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Slenderman leía una vez más la carta que había sido traída hacia sus manos unos minutos atrás. Suspiro cansado.

"Ya es tiempo de que los socios nos reunamos una vez mas para reanudar nuestros tratados de paz y conversar sobre los términos necesarios para que estos puedan ser realizados, sin más espero su respuesta".

Leyó una vez más el cansado hombre.

Esa idea no le parecía tan favorable, ya que siempre la firma de algún tratado/contrato terminaba siendo en su morada. Lo cual significaba preparar un banquete, realizar una pequeña fiesta, escuchar las quejas de su gente sobre lo descorteses que eran los invitados y soportar a los estúpidos hijos de los socios.

Resignado a que no tenía otra opción, escribió su respuesta en una hoja color perla que se encontró cerca.

"Concuerdo totalmente, ya casi ha pasa el tiempo límite de los tratados firmados tiempo atrás.
Por su puesto ofrezco mi humilde morada para realizar una pequeña reunión al terminar la firma, pueden llevar cuantos invitados deseen".

Ojala no vengan con sus mocosos –se dijo a si mismo–.

Cansado tomó uno de los sobre que estaban sobre su escritorio y colocó el escrito dentro de esta, sellándolo.

Después la enviaría.

⚪ ⚪ ⚪

Mary Ann, cepillaba su cabello tranquilamente viéndose al espejo, observando el profundo color marrón de sus ojos.

Ella es hermosa, o eso le decía seguido su hermana con su voz llena de envidia. Todos concordaban con Suzy, ¿cómo no sería hermosa con esa dulce mirada que cargaba en su rostro? ¿O con esos labios rosados? ¿Con con la fina y respingada nariz que poseía? ¿Y cómo olvidar esos cabellos marrón que caían sobre sus hombros?

Simplemente encantadora.

Mary Ann, nunca se había interesado por alguien, muchos hijos de los socios de su padre habían confesado su amor por ella, pero sólo los rechazaba, incluso socios habían caído ante su belleza.

–¡Deja de cepillar tu cabello! –exlamó Suzy recargada sobre el marco de la puerta– ¡llevas casi dos horas frente a ese espejo!

–Lo siento, es que no hay nada que hacer en este lugar –dijo– desde que Jean comenzó a interesarse sobre los negocios de nuestro padre me he sentido de lado.

Y era cierto, Suzy vivía fuera de casa, siempre de fiesta en fiesta, rodeada de amigos y diversión.

Su padre, siempre en su despacho hasta altas horas de la noche, y ahora junto a Jean, la última persona que sentía que le quedaba

–La ojiazul rodó los ojos- ¡es por eso que debes conseguir amigos! –Mary Ann bajo la cabeza– ¡o a este paso quedarás calva antes de los 20! –se burló–.

–Es fácil para ti decirlo, tú tienes muchos amigos porque te es fácil obtenerlos, pero yo... ¡sabes que me apena demasiado hablar con la gente! –se sintió avergonzada de si misma–.

Debes dejar esa timidez de lado –dijo y se fue, dejando a Mary pensando en que tal vez debería abrirse un poco más–.

✨✨✨
Mary Ann en multimedia.

REUNIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora