Capítulo 9

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Hashirama ya ni sabía cuanto tiempo pasó desde que fue capturado por los tres menores. ¿Días, semanas, meses o años? Ya no recordaba. Únicamente fue tomado como un juguete sexual para Tobirama y Madara, algo que lo desconcertaba, pero lo que más llamaba su atención era el hecho de que Izuna, quien participó en su captura, no hiciera nada contra él. Tobirama y Madara cada vez que podían le advertían de las acciones que planeaba el menor de los Uchiha, catalogando a ese como La Parca.
 Sin embargo, a esta altura Hashirama no sabía que era mejor. ¿Valía la pena seguir vivo en una situación donde solo era un juguete de placer? ¿Debía mantener este pecado?

Estar encerrado le quitó la única calma que tenía. Hablar con Mito era lo único que lo mantenía acorde luego del brutal accidente en el edificio, donde muchas familias perdieron la vida, entre esas, la suya. Recordó con claridad esa fatídica noche donde una de las calderas del edificio explotó, logrando que el incendio se propagara en la madrugada donde todos estaban dormidos. Una vez que el humo y las llamaradas abarcaron todo el lugar, las personas corrieron por su vida por las escaleras buscando la salida más cercana, todos menos su familia. Recordó que su padre lo levantó rápidamente a él y a Tobirama, mandándolos con su madre, quien se encontraba en la puerta esperándolos para huir. Su padre fue rumbo a la habitación de los menores, Kawarama e Itama, los cuales sacó de la misma con facilidad. Estuvieron a punto de escapar hasta que el techo cedió y los escombros cayeron sobre ellos. Todavía recuerda a su madre desesperada, gritando de agonía mientras iba a los escombros y buscaba sacar a los tres de los mismos. El humo cada vez era más pesado, agobiante. Hashirama le rogó que los dejara, que tenían que huir de allí porque ellos tres ya no tenían esperanzas. Él se dio cuenta de que los escombros eran sumamente pesados para ella, pero no quería asumir la realidad. Ese día no lo pensó y tomó a Tobirama en brazos, corriendo con él por todas escaleras.
Cada noche en su calvario, cada vez que trata de dormir, rememora ese fatídico día.

A veces se preguntaba si Mito o los demás que lo conocían se darían cuenta de su desaparición. Su mente vagaba por todos sus recuerdos, reflexionando en diversas cosas. Día a día fue así hasta que sintió que se corrompió.
Si nadie más notó su desapareció, significaba que no les importaba a ellos, solamente tres personas lo valoraban: sus captores, ¿así deberías llamarlos?

 Su mirada se centró en la puerta que se abría, mostrando allí a Izuna, quien entraba con calma a la habitación. Una sonrisa de sadismo y lujuria decoraba el semblante del menor, el cual caminó hacia el moreno, donde allí, se inclinó para besarlo en los labios. Hashirama no correspondió. El moreno pensó que Izuna sería igual que los otros dos, pero este, con agresividad, lo amenazó a muerte. El moreno recapacitó la amenaza hasta que cedió, correspondiendo el beso del menor de los Uchiha. Izuna mostró una navaja que traía oculta en su manga diestra, pasando peligrosamente el filo de esa muy cerca del cuello del Senju.

—Muy bien, Hashirama. Corresponde o mi navaja marcará tu hermosa piel —canturreó el menor con un deje de maldad.

Tras decir esas palabras, el menor nuevamente lo beso y Hashirama correspondió sin dudar.Esa misma navaja comenzó a destrozar la ropa del mayor, dejando al moreno desnudo para el menor. Este último fue quien rompió el beso y se relamió mientras examinaba con su mirar todo el cuerpo de Hashirama. De pronto, Hashirama vociferó un gran grito de dolor. Izuna comenzó a provocar diversos cortes superficiales en el cuerpo de Hashirama, principalmente en el tórax y en el abdomen, así marcando lo que era suyo.

»Amo esos sonidos que haces, ¡en especial cuando tiñes todo de tu bello carmesí! —exclamó Izuna, quien siguió realizando varios cortes hasta que llegó por debajo del ombligo, donde allí afianzó su agarre en la navaja e incrustó la misma en el muslo derecho del moreno. 

Hashirama nuevamente gritó de agonía. No pudo aguantar y permitió que un par de lágrimas cayeran de sus ojos. 
Izuna simplemente se mofó sin importarle el dolor ajeno. Mantuvo la navaja incrustada en la pierna adversa y se acomodó para llevar el miembro viril de Hashirama a su boca. Poco le importó la comodidad del mayor, simplemente se dedicó a chupar, lamer y succionar hasta que Hashirama no soportó y se corrió en su boca. 

El menor tragó todo lo que pudo del esperma del mayor. 

»Nada mal, Hashirama —alagó Izuna—, ¡eres tan delicioso! Sin embargo, te advierto que yo no soy como ellos. Yo solo quiero verte llorar. Quiero ver como tiñes todo de carmesí. 

Hashirama simplemente tragó saliva y cerró los ojos, esperando lo peor.

(...)


Después de varios minutos, la piel de Hashirama se encontraba repleta de mordidas, chupones, lamidas y tenues heridas en su cuerpo. Los brazos y músculos poseían diversas heridas profundas, específicamente apuñaladas provocadas por la daga ajena.
El menor ya no se encontraba allí y para suerte del moreno, quedó completamente solo, pero destruido en todo sentido. 
Izuna fue astuto y aprovechó el pequeño desespero del mayor para recordarle cuan solo estaba. Que nadie se importó de su desaparición y que solo ellos tres podían cuidar de él. Una y otra vez repitió esas palabras mientras lo torturaban.

Mientras se sumía en sus pensamientos, tres siluetas se adentraron a la habitación. 

—Es un milagro que no lo mataras, Izuna —dijo Madara mientras se cruzaba de brazos. 
—Oh, vamos. No soy tan cruel como me tachan. Solo le recordé su lugar —respondió Izuna mientras comenzaba a reír. 
—Hermano, tenemos una propuesta para ti —dijo Tobirama con seriedad.

Las palabras de Tobirama provocaron que Hashirama abandonara sus pensamientos y se concentrara en los tres menores.

—¿Cuál? —preguntó Hashirama con un tono cansado y su mirada bastante muerta
—Podemos dejarte salir, pero con una condición —musitó Tobirama—, tendrás que cumplir tres de nuestros caprichos. 

Hashirama mostró un semblante de desconcierto. 

—Número uno, estarás en una relación únicamente con nosotros —dictó Madara. 
—Número dos, solo estarás sexualmente y románticamente con nosotros tres —dijo Izuna. 
—Y número tres, no puedes aceptar a nadie más que a nosotros —Finalizó Tobirama.

Hashirama estaba desconcertado. Tendría que cumplir una especie de poligamia o relación abierta con ellos tres, siendo uno de ellos su propio hermano, ¿pero a qué costo?
Podría tener libertad, podría volver a su vieja vida que intentaba construir y seguramente no tendría las pesadillas que siempre lo carcomían. Incluso se atrevía a pensar que los tratos recibidos cambiarían.
Solamente era cumplir las peticiones de esos tres. De los únicos que se preocuparon por él. 

El silencio reinó por la sala hasta que Hashirama por fin tuvo una respuesta.

—Acepto. 

Izuna se acercó con parsimonia y desató al mayor, dedicándole a ese una traviesa sonrisa, la cual el moreno devolvió con una muy ligera. 
Ya no era el mismo después de lo sucedido. 

—Buen chico —alagó Izuna y luego le otorgó un beso al mayor en los labios, sorprendiéndose al ver que el mayor lo correspondía sin rechistar. 

Tanto Tobirama como Madara también se acercaron para luego recibir un respectivo beso del mayor, permitiendo que ese se levantara y saliera para buscar vestimenta en su propia recámara. 
No obstante, los tres se sorprendieron al ver que en pleno camino Hashirama frenó su andar.

—Yo... —Comenzó a hablar el mayor—. De verdad, los amo demasiado a los tres. 

Los tres menores se sorprendieron ante la declaración, pero en el fondo estaban muy alegres de lograr que, por primera vez, Hashirama los viera más que hermanos.

—También te queremos, Hashirama —respondieron los tres al unísono.

El moreno, ahora sabía que sobre las manos de los menores, entregó su vida a un desquiciado amor, pecador e impuro amor.

Onii YuukaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora