Era una sensación extraña, estaba muy concentrada en la charla cuando inició, esa certeza de que algo no andaba bien, había leído al respecto, algo sobre el sistema de percepción subconsciente o algo por el estilo, el punto era que sabía que había algo inusual en el ambiente. Miró a su alrededor en busca de lo que causaba su incomodidad, en el primer análisis no encontró nada fuera de lo común y pensó que tal vez se lo había imaginado, no es como que eso fuera algo inusual en ella, pero inmediatamente se concentró de nuevo en la charla, regresó, le parecía familiar la sensación pero no lograba identificarla, por instinto volteó y se encontró con unos penetrantes ojos azules que la miraban fijamente, eso era, alguien la observaba, de allí venía la alerta, miró el rostro de la persona que la observaba y no pudo reconocerlo, pero aún el joven, bastante apuesto, aunque varios años menor que ella, se supo descubierto no aparto la mirada, no sonrió, no hizo ademán de notar que ella le había sorprendido infraganti, eso la hizo pensar que tal vez no era a ella a quien observaba tan intensamente, tal vez ella solo quedaba en su línea de visión, esto la tranquilizo por unos minutos y hubiera dado por zanjado el asunto si la misma mirada no hubiera permanecido fija durante el resto de la charla, lo cual hizo que le costara bastante mantenerse del todo concentrada aun a pesar de que el tema era para ella de sumo interés.
Al finalizar, estaba un poco exhausta por toda la concentración que tuvo que emplear para no mostrar su turbación por la mirada de este hombre; se sentía un poco tonta por permitir que una mirada, que no iba dirigida a ella en primer lugar, le afectara tanto la concentración, aunque resultaba lógico, se dijo, ya que hacía muchos años que nadie la miraba a ELLA de esa manera, ella era ya una mujer, una señora, según las consideraciones de muchos, recién cumplió 41 años, tenía dos hijos, el mayor tenía 21, estudiante de derecho de una reconocida universidad y el menor, ya iba a cumplir los 20 años, trabajaba en una reconocida empresa financiera, manera por la cual se costeaba sus estudios en esa misma área; sabía que había hecho un buen trabajo con ellos, eran hombres responsables que sabían exactamente lo que querían, y lo que no, de la vida.
Ella vivía sola en esta ciudad, no era su país natal pero le habían hecho una oferta tan tentadora que no pudo negarse; una ciudad pequeña, como siempre lo había soñado, acogedora, un empleo impartiendo clases, que siempre había sido su pasión, un salario impresionante y los costos de vivienda y salud cubiertos, no se podía pedir nada mejor; lo consultó con sus hijos y ellos le habían apoyado, ya no vivían con ella y el mayor, que era el único que aun necesitaba de su ayuda económica, no necesitaba que estuviera cerca, para eso existían los bancos y todos los asuntos de la modernidad. No había encontrado ninguna objeción para aceptar el empleo, se sentía a gusto en su departamento, pero no podía evitar la sensación de vacío, tenía más de 15 años divorciada, y se había dedicado a educar a sus hijos y a trabajar para darles lo mejor, y ahora que ya no los tenía cerca, no sabía qué hacer con tanto tiempo libre, siempre le había gustado leer y la jardinería y estaba consciente de que esas no eran, necesariamente, actividades para hacer en pareja; siempre quiso, de una forma u otra, tiempo para sí misma, pero ahora que lo tenía no sabía qué hacer con él, aun faltaba una semana para el inicio de la docencia y le parecía que era una espera interminable.
Por algún motivo esperó que el joven se acercara a hablarle al terminar la conferencia pero no lo hizo, esto, muy a pesar de sí, la decepcionó un poco, pero se marchó sin pensar demasiado en el hecho, de igual manera sabía que esa noche era algo que no podría sacar de su mente.
Los días se fueron sucediendo como una película, una larga, lenta, aburrida y tortuosa película, y sus nervios y ansias, que crecían a partes iguales, la iban devorando poco a poco. No sabía con que se encontraría en su nuevo empleo, era un país diferente, costumbres diferentes, nada de vidas agitadas ni de personas groseras, la gente era tan amable en esta ciudad que la hacía sonar grosera para sí misma cada vez que abría la boca. Le dio infinitas gracias al cielo porque ya era domingo y al día siguiente iniciaría la jornada laboral, iniciaría la docencia e iniciaría su nueva vida; ya conocía casi en su totalidad el recinto de la universidad y a la mayoría de sus compañeros de trabajo para los próximos años y les parecían, al igual que el resto del pueblo, personas muy centradas, educadas, amables, no especialmente cálidas, pero tampoco es como que tuviera un buen ejemplo de su ciudad anterior.
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Fuego de Invierno
RomanceA todos nos ha pasado que sentimos una mirada penetrante a nuestras espaldas, solo que no a todos nos ha tocado la suerte de encontrar amor en esa mirada.