Capítulo III: El cumpleaños (1)

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''Calientagays está muerto''
Con aquellas palabras estaba a punto de concluir un día que no había dejado de darle sorpresas de lo más extrañas. Su hijo. No podía creerlo. El corazón le pesaba. 

Pero volvamos al principio. 
Pendejis se había arreglado con especial ahínco para asistir a aquella cita. Y no era algo propio de ella, por lo que había que reconocer su esfuerzo. El lugar de reunión que habían pactado era una suerte de cafetería en lo alto de una colina. ''Así mi vaca puede pastar tranquila'', se había justificado Subtexto. Por tanto allí estaban ahora. Con una mesa y un café de por medio Subtexto la miraba a los ojos. La había citado allí con el motivo de hacerle una importante confesión. Y aunque Pendejis intentó fuertemente no hacerse ilusiones se las había hecho. Nada deseaba más que aquellas palabras que estaba a punto de oír fueran la confirmación de que sus sentimientos eran correspondidos. Pero la chica en la que había depositado sus expectativas se encontraba divagando entre temas superfluos y ella comenzaba a impacientarse. Para colmo estaba un tanto incómoda, le dolía el cuerpo luego del esfuerzo físico que le había exigido subir a pie hasta aquel lugar. ''Me hubiera tomado un Uber'', pensó distraída.
La vaca la observaba desde el otro lado de la ventana haciéndola sentir inquieta.
Carraspeó, interrumpiendo a su interlocutora sin querer sonar maleducada.
  — Sub, te estás yendo por las ramas. De nuevo.

  — Perdón, es cierto. ¿De qué íbamos a hablar?  
  — Eso me pregunto yo.

Subtexto suspiró, bajando la mirada. Jugaba con sus dedos, de pronto se la veía nerviosa.
  — Bueno. Hace mucho tiempo que quería hablarte de esto... 

Pendejis sentía un nudo en el estómago y las pausas que se tomaba la chica no hacían más que incrementar su desesperación. En el exterior, la vaca mugía. Y al oírla y ver que se convertía en el nuevo foco de atención de su dispersa acompañante apretó las mandíbulas tan fuerte que casi hizo rechinar los dientes.  

 — Te escucho  —la apremió.
Entonces, y como si se tratara de un chiste de mal gusto, en el segundo exacto en que Subtexto abrió los labios para pronunciar la confesión que tanto anhelaba escuchar comenzó a sonar la música.
¿Qué era aquello? ¿De dónde venía? El sonido era tan fuerte y ensordecedor que la aturdía, pero sobretodo le impedía escuchar las palabras que la otra joven parecía modular.  
Y aunque reconocía la canción como un tema de One Direction seguía sin tener sentido dentro de aquel contexto. Pendejis continuaba sin poder escuchar otra cosa y se dio cuenta que tampoco podía expresarlo. Tenía ganas de arrancarse el cabello con las manos. Pero de pronto una voz masculina la arrancó de aquel suplicio. 

  — Apagá eso, culiada.

 Pendejis abrió los ojos, despertando de forma tan brusca que lo mismo hubiera sido recibir una descarga eléctrica. A su lado, en la cama, La Mona se daba vuelta para darle la espalda, malhumorado y molesto por la irritante alarma que lo había despertado al ritmo de la reconocida boyband. Ella, resignada y con un extraño sentimiento de desilusión al pensar en el sueño que había tenido, se limitó a guardar silencio y desactivar el despertador que sonaba desde su teléfono celular. 
No conseguiría volver a conciliar el sueño. Lo supo desde el momento en que los profundos ronquidos de su marido volvieron a retumbar por toda la habitación. Pero bueno, no importaba. Aquel iba a ser un día agobiante y más le valía salir de la cama temprano para terminar con todo aquello cuanto antes. Al fin y al cabo era su cumpleaños, recordó, y sus hijos no habían tenido mejor idea que organizar una comida en familia. 
  — Fantástico —dijo en voz alta, con ironía, ya de pie y analizando su reflejo en el espejo.  La Mona, desde la cama, gruñó como toda respuesta, todavía entre sueños. Pendejis lo miró con mala cara, aunque era inútil, el hombre ni se inmutaba.
Luego de vestirse y arreglarse un poco para encarar el día salió al pasillo, pero antes de poder hacer nada y apenas habiendo dado unos pasos por el corredor detuvo su marcha. Fue sorprendida por un joven de aspecto extraño que sin duda venía en su dirección. El chico caminaba algo vacilante y tenía ambas manos ocupadas. La izquierda la mantenía baja y cerrada en un puño, sosteniendo algo, casi escondiéndolo; la derecha más o menos lo mismo, pues también sujetaba alguna especie de objeto, solo que éste a la altura de su cara, logrando cubrir parte de su nariz y boca. Por otro lado, la frente y parte de los ojos estaban obstaculizados por un espeso flequillo que descendía de su cabellera. Era alguien realmente curioso de ver, pero Pendejis no lograba dilucidar de quién se trataba. Sin embargo, esto no sería lo más extraño. Con su mejor disposición se acercó al muchacho y lo saludó sonriendo amablemente, pero la respuesta fue, cuando menos... inesperada. Aunque para decirlo con exactitud tendría que por lo menos haberle entendido, pues la respuesta que recibió por parte de su interlocutor fue un intrincado e ininteligible balbuceo que la hizo parpadear varias veces, perdida en la confusión. 
  — ¿Disculpa?  
Pero él prosiguió farfullado palabras que apenas se lograban discernir unas de otras,  todo empeorado por el hecho de que continuaba sosteniendo con obstinación aquel objeto contra su boca. Pendejis se dio cuenta de que no la miraba. Al cabo de unos segundos suspiró con gran renuncia. 
  — Perdón, no te entiendo nada —admitió sintiéndose un poco mal por el muchacho. Lo observó con más atención, entornando ligeramente los párpados —. ¿Eso es una piedra?   —añadió, intentando adivinar qué era lo que le impedía expresarse con claridad. 
Fue entonces cuando el chico agrandó los ojos, mirándola por primera vez entre aquellos mechones que le caían sobre el rostro. Dio un paso atrás, como si fuera a salir corriendo, pero antes de huir pareció recordar algo. Extendió su mano izquierda y dejó en las de Pendejis lo que parecía una pequeña prenda de color rojo. Antes de que ella pudiera siquiera comenzar a entender la situación el joven y su piedra habían desaparecido de la escena. 
¿Qué era aquello? En uno de los lados de la tela había una pequeña tarjeta enganchada. Las palabras ''Feliz cumpleaños'' resaltaban en letras doradas y Pendejis no pudo hacer más que sonreír con cierta ternura. Pero tal sentimiento desapareció instantáneamente al extender la prenda frente a sus ojos y darse cuenta de que era una tanga de encaje. No es que fuera un regalo tan raro, pero el recuerdo de la fatídica noche de las bombachas con flujo fue lo que la obligó a tomar por los extremos aquella pieza de lencería y alejarla de su rostro tanto como le fue posible. Decidió que la lavaría antes de guardarla entre sus cosas, pero con la mayor discreción posible. No quería que el sindicato de bombachas-lavadas-a-mano la crucificaran por dejarla en la lavadora. Fue así como dirigió sus pasos al cuarto de baño para resolver prontamente aquella pequeña situación matinal. Le sorprendía no cruzarse con nadie más en los pasillos del piso superior, pero el bullicio que se oía desde la planta baja la dejaba tranquila. Probablemente sus hijos preparaban las cosas para el cumpleaños así que no los incordiaría con su prematura presencia. 
Al irse acercando a la habitación a la que se dirigía, donde estaban las máquinas lavadoras, escuchó cómo una discusión se desarrollaba del otro lado de la puerta. 
 —...¡Porque no, es nuestra madre! ¿Cómo le vas a regalar eso?

 — ¿Qué tiene de malo?

Ambas eran voces masculinas.

— ¡Te la colaste, eso tiene de malo! ¡Al menos tené la decencia de comprar una nueva!  
— ¡No me la colé! Además, ¿vos me vas a venir a juzgar a mí? ¡Justo vos, que te metiste cuatro dedos en el...

Pendejis irrumpió en la habitación.

— ¿Chicos? 

Dentro del baño se encontraban dos a los que conocía bien: Cuatrodedos y Escobillaloca. Estaban forcejeando con nada más y nada menos que una sopapa.  
 — ¡Feliz cumpleaños, Pende!  —exclamó Cuatrodedos, soltando inesperadamente el objeto de la disputa y haciendo que Escobillaloca trastabillara hacia atrás. 
 — Gracias, 4D, pero ¿qué está pasando acá?
Escobillaloca, visiblemente molesto, hizo a un lado al otro chico y quedó enfrentado a Pendejis. Solo entonces suspiró y esbozó una sonrisa, extendiendo con ambas manos la dichosa sopapa en dirección a su madre. 
 — ¡Feliz cumple, mamá Pen! No sabía que regalarte pero esto significa mucho para mí y...
Ella sonreía incómoda, pero para su suerte Cuatrodedos intercedió antes, riéndose. 
 — No podes regalarle eso, por Dios. 
 —  ¡¿Por qué no?!  —gritó furioso Escobillaloca. Sus bruscos cambios de humor hicieron que Pendejis alzara las cejas, quedando relegada al puesto de espectadora. 
 — Bueno, está bien. Si Pende te acepta ese regalo yo quiero darle, eh... —Cuatrodedos buscó a su alrededor, dando un breve recorrido por la estancia— esto. —Sonrió con malicia en cuanto alzó con su diestra una escobilla de baño.
Escobillaloca palideció por un momento. Acto seguido, su rostro tomó un color tan rojo que parecía a punto de explotar de la ira.
— ¡Te odio! —volvió a vociferar, tirando al suelo y con gran violencia la sopapa que había sostenido hasta entonces. 
Cuatrodedos dejó escapar una pequeña carcajada y lo despidió agitando la escobilla en el aire a modo de saludo, mientras el otro chico abandonaba la habitación dando un portazo, como alma que lleva el diablo. Pendejis se golpeó la frente con la palma de la mano, meneando la cabeza.
— ¿Por qué hiciste eso?
— ¡Ay, era un chiste, mamá! —se excusó él, riendo un poco todavía.
—  Anda y pedile perdón.

Cuatrodedos puso los ojos en blanco y resopló.
— Yo te iba a decir lo de Calientagays, pero bueno, voy —dijo el muchacho, como quien no quiere la cosa, dignándose a abandonar la habitación.
Pendejis lo miró extrañada y lo sostuvo del brazo, deteniéndolo.
 — ¿Eh? ¿Qué pasó con Calientagays?

 — ¿No sabías? No amaneció hoy en su cama. Nadie sabe donde está. Enano Twink lo está buscando como un loco.

— ¿Me estás jodiendo? Él sabía que hoy era mi cumpleaños —aquella noticia le dolía en su favoritismo, pero también le preocupaba.
— Ni idea. Tengo que ir a ayudar allá abajo. ¡Te va a encantar lo que están preparando!
Con aquel último comentario Cuatrodedos desapareció de su vista.

Pendejis se quedó con una sensación extraña en el cuerpo. Mientras ponía a lavar la prenda que le habían regalado y algunas cosas más cavilaba sobre los motivos que su hijo podría haber tenido para desaparecer en un día así. No tenía sentido, menos aún si ni siquiera Enano estaba al tanto. Le preocupaba más que nada al pensar en las enemistades que Calientagays había estado cosechando en el último tiempo. ¿Y si le había pasado algo? No podía ser. Fue el mismo instinto de madre el que la arrastró a revisar toda la planta alta. Pero no había nadie por allí, aún si había pasado un buen rato dando vueltas. Por último, había entrado a la habitación de él. Se sentó en su cama y siguió pensando una y otra vez en posibles paraderos. 

  — ¡Te estábamos buscando por todos lados! —Habloconharry entró a la habitación como un torbellino, sonriendo de oreja a oreja y rompiendo el silencio—. ¡Feliz cumpleaños, Pen!
Pendejis se puso de pie y Habloconharry la abrazó cariñosamente.
— Muchas gracias. ¿Harry está contigo?
— Sí, y te manda sus felicitaciones. También dice que estás muy linda hoy. Los dos estamos ansiosos por que te reúnas con los demás. ¡Vení, vamos abajo! 
Sin darle tiempo de responder le agarró la mano y la llevó con prisas por los pasillos, pero antes de llegar hasta las escaleras Pendejis se detuvo un momento para recuperar el aire. 
— ¿Estás lista? Todos te están esperando.
— Sí, pero antes te quiero preguntar algo. ¿Es cierto que Calientagays desapareció?
El rostro de Habloconharry se oscureció, cambiando la sonrisa por una mueca difícil de descifrar. La chica miró hacia su derecha, como intercambiando miradas con alguien que no estaba allí.
— Nadie sabe donde está. Enano tiene un mal presentimiento de esto. Mira, Pende, solo hay una persona que en este momento podría ayudarte... 
— Sí, ya sé. 
Pendejis suspiró, asintiendo. Sabía lo que tenía que hacer. Hablaría con Thetomlinsonway.

 

Transición a la desviaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora