"... Varios años después,
en algún lugar de Madrid.Stephan y Clarissa caminaban con prisa a unos metros de mí.
- Fran, si no te apuras no llegamos. - Advirtió mi hermana menor de ocho años, volteando a verme de reojo.
Stephan dejó salir una risa mientras también tomaba mi mano y me obligaba a caminar más rápido.
El cine estaba colapsado ese día, seguramente por el estreno de una esperada película infantil que yo desconocía.
- Tres entradas. - Pidió Stephan al chico que estaba detrás del mostrador. Él pagó y se dirigió hacia la barra de pochoclos y dulces junto a Clarissa.
Me quedé inmóvil donde estaba mientras los espraba, no estaba interesada en venir al cine el día más caluroso del verano, no teniendo tanto trabajo que hacer en casa.
Sentí como tiraban del pantalón que llevaba puesto, obligándome a bajar la mirada y encontrarme con un niño de, más o menos, cuatro años.
- ¿Y papá? - balbuceó.
Doblé mis rodillas para quedar a su altura, sólo así noté que estaba llorando.
- Tranquilo, - le sonreí. - vamos a encontrar a tus papás. ¿Cómo te llamas?
Él se hizo espacio entre sus sollozos y respondió: - Gianfranco.
De alguna manera, ese nombre revolvió todo mi interior. No, no podía ser.
Comenzaba a desesperarme a medida que el llanto del niño aumentaba, varias personas se nos quedaban mirando, hasta que la voz preocupada de una mujer llamó la atención de ambos.
- ¡Bebé! - gritó - Nos asustaste mucho, ¡te dije que no te alejaras de nosotros!
El rostro de la madre del niño se me hacía familiar, pero eso no fue nada a comparación de lo que vino después.
- Ya está, Nati, Franco está bien.
Su voz me causó innumerables escalofríos en cortos segundos que, para mí, fueron horas. Sus ojos chocaron con los míos, quitándome en poco aire que estaba tratando de contener.
- Francisca.
Mierda. Había cambiado, pero al mismo tiempo no. Mi nombre se oía tan bien saliendo de sus labios, tanto como el día que nos conocimos.
La rubia dejó de ver a su hijo para concentrarse en nosotros, alzó una ceja antes de decir: - ¿Se conocen?
- Salía con mi hermano.
Eso dolió, más de la cuenta.
- Ah, - sonrió la que, seguramente, es su esposa. - voy a comprar los boletos mientras ustedes se ponen al día. Vamos Franco.
Los seguí con la mirada hasta que se detuvieron junto a Stephan y mi hermana, quienes habían sido olvidados por mí en los últimos minutos.
- Así que, - comenzó, volviendo a erizar mi piel con sólo escuchar su voz. - ¿cómo estás? No te veo hace...
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Selfie|g.simeone|
FanfictionDonde la edad y los kilómetros son sólo números. [idea original por @sivantropic]