Ella era pequeña, tenía unos hermosos ojos azules que asemejaban un lago de cristal. Una piel de porcelana, sus pequeños mechones rubios caían sobre su frente como el agua de una cascada.
Ella era hermosa, todo el pueblo la amaba y la conocía. Siempre llevaba una sonrisa amplia y alegre en el rostro y todos sabían que con ella podrían llorar abiertamente y los iba a apoyar.
Victoria, ese era su nombre, sus padres siempre supieron que ella tenía una misión importante en este mundo; pero el destino les deparaba algo diferente.
Sus primeros años de vida siempre fueron alegres y llenos de vida. Su padre siempre le decía antes de irse a dormir:
-Antes de tumbarte a la cama recuerda amarte a ti misma- hablaba con ese tono tan suave de su voz y demostraba todo el amor que llevaba en el corazón, su mirada era tan dulce y especial que sentía que a su lado siempre estaría protegida. Después de darle un beso en la frente apagaba las luces de su recámara rosada y pintada de estrellas, para marcharse con su esposa y reponer energías para el día siguiente.
Y así pasó el tiempo, 5, 10, 12 años. Victoria crecía y tomaba los mejores valores de sus padres y de todos los que la rodeaban. Aunque no era una chica como las demás, tenía algo que brillaba en ella y la hacía especial. Esa mirada dulce seguía en ahí y cada vez se hacía más fuerte.
Un día salieron ella y su padre a un jardín no muy alejado de casa, en su pueblo había tantas maravillas que cada día se podía descubrir algo nuevo. El jardín que visitaron era muy extenso, sobre el verde pasto había muchas flores color rosado pastel, volaban por todos lados mariposas de colores, los rayos del sol iluminaban y le daban un brillo hermoso. Sin duda ese sería su lugar favorito, a pesar de estar oculto era hermoso y lo podría compartir con su padre. Se sentaron a la sombra de un árbol alto y frondoso mirando la belleza del lugar y lo hermoso que lucía. Pasaron las horas pero ahí parecía no pasar el tiempo, hasta que Victoria calló dormida sobre el hombro de su padre. Soñaba y pensaba en ese lugar en el que siempre quería estar, hasta que se despertó.
-¿Victoria? Hija despierta, ya es tarde y mamá se puede asustar- dijo con un tono dulce levantando su cabeza de una forma delicada y suave. Su padre la trataba como si fuera una princesa, una muñeca de porcelana.
-Si padre, vamos a casa- dijo levantándose del suelo. Al terminar de dar un gran bostezo y estirar sus piernas se marcharon. Dando un último vistazo a aquel lugar tan bello, que ahora estaba obscuro pero para Victoria seguía siendo hermoso, ahora era el lugar de ella y su padre.
Caminaron tranquilamente por la calle hablando del futuro, de cómo iban a estar siempre unidos, ahora eran más que familia, ahora era Victoria y su padre juntos contra el mundo. Por toda la eternidad.
Al llegar a una esquina la calle estaba cerrada por reparaciones para evitar accidentes, así que tomaron un atajo. Nunca habían pasado por aquel pasadizo, era obscuro, tenía un olor extraño y se escuchaba el agua gotear, apenas se veía por donde caminabas, en las penumbras se notaban los cestos de basura y varias bolsas fuera de ellos, aparte de ser un lugar obscuro y de pésimo olor, tenía algo de tétrico y escalofriante. Victoria tenía miedo, no le gustaba estar ahí, al parecer su padre notó su preocupación y la sujetó de la mano. Se puso delante de ella, nunca iba a olvidar esa imagen, Él era muy alto y sus ojos eran iguales a los de Victoria, su cabello era un poco más obscuro pero todos sus rasgos eran finos. Lo que más le gustaba era su aroma, era extraño pero le gustaba.
-Tranquila Vic, todo va a estar bien, cuando menos lo esperes vamos a estar en casa con...- Se escuchó un estruendo fuerte y sonoro cual estallido que retumbó en los oídos de Victoria, la mirada de su padre de repente era vacía, como si nada estuviera en su alma. Su cuerpo dio un pequeño salto hasta que calló a los pies de Victoria, lentamente sus ojos se cerraban y se veía el trabajo que le costaba respirar, Victoria no sabía que era lo que pasaba solo veía la mancha de sangre grande y obscura que cubría el pecho de su padre, por más que trataba de reanimarlo no lo conseguía. Había sido un disparo que provino a espaldas de Victoria cerca de la entrada del callejón; al caer al suelo solo se escucharon unas pisadas sobre el agua corriendo al otro lado. La desesperación y el miedo la invadieron, sentía como su cuerpo se volvía frío y las lágrimas de lamento y confusión iban a salir por sus ojos. Colocó como pudo el pesado cuerpo de su padre en sus piernas mientras trataba de reanimarlo, se acercó y tomó su rostro delicadamente entre sus manos.
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Vacío
Short StoryPerder todo en un momento es...extraño. Cuando sucede sientes como si acabaras de bajar de un juego como los de la feria que te dan vueltas de cabeza, sientes como tu corazón palpita más y más lento hasta que caes al fondo de un universo desconocido...