Escuché como las hojas secas se rompían bajo los pies de alguien que parecía estarse acercando aunque no le tomé mucha importancia y permanecí con los ojos cerrados y, así mismo, me quedé acostado en el piso.
De repente, el sonido por fin se detuvo.
Suspiré ligeramente, había perdido la noción del tiempo apenas me había acostado por lo tanto no sabía qué hora era ni cuánto tiempo llevaba en esa posición.
Lentamente empecé a abrir mis ojos intentando acostumbrarme a la poca luz que había a mí alrededor. Estiré mis brazos y me senté poco a poco aun ligeramente adormilado.
— ¡Hola! —Prácticamente gritó la chica que se encontraba sentada frente mío
— Eh...—Le miré ligeramente confundido. — ¿Hola? —Dije finalmente dudoso,
hasta ese momento ni siquiera había notado su presencia.— ¿Cómo te llamas? — Preguntó sin dejar de mirarme con una gran -y ligeramente, molesta- sonrisa, mientras tanto yo simplemente me ponía de pie.
— Ricardo. —Murmuré con notoria molestia.
— ¡Lindo nombre! —Exclamó. — Yo me llamo Alice. — Una nueva gran sonrisa iluminó su rostro. Sin decir nada sacudí mi ropa intentando deshacerme de los restos pegados de hojas y me di vuelta empezando a caminar.
— ¡Espérame! — Gritó corriendo hacia mí. No me detuve, ni siquiera me giré, solo escuché sus pasos acercándose. — No me dejes atrás. — Dijo una vez a mi lado mientras hacía pucheros.
— ¿Por qué me sigues? — Le pregunté molesto mientras metía mis manos a mis bolsillos. Era un día frío que quería disfrutar tranquilamente caminando solo a casa sin embargo, no podía debido a su insistente compañía. Ella se encogió de hombros restándole importancia.
— No lo sé. — Dijo con una sonrisa inocente. — Me caes bien. —
Después de eso no dijo nada más, permaneció callada lo que restaba del camino aunque, claro, aun así llevaba la misma sonrisa de todo el rato consigo.
El silencio se hizo presente durante el resto de camino, la verdad era que no me importaba en lo absoluto -incluso prefería que estuviéramos callados a que me contase su vida entera- y, al parecer a ella tampoco le importaba. Finalmente llegamos a mi casa.
— Bien. — Comencé a decir. — Nos vemos. —Solté su mano y me dirigí a la puerta de entrada.
Un momento... ¿Desde cuándo teníamos las manos agarradas?
—Espera. — Dijo ella en tono de súplica, me detuve sin mirarla. — ¿Quieres ser mi amigo? —Preguntó. Me encogí de hombros sin especificar una respuesta. — ¿Eso significa que sí? — Ésta vez su voz obtuvo una pizca de ilusión.
— Supongo. — Dije y entré a casa. No me había caído tan mal después de todo.
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Nuestro pequeño bosque
RomanceA él le gusta relajarse quedándose sólo en el bosque tan sólo mirando el cielo. Sin embargo ella tiene planes distintos. Ricardo: Aquél chico excluido en la secundaria que no tiene un gran número de amigos. Alice: La chica que siempre está rod...