Capítulo 3

629 38 15
                                    

Horas después, mientras la noche empezaba a desvanecerse, una figura familiar apareció en la entrada de la comisaría. Reiji, con una expresión de puro enojo y decepción, cruzó los brazos al ver a los tres en la celda. Tras una breve charla con el oficial de turno, le permitieron entrar. Al verlos, suspiró profundamente, mirando primero a Laito y luego a las dos chicas argentinas.

—Debería haberlo sabido —dijo, con voz tan calmada que resultaba más intimidante—. No puedo dejarlos solos ni un segundo sin que armen un escándalo.

Laito bajó la cabeza, sin decir nada, mientras Anisa y Malika intercambiaban miradas. Malika aún tenía una sonrisa torcida, aunque claramente algo menos desafiante que horas antes. Anisa, por su parte, trató de recomponerse, pero el maquillaje corrido y el peinado deshecho hacían que su intento de lucir inocente fallara rotundamente.

—¿En serio, Reiji? —empezó Anisa, con su tono de sarcasmo habitual—. Si no hacemos nada, también nos retás. Esto fue… una pequeña aventura.

Reiji soltó una risa sin humor, acercándose a los barrotes de la celda.

—"Pequeña aventura", dicen. ¿No se les ocurrió que esto podría causar problemas para la reputación de la familia?

Malika se encogió de hombros, aún con algo de audacia.

—Si querés te pedimos disculpas y listo, ¿no?

—No es tan sencillo —respondió Reiji, abriendo la puerta de la celda con un movimiento rápido—. Van a tener que ganarse el perdón.

Con un suspiro resignado, Reiji los guió hacia la limusina que los esperaba afuera. Durante el trayecto, el silencio reinó, roto solo por algunos suspiros y murmullos entre Anisa y Malika. Sin embargo, ambas sabían que una tormenta de reprimendas y castigos les esperaba una vez llegaran a la mansión.

Ya en el interior de la limusina, Reiji giró su mirada fulminante hacia los tres.

—No habrá fiestas, salidas, ni contacto con el mundo exterior por el resto de la semana. Además —agregó, sacando una lista de tareas—, quiero que limpien el salón principal de la mansión. A fondo.

—¿Limpiar? ¿Nosotras? —Anisa miró a Malika con incredulidad.

—Tranquila, Anisa, no será tan malo —intentó consolarla Malika, pero su sonrisa se desvaneció al ver la expresión seria de Reiji.

—Y esto es solo el principio —continuó Reiji—. Cada error que cometan a partir de ahora será doblemente castigado.

Anisa bufó, cruzando los brazos.

—Bueno, si nos querés tener de sirvientas, al menos danos un cepillo de dientes o algo.

Laito observaba a las dos, tratando de encontrar algo de consuelo en su humor, pero sabiendo que esta vez sí habían llevado las cosas demasiado lejos. Mientras la limusina avanzaba por el camino de regreso, él solo pensaba en cómo el siguiente sermón de Reiji probablemente se extendería por días.

Cuando finalmente llegaron a la mansión, la atmósfera era tensa. Anisa y Malika fueron conducidas directamente al salón principal, donde Reiji les señaló las tareas con precisión casi militar. Laito, resignado, se les unió en silencio.

Anisa, después de unos minutos, rompió el silencio con su sarcasmo característico.

—¿Sabés qué, Reiji? Esto no cambia nada. Vamos a encontrar la forma de divertirnos, aunque sea acá adentro.

Malika, con una sonrisa cómplice, asintió.

—Ya vas a ver, esto es solo el comienzo —murmuró.

Reiji, sin inmutarse, se limitó a decir:

Argentinas en Diabolik LoversDonde viven las historias. Descúbrelo ahora