Capítulo I: La brecha

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  Afuera llovía. Siempre parecía llover sobre la casa de la familia CuCat, pero dentro de aquellas paredes la realidad era muy distinta. Allí vivían tantas personas que podías encontrar un clima diferente dentro de cada habitación. Por ejemplo, el sol brillaba siempre para aquellos que seguían ships exitosos; no obstante, adentrarse en los dominios de las denominadas ''larries'' era muy similar a encontrarse de pronto en medio de un huracán, un espiral interminable de teorías y decepciones que se repetían hasta enloquecer aquellas pobres cabezas. 
¿Y qué podía decirse de los fans de Hannibal? Podías imaginártelos como seres que vagaban perdidos en el desierto calcinante, desgraciados que luego de haber conocido la gloria del mejor season finale jamás concebido ahora debían contentarse con la vana esperanza de encontrarse el oasis de una cuarta temporada que, cual espejismo, solo existía en su imaginación.
Así y todo podía decirse que todos estos personajes y muchos otros convivían en relativa armonía. Contaban sus problemas, se aconsejaban, compartían anécdotas y reinaba la tolerancia. A veces aparecían ciertas polémicas y las discusiones podían irse de las manos, pero para eso estaba Pendejis, que con su mano maternal los corregía y ponía en su lugar. De aquella forma habían creado y hecho funcionar un lugar donde podían ser ellos mismos. Podía decirse que se apreciaban y evitaban juzgase entre sí. Afuera de esas paredes el mundo era un lugar terrible y siempre, siempre llovía, pero allí dentro el hecho de que todos esos individuos fueran unos gordos horribles y mal de la cabeza parecía una realidad lejana y ajena.
Y estaban conformes con ello. Lo aceptaban y eran felices así.
   Sin embargo, un día, la paz en la que habitaban comenzó a verse amenazada. Algunas de aquellas personas que solían diferenciarse entre sí solo por los grupos de afinidades con las que simpatizaban comenzaron a independizarse cada vez más, separándose del colectivo al que pertenecían y ganándose un reconocimiento y nombre propio. Esta conducta, imitada por unos y repudiada por otros, fue el punto de inflexión que abriría la brecha en la antes unida comunidad. Por un lado estaban los que reconocían el mérito de estos nuevos personajes, se entretenían con sus historias y festejaban sus avances, pero por el otro se encontraban los muchos detractores, cegados por los celos y el disgusto que despertaba en ellos los nuevos favoritos de su madre.

  — Favoritos... —repitió Pendejis en voz alta, meneando la cabeza y reflexionando sobre aquellas cuestiones con el ceño fruncido.

No le gustaba que sus niños pelearan entre sí. A veces se preguntaba con pesar si aquella división en su familia no era su responsabilidad, por haberles permitido entidad a algunos de sus hijos en particular por encima de la irrelevancia que se cernía sobre el resto. Pero una vez más se dijo que no; la fama se la habían hecho solos, ella solo se había dedicado a quererlos como a los demás.

Se acercó a su mesa veladora y tomó entre sus manos el portaretratos que con especial cariño había dejado allí. Mirando la foto, no pudo evitar acariciar el cristal por unos segundos, como había hecho tantas veces antes. A su mente vinieron inmediatamente los chicos más populares de la casa: Calientagays, Pelado, Enano Twink... Rió con cierta malicia, pero la culpabilidad la obligó a mantener la compostura y guardar silencio nuevamente.
   — Ustedes siempre serán mis favoritos. Mis únicos favoritos. —dijo, todavía contemplando la foto de One Direction que sostenía y que con tanto recelo guardaba cerca de su cama para poder verla todas las noches.
Con miedo a que alguien hubiera podido oírla dejó aquel retrato en su lugar y salió de la habitación. Mientras caminaba por la casa una voz femenina proveniente de la cocina atrajo su atención. La chica parecía hablar sola, pero eso no mermaba en absoluto el entusiasmo de su conversación. Ya sabía de quien se trataba. Hasta allí dirigió sus pasos.
En la cocina, Habloconharry estaba sentada a la cabecera de la mesa. Delante de ella, dos tazas con sus respectivos platillos, un par de cucharas, una tetera, un tarro de miel y un limón.
Pendejis le dedicó una sonrisa y agitó su mano, saludándola.
   — Hola Pen, Harry te saluda. ¿Querés tomar el té con nosotros?  —preguntó la chica, con voz alegre y animada.
  — No, estoy bien, sigan ustedes. ¿De qué hablaban, chicos?
   — Estábamos conversando de lo perjudicial que es la Coca-Cola. Ya sé, Pen, a vos te encanta, pero a mí me alegra que la estés dejando. Le estaba explicando a Harry que acá además tenemos la Manaos, y que de hecho siempre se hacen chistes al respecto de lo malísima que...
  Habloconharry siguió con su habitual perorata. Siempre lograba entretenerla con sus historias imaginarias, de eso no cabían dudas. Aunque muy en el fondo no podía evitar cuestionarse si estaba del todo cuerda. Se dijo que no, pero bueno, nadie en aquel lugar lo estaba.
Y mientras continuaba escuchando con total interés el discurso de la chica se fue acercando con lentitud a la mesa. Su sigilo fue tal, o Habloconharry estaba tan absorta en sus ensoñaciones, que ni siquiera advirtió las intenciones de Pendejis de agarrar el tarro de miel y devolverlo al mueble, lugar donde pertenecía. Aunque era demasiado tarde: el tarro había sido ultrajado, y no solo en esta oportunidad. En su interior se encontraba solo la mitad de su contenido.
Una vez que pudo colocar la miel en un lugar seguro y lejos de la vista de los demás, se preguntó para sus adentros si las frutillas habrían corrido la misma suerte. Se preocupó al pensar que sus hijos, a los que les afectaba el estado de aquellos alimentos, se enterarían y perderían la cabeza. Aunque a esa altura la propia miel y las frutillas eran sus hijos también.
No era nada fácil ser padre en aquellos días. 

Transición a la desviaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora