Capítulo 1

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La había visto muchas veces en películas, descrita en libros o simplemente por amigos que tuvieron la suerte de viajar allí, pero no veía la hora de ir a conocerla con mis propios ojos. Calles abarrotadas de gente, coches en continuo movimiento de un lado a otro de la ciudad y el húmedo tiempo que tanto la caracteriza. Así es Londres.

En cuanto aterrizo no me puedo creer que esté allí después de tantos años imaginando ese día. Consigo hacerme paso para salir del avión y decido llamar a mi madre para informarle de que he llegado perfectamente mientras me dirijo a recoger el equipaje en la cinta transportadora. Una vez fuera del aeropuerto de Heathrow, el cual cuenta con el mayor número de vuelos internacionales diarios, intento ponerme lo más rápido posible en la cola de los taxis antes de que la gente procedente de mi vuelo y otros, empiece a acumularse.

El alto coste del alojamiento aquí ha hecho que me tenga que alejar de la zona céntrica para encontrar algo asequible, además de tener que compaginar trabajo y estudios. Lo bueno es que la mayor parte de las clases no son presenciales así que tampoco estaré tan agobiada.

Después de una media hora en taxi, llegamos a una urbanización la cual yo denominaría típica inglesa. Las casas tienen todas aspecto victoriano, no muy altas, máximo de tres plantas, con grandes zonas arboladas y lo que más llama mi atención es la tranquilidad que en esta zona se respira. Alomejor no ha sido tan mala idea alejarme del centro.

-Aquí es- dice el taxista parando el coche delante de la que diría que es la casa más pequeña de Oakley Road.

Le tiendo, por primera vez, un billete de veinte libras y espero a que me dé el cambio.

Al apearme con todos los bártulos, camino como puedo hasta la entrada. En cuanto abro la puerta un olor a comida me recibe y es que ni me había dado cuenta de que es la 1.00PM y que en Inglaterra a esta hora todo el mundo está comiendo. Lo primero que veo es una escalera a la izquierda y a mi derecha una puerta que imagino que dará a la sala.

-Hola.

Nadie me contesta así que me aproximo a la cocina a ver si descubro quien está haciendo que me entre hambre.

-¡Ay mi madre! - dice una chica llevándose la mano al pecho como si le acabase de meter el susto de su vida.

-Lo siento- sonrío tímidamente-. Dije hola al entrar, pero nadie contestó.

-Estaba tan concentrada en la pasta que ni me he dado cuenta- dice mirando hacia la olla que tiene delante mientras remueve el contenido con una cuchara de madera-. Mi nombre es Amber.

-Yo soy Daniela.

En cuanto nos estrechamos la mano decido dejarla comer tranquila y subir al piso de arriba donde me espera mi nueva habitación. La verdad es que es pequeña y está muy vacía en comparación con la de España, por no decir que solo tiene una cama de poco más de noventa centímetros y una mesilla de noche, pero me imagino que en cuanto pase un poco de tiempo podrá llegar a gustarme. Deshago las maletas rápidamente y lo coloco todo de manera organizada en el armario. Poco me durará. Investigo por el pasillo dando con varias habitaciones. Por lo que puedo observar, creo que seremos tres personas conviviendo en la casa. Sigo caminando unos metros más y por fin, ahí está, el baño. Tampoco es grande, como era de esperar, pero tiene todo lo necesario: lavabo, inodoro y una amplia ducha.

Después de echarle un vistazo a toda la planta de arriba, bajo al jardín y para mi sorpresa, allí hay una tercera persona sentada en un banco. Antes de que se percate de mi presencia saludo educadamente.

-Hola, tú debes de ser...

-Marcus- me interrumpe alzando la vista. Se levanta para darme dos besos-. Encantado.

La distancia sí que importa. ||Novela Juvenil||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora