, pero lo único que conseguí fue que unos pasos rápidos vinieran hacia mi. No deberían ser muchas personas, pero no sabía si venían a ayudarme o eran los que me habían encerrado allí.

   -¡Ayuda! -Grité a estos pasos, para que vinieran a ayudarme a salir de la caja- ¡Ayuda, por favor, estoy encerrado en esta caja!

La respuesta que recibí no fue para nada la que yo habría esperado, golpearon la caja violentamente a patadas, riéndose. Golpeé yo también la caja, a modo de respuesta, cada vez me estaba agobiando más estar allí. Volví a escuchar la risa de la gente de fuera, hasta que finalmente se dignaron a articular alguna palabra.

   -Si no te estás quieto, tiraremos la caja al agua contigo dentro, verías como así pegabas patadas- volvió a reír, uniéndose a su compañero.
Aquellas palabras hicieron que un escalofrío me recorriese toda la espalda, tragué saliva. Creo que prefería quedarme quieto, encerrado en la caja a morir ahogado, aunque, viéndolo de ese modo, quizás lo que me esperaba después de la caja era peor que intentarlo.
Supongo que fue por el miedo a quedarme allí siempre, por un instinto que desconocía, o sabe Dios por qué, pero comencé a golpear la caja con todas mis fuerzas, prefería intentarlo a quedarme allí esperando un destino peor.

   -Te hemos dicho que te estuvieras quieto, mocoso- dijo, acercándose lentamente hacia mi.
Noté cómo agarraba la caja y comenzaba a empujarla. El sonido del agua era cada vez más cercano, lo sentía cada vez más fuerte. La madera crujía, vaya si crujía, entre mis patadas y el estar arrastrándola parecía que iba a ceder, pero no lo hacía, yo necesitaba que al menos se quebrase un poco y poder ver si era de día o de noche, o poder respirar algo más de aire. Pero parecía que esto nunca iba a suceder.

   -Me da cierta lástima que estés ahí dentro y que ahora vayas a ahogarte, aunque...no sé qué es peor, así al menos podremos alimentar a los peces - Dijo la segunda voz, riéndose a carcajadas.

   -¡Sacarme de aquí, como no lo hagáis os haré picadillo! - Gritaba, intentando provocarlo. Era mi última esperanza.

   -He de decir que me encantaría verte intentándolo - Hizo una pausa, dándole un pequeño empujón a la caja, el sonido del agua era cada vez más fuerte - Pero no puedo hacerlo, las órdenes son las órdenes.

Me estaba desesperando, pero poco más podía hacer, este hombre me estaba empujando hacia una muerte poco agradable. "Al menos moriría limpio y a remojo", me intenté decir para hacerme reír y que aquello no fuese tan desafortunado, pero lo cierto es que no tenía ninguna gracia. Siempre había tenido un humor bastante especial en los momentos menos indicados.

   -Por favor...no sé ni por qué estoy aquí encerrado...- No me faltaba razón en eso, me había despertado allí sin entender nada. Sólo sabía que estaba encerrado, con dos individuos que me tenían atrapado, uno de ellos empujándome al agua y el otro sin manifestarse demasiado.

   -La verdad es que no se si sería peor que murieses ahogado o que tuvieras que vivir con todo el mundo anhelando tener lo que tú tienes - Dijo, parando de empujar la caja.

Creo que en ese momento no me había percatado de que había parado de empujarme, aquellas palabras se me habían clavado a fuego ¿Lo que yo tengo? ¿Qué tengo realmente? Ahora entendía mucho menos que antes.

   - No entiendo de lo que estás hablando, no sé nada de eso - Dije, haciendo una mueca, intentando pensar qué era aquello a lo que se refería.

Volví a la realidad, me estaba perdiendo demasiado en mis pensamientos y lo que estaba a punto de perder de verdad era la vida.
Me percaté de nuevo del sonido del agua, estaba demasiado cerca, podría apostar con que estaba casi en el borde, a punto de caerme. Tenía que intentar moverme lo menos posible o acabaría ahí abajo.
Llevaba mucho tiempo sin escuchar la voz del segundo individuo, me intrigaba demasiado saber donde y qué estaría haciendo que no estaba allí empujándolo junto a su compañero, al fin y al cabo, eso habían decidido.
Los pasos rápidos del primer individuo alejándose de la caja me pillaron de improvisto, o me tiraban al agua o no, pero no quedarme allí sin saber nada, bastante tenía ya.

   - ¿Refa? - Dijo el primer individuo un tanto alejado de la caja - ¿Donde te has metido, maldito condenado?

   -Tranquilo hombre, tranquilo - Respondió el tal "Refa" mientras se acercaba - Estaba fumando esa cosa que hacen en las fuentes oníricas.

   -El día que los de ese sitio te timen, te vas a acordar... - Dijo la primera voz.

Se escuchó una especie de silbido, seguido de un sonido de algo siendo golpeado contra el suelo, causando un gran estruendo.
Yo no entendía nada, pero el sonido de algo cayendo al agua me dio una ligera idea de lo que estaba pasando fuera.

   - ¡REFA! Vas a lamentar haber lanzado por los aires a mi amigo - Dijo mi captor - No deberías estar aquí, esto no te incumbe.

   - Puede que sí, puede que no, el caso es que estás haciendo algo que no me gusta - Hizo una pausa, con una risa aguda en voz baja - Lo siento mucho.

Tras pronunciar esas últimas palabras, un violento cañonazo procedente de donde estaban ambos, hizo volar la caja donde me encontraba hasta el agua. Grité todo lo que pude mientras caía, después, el agua comenzó a entrar dentro, cada vez más, entrando por todas partes, hasta finalmente cubrir hasta el último rincón. ¿Había sido todo en vano? me pregunté, mientras cerraba los ojos lentamente y me hundía con mis esperanzas, junto a la caja, hasta el fondo del agua.

CaleidoscopioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora