I. Larga vida a la Familia Kyir

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Ciudadela de Aedon, Asentamiento de Reyes, Pethon.

Jaemi reposaba de pie, con una brillante tiara de oro resaltando su cabellera gris. La larga túnica rígida del mismo color del cabello alcanzaba sus pies y unos centímetros más abajo. Su rostro de piedra continuaba cubriéndose de hollín, pero nadie acudía para apagarla. Su Majestad, o como muchos le llamaban, el Rey de las Lágrimas, permanecía limpiándolas con sus muñecas, cuando llegó Sir Lerray Kyir junto con su hermano menor Sir Tinrad Kyir. Ambos con capas empapadas en las manos.

"Su Majestad, tenemos que irnos del castillo. Está ardiendo y si no salimos, los tres moriremos." El mayor de los dos, Lerray le tendió la capa al Rey. El Rey Zheyrd Kyir, Titular de la Corona, Luz de Primavera, recordó cuando se puso por primera vez la pesada corona de oro sobre la cabeza, y casi le pareció que fue ayer. Aquellos días de gloria, cuando hubo desplazado por completo a la familia de tiranos.

"Lerray, Tinrad, dejadme solo. Dejadme morir entre las llamas, dejadme morir entre mi esposa y mi hija a las que no pude proteger." Zheyrd hizo una gran referencia al título despectivo que le habían nombrado tiempo atrás.

Pasaron varios minutos y no lo pudieron sacar con palabras, pero sus hermanos no estaban dispuestos a dejarlo ahí. Jaemi seguía ardiendo junto con su madre, y su rostro deformado apenas parecía humano. Pedazos de piedra comenzaron a caer sobre el duro piso de piedra cubierto con telas rojas, las ventanas de cristal reventaban a sus espaldas lanzando escombros. Un momento después, Sleena cayó de frente, haciéndose pedazos irremediablemente, cosa que Zheyrd no pasó por alto. "No puedo proteger siquiera a un pedazo de roca..."

Ambos caballeros sentían el calor dentro de las armaduras. El humo comenzaba a hacer escocer sus ojos. Los estruendosos sonidos de las piedras junto con los soportes derrumbándose por aquí y por allá asustaron a Tinrad, lo que lo hizo lanzar su capa mojada a lomos del Rey, intentando apremiarlo. Pese a todo, él se resistía a salir, y sintió que su vida perdió el sentido al ver que todo por lo que había trabajado se venía abajo.

"Zheyrd, os hablo de hermano a hermano. Sois sangre de mi sangre, y no permitiré que termines con tu vida de esta manera." No había mucho que pudieran hacer en ese momento. Morir adentro, morir afuera, ¿cuál era la diferencia? La familia Uwor esperaba con los brazos abiertos la salida triunfal del Rey Zheyrd. "Recordad que vuestro pueblo os protege, vuestro pueblo os ama, vuestro pueblo jamás permitirá que Lord Uwor termine con tu reinado, pues todos estos años que habéis reinado han sido años de gloria para el Reino."

Lerray tenía razón, y al decir eso no sabía si prefería salir por la puerta para combatir las espadas de los Uwor, o morir quemado. Ya todo estaba perdido. Zheryd sintió melancolía por sus dos hijos a quienes jamás volvería a ver. Recordó los días cuando llevaba a Lhas y a Ghar de caza al bosque, para que Jaemi se deleitara con su gusto por el arte culinario en las cocinas del castillo. Pudo escuchar de nuevo las palabras de Sleena en sus oídos cuando le espetaba cuán peligroso era llevar a sus hijos de caza. A Jaemi le encantaba ensuciarse las manos en el lodo, pero sobre todo, en la grasa. >, escuchó en sus adentros, pues en ese momento nada hacía que el Rey se sintiese más orgulloso. Lhas capturó su primer conejo con el arco cuando apenas tenía siete años. Ghar mató al primer bandido a los doce.

"Uwor me rebanará afuera, Lerray." Replicó. "Me matará antes de que desenfunde la espada."

"Será mejor que nos vayamos de aqui, pues hoy no será Uwor quien te rebane. Zheyrd, escapemos. Escapemos de este Reino y no volvamos jamás. Os cambiaréis el nombre, cambiaréis vuestro aspecto y jamás dirán que alguien vio a Lord Zheyrd Kyir en persona. Estoy seguro, por los dioses seguro que el pueblo desplazará a Uwor del Trono. Habéis nacido para sentaros en él." Pero para los oídos del Rey, fue un simple >. La poca familia que le quedaba estaba ahí con él, esperando su decisión. Los Misterios de Espadaoscura serían leales a su noble hasta su muerte, y si el Rey ordenaba que se quedasen dentro del castillo en llamas, ellos habrían de obedecer por juramento.

>. Se limpió las lágrimas del rostro, cubriéndose con la capa empapada, corriendo hacia la salida secreta del trono. Presionó un pequeño interrumptor detrás de la gran silla de oro, haciendo que una pequeña loza se desplazara. Su Majestad la movió a un lado para permitirles el paso y comenzaron a descender. Primero bajó Zheryd, después Lerray. Antes de llegar al fondo, el caballero mayor escuchó el ariete derrumbando la puerta. Lo último que vio antes de escuchar la puerta derrumbarse, fue la luz, junto con su hermano menor que de una patada cubrió la salida secreta, ocultándola de la vista de los invasores. Los hombres de Uwor habían alcanzado al caballero menor antes de que descendiera. La primer reacción de Lerray fue cubrirle la boca al Rey, quien de seguro emitiría un estruendoso grito que los delataría. Comenzó a llorar sin desconsuelo.

"Mi hermano, mi hermano, mi hermanito." Sollozaba enérgicamente.

"¡Calla ahora, Zheyrd! También era mi hermano. Pero no es momento de flaquear, es momento de escapar. Tenemos que ser fuertes, ahora no gobernáis. Ahora sois gobernado. De ahora en adelante no sois más que un campesino."

Zheyrd se inculpó a si mismo de la muerte de su hermano menor. Si no hubiese tardado tanto en su decisión en la Sala del Trono, probablemente su hermano seguiría vivo. O con ellos. Era difícil determinar si los Uwor lo matarían al momento de ver el blasón de su armadura, aunque también podrían ser inteligentes y retenerlo para interrogarlo, pero de algo estaba seguro: no vería a su hermano pequeño nunca jamás. Al salir por una pequeña compuerta que daba al bosque, Lerray decidió enterrar su armadura, así como toda su ropa dentro de la tierra. Exhortó a su hermano a que hiciese lo mismo. Se lavaron desnudos en el pequeño riachuelo para que los perros no pudiesen seguir el rastro de su olor. Zheyrd tomó el puñal en su mano izquierda y de un corte certero cortó su larga barba, antes de afeitarse la cabeza. Dejó algunas cicatrices en su rostro para deformarlo.

Campesinos, soldados al mando de la Familia Kyir, trabajadores, panaderos, mujeres, herreros y todo tipo de personas creaban un barullo estruendoso afuera de la Ciudadela de Aedon, ahí, donde Zheyrd había ejercido su poder. Las piedras retumbaban en los cascos de los soldados de los Uwor como armas improvisadas, pero las espadas eran más filosas y los ríos de sangre corrían a lo largo de la muralla. La masacre tuvo lugar justo en el puente levadizo de la Ciudadela de Aedon, pues el pueblo aclamaba a su Rey legítimo. >, gritaban los ciudadanos al tiempo que marchaban contra los hombres en armadura. En número eran más, pero un soldado disciplinado vale por más.

Desde lo alto de las colinas Zheyrd lanzó una última mirada a lo que alguna vez fue suyo. Y vio el fracaso en las llamas. Comenzaba ya a anochecer, notándolo por la piel de gallina en su piel desnuda. El frío lo sacudió un poco, pero no podían detenerse en ese momento. Seguro los estarían buscando. En un último estruendo, observó la Ciudadela de Aedon caerse sobre su propio peso, levantando una nube de escombros junto con gritos de terror. Las gárgolas caían al suelo, inmutables, aplastando a unos cuantos hombres, sin discriminar amigos de enemigos. El Torreón de Nochefuria no soportó la fuerza imparable del fuego tampoco. 

"Se acercan tiempos de fuego y lágrimas, Majestad. Tiempos negros." 

"No me llames de esa manera. Tengo de Majestad lo que tú de caballero." Zheyrd cubrió su miembro cuando Lerray lo miró, y él soltó una risa. "No veo porque has de reir, me han destronado, me han despojado de todos mis bienes."

"Eso es lo que me parece gracioso." Continuó. "Tú sin corona pero te tapáis el miembro para que yo no lo vea por verguenza, cuando debería darte verguenza que los Uwor te desplazaran." Al principio pareció una broma, pero su tono de voz se transformó en uno serio.

"Regresaré con espadas, y yo mismo seré quien recupere mi Trono." Una astilla le lastimó el pie al pasar por encima de ella. Lanzó una maldición y continuó caminando. A diferencia de Zheyrd, su hermano no era tan pudoroso.

Se preguntó acerca del Gremio, que tanto estaba detrás de él, cazándolo, observándolo. Un ghoko fue quien mató a su hija.

También dudó acerca de su hermano por un momento, pues los miembros del Gremio hacían todo tipo de juramentos con tal de poner en marcha sus fechorías. >. Y así, caminaron hasta el anochecer, siguiendo el curso del río hacia el oeste.

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⏰ Última actualización: Apr 14, 2015 ⏰

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