CAPÍTULO 1

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No era un domingo como los demás, era especial porque al día siguiente iba a comenzar una vida nueva, con un nuevo trabajo, lo cual la emocionaba y también la asustaba. Por eso estaba tan inquieta que no podía parar, y cuando la llamó Sara para que repasara con ella su declaración Alejandra accedióa ir a su casa. Asi se distraería. La mujer estaba muy asustada.  Tras dos horas y cuatro cafés, seguía nerviosa.

-Vamos, Sara, sólo es una declaración, no debes temer nada.

-Pero él estará allí...

-Si, pero declarará después, no tendrás que verlo; tú entrarás conmigo y con el fiscal, que ha sido muy amable viniendo con nosotras. Me han hablado muy bien de él. Bueno, tú ya lo conoces. También estarán su abogado y, claro, el juez. Pero tienes que estar tranquila; tú dices la verdad y todas las pruebas te dan la razón. Tienes todos los recibos que él no pagó, el burofax que le enviamos avisandole para que lo hiciera y del que pasó olímpicamente... No hay problema, es un caso sencillo. Ya lo verás, todo irá bien.

- De acuerdo, pero estoy muy nerviosa, no puedo evitarlo.

-Es lógico.- Alejandra miró el reloj de la pared, cuya aguja se había puesto en las ocho-. Ya es tarde, debo irme. Nos vemos mañana en el juzgado, a las nueve. Sé puntual.

- No voy a poder dormir en toda la noche.

- Procura hacerlo. Mañana tienes que estar fresca y descansada.

Alejandra tomó la mano de Sara y la apretó entre las suyas. Era cierto. La pobre temblaba como un pollito mojado, y si eso le sucedía ahora, ¿ en que estado llegaría a la declaración? Se dieron un par de besos y Alejandra se marchó. Bajó despacio las escaleras y salió al frío de la noche.¡Pobre Sara! Una viuda con cuatro hijos y ganaba apenas el salario mínimo y que, para compensar su escaso sueldo y su aún más escasa pensión de viudedad, tenía el dinero que le reportaba el alquiler de esa casa. Y el caradura de su inquilino lleva varios meses sin pagar el recibo de la luz: tres mil euros que la compañia le reclamaba a Sara, que era la titular del contrato. Como era una caso fácil, se lo habían asignado a ella. ¡Su primer caso! Otros muchos la esperaban sobre la mesa de su despacho, pero ése era ahora la prioridad.

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