1. Caminando de noche.

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Las manos le temblaban mientras trataba con toda su fuerza de decidir qué hacer. No sabía quién era él, cuál era su nombre o porqué hacía lo que hacía en ese momento. El hombre le había salido de frente al final de la calle y ahora se aferraba a su mano con una fuerza exorbitante mientras que con la otra mano, firme y arrugada, sostenía un cuchillo enorme apuntando a su costado. Mientras su pecho subía y bajaba ella pensaba en qué hacer, en si podría zafarse y correr. No sabía si el hombre de mirada perdida era fuerte o rápido, pero ella con tanto miedo tropezaría, se caería y entonces él vendría tras ella para matarla. Estaba claro, iba a morir.

Recordaba tiempo atrás, cuando luego de confundir truenos con disparos, que se había enterado de la muerte de un vecino suyo en plena calle –por una discusión con el ex marido de su mujer–, pobre hombre, ni tiempo le habían dado de hablar en su favor. Ni que decir de aquél conocido que había amanecido putrefacto en una zanja luego de un día de lluvia, hinchado casi deforme y con el pecho abierto por las puñaladas de un proveedor de droga insatisfecho. Pero ahora sería ella, otra fulana muerta. Asesinada de la misma forma; de noche en plena calle. Donde nadie vería nada.

¿Por qué demonios pensaba en eso justo en ese instante? ¿Dónde estaba su instinto de supervivencia? ¿Qué...?

Sus pensamientos se cortaron de golpe y tuvo que reprimir un grito agudo. Primero fue el sonido y luego la humedad de algo caliente contra su cuerpo, sin embargo el dolor nunca llegó. Por el contrario, el cuerpo del hombre loco con sus ojos vidriosos fue el que cayó al suelo, casi sobre un hueco en el pavimento donde la sangre empezó a cubrirlo todo. Se había apuñalado él sólo y su mano aún seguía prensada en la muñeca de la chica que sólo pudo dejarse caer de rodillas junto al hombre. Sangre salía de entre sus costillas, sangre se regaba por la calle, sangre se colaba entre sus dedos que a tiendas intentaban presionar la herida. Pero era tarde, no era estúpida y sabía que el hombre se moría sin soltarla todavía. La calle seguía oscura y la noche era silenciosa, habría pensando que aquello era una pesadilla pero tenía frío, tanto frío que su cuerpo temblaba sobre el charco de sangre que emanaba del hombre muerto. Ella no sabía quién había sido, porque la había detenido en la calle y cuáles eran sus motivos; pero ahora comprendía que estaba muerto al sentir como se lograba quitar la mano inerte de encima y entre lloriqueos silenciosos admitió que ese cadáver, ese feo e insignificante cuerpo pudo haber sido ella en su lugar.

Y eso le pasaba por tonta, por caminar sola de noche, por no tener idea de cómo manejarse en un mundo donde los locos son los cuerdos y todos los cuerdos ya están muertos.

Autora: Leyna-Mei06

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Autora: Leyna-Mei06

Editado por: Flacorayado

De escalofrío. (Edición Especial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora