Fría tarde de diciembre y Daniela camina desde el trabajo hasta su casa. Va con las manos en los bolsillos, procurando mantener el calor de sus manos, y con la mirada dirigida hacia el suelo. Quién la viera y quién la ve ahora.
Daniela era una chica sonriente, alegre, que siempre estaba animada. Contagiaba su felicidad a todo aquél que se encontraba cerca de ella, y su risa daba vida a más de una persona. Era espontánea, extrovertida, sincera y decidida. Daba todo por sus amigos, y si se metían con alguno de ellos, ella era la primera en defenderlos.
Era. Ya no lo es. Va a ser verdad eso que dicen que cuando alguien cambia es por lo mucho que sufrió anteriormente.