Terminado mi desayuno y de haber charlado un poco con mi madre y recogida la casa decido irme a la Universidad, bueno no era una opción no ir. Tenía que hacerlo afuerza.
Aveces, en mi trayecto en el metro, me pongo a leer algo, para relajarme olvidarme un momento de todo. Saben, el leer ayuda a que tu mente se agilice y éste más despierta, a mi me ayuda y mucho. Muchas veces las lecturas tienen conexión con nosotros, dicen lo que pensamos, lo que queremos escuchar. Estas lecturas dicen más de lo que imaginamos.Lo que más odio del metro es cuando me tengo que bajar. Porque cuando voy en el, pienso, "no conozco a ningún hombre, mujer, niño o niña que va dentro. Solo me conozco yo, solo yo". Y aunque vaya con un montón de gente, me siento agusto. Hasta que me bajo y ese momento es ahora, bajar e ir a estudiar.
Caminado por la banqueta de la UNI, hay mucha gente. Odio, que te observen como bichos raros, todos los días ven a las mismas personas y todos los días te miran de la misma manera.
—¡Amiga!
Gritos, esos gritos siempre. Aveces quiciera que las voces chillonas de todas desaparecieran.
—¡O dios mío! — grita una chica a mis espaldas. Que por cierto, casi me quedo sorda. —¿Qué te has hecho? —grita esta misma a la amiga con voz chillona que grito primero. La rubia falsa. Es que de lejos se ve que el color de su cabello no es natural.
—¿Cómo que qué me hice?
—Sí....
Y ya no escucho más esa conversación, ya que las paso y dejo de escuchar sus gritos.Como hoy entro tarde y dada la situación de que mi madre me levanto antes de tiempo, llegue antes a clases y como es de suponer, no hay nadie dentro del aula. Solo yo, como siempre.
Aveces quiciera no existir.
Pensamientos diáfanos. Siempre lo mismo, tan claros y fáciles de ver.
—¡Pero que carajo! —grita un chico en el umbral de la puerta, que, al parecer, no es de está clase. Y creo que se le ha ganchado la camisa en la puerta. Vale, eso da risa.
—¿Necesitas ayuda? —menciono desde mi lugar. El cuál se encuentra casí al frente en la última fila. Prácticamente al otro lado del aula.
—No, yo solo... —levanta la mirada, me observa un instante, y de nuevo baja la vista hacia su camisa.—Yo solo... Yo lo arreglo.
—¿Seguro? —Vuelvo a preguntar.
—Sí, es fácil. Yo solo... jalo... la... camisa... —se detiene en cada palabra, jalando la camisa. Que creo romperá si sigue jalando.
— Yo opinó, que si sigues moviendo la camisa de ese modo... —Creo que ya no es necesario seguir diciendo nada.
—¿Se romperá? —dice el chico riendose de sí mismo.
—Exacto—he imito su risa.
—Vaya, mi primer día y pasa esto. —mira el trozo de tela entre sus manos y exhala.— ¿Quién eres extraña?
— Creo que esa pregunta me corresponde a mí hacerla, ya que, eres nuevo. Al parecer.
— Touché — y me señala con el dedo.
—¿Quién eres? —pregunto frunciendo el ceño.
— Nuevo.— menciona esto encogiendose de hombros.
—¿Eh? —éste me mirá con cara de diversión —¡oh! Ya lo pillé. Pero, ¿cuál es tu nombre?
— Stefan y ¿el tuyo?—justo en el momento en que iba a contestar llegan las amigas que hace rato chillaban afuera.
—Pero, entonces ¿así sin más te dió por pintartelo? —menciona la chica flaca con piel blanca y que llevaba unos jeans azul entallados junto con una blusa polo azúl marino. Y encima llevaba una mascada negra con florcitas rojas. Su pelo es castaño y se le formaban unas ondas al terminar, en las puntas. Su amiga esta con mejor corpulencia que ella pero el color de cabello de esta es rubio. Pero como mencione hace un momento, es falso y al parecer la plática lo confirma. Esta viste una falda negra olgada, que muy apenas le tapa el culo. Y lleva debajo medias del mismo color que la falda y con una blusa roja entallada que remarca sus curvas.
Aveces quiciera ser como ellas, dejar a relucir su cuerpo con ropa tan entallada como la que usan. Pero no lo soy. Cada vestimenta que me coloco no me agrada como se me ve. Cuando me miro al espejo me agrada pero después me siento ridícula. No se porqué, sólo soy así.
— Fué más bien una apuesta. Con mí querido primo. Apostamos en un juego, que, obviamente iba a perder, pero... Tenía que apostar es nuestro pasatiempo. Y no me arrepiento de haberlo pintado. Me sienta bien. —está va hablando y se dirige junto con su amiga al final. Y se sientan.
—¿Tú quién eres? —pregunta la castaña.
—Logan, ¿y ustedes? —dice con una sonrisa en su cara. Y por consiguiente se dirige hacia ellas.
Ya debía de haberlo visto es muy bueno para que le intereses. Tanto así que mintió en su nombre.
—Yo soy Molly—dice la castaña con una sonrisa de idiota.
—Yo soy Alex— y está le extiende la mano, muy educada he de decir.Es increíble que jamás haya visto a estas chicas en clase. Esperen... ¿Me equivoque de clase? No, creo que no. Estoy segura que estoy en el aula correcta. Eso creo.
—Disculpen, ¿qué clase es esta? —me giro hacia ellas en mi banco.
—Ciencias. —me contesta la rubia, muy amable. Muy amable. —¿No es religión? —pregunto confusa.
—No muñeca, creo que te has equivocado de aula. — dice la tal Molly.
—Ya decía yo... — me levanto de mi banco, recojo mis cosas y prosigo—: con razón no se me hacían conocidas ustedes dos.
—Ya nos preguntábamos lo mismo querida. —dice Alex con una sonrisa.
—Disculpen, nos vemos. —y hago un ademán con la mano para salir del aula.
—Hasta luego extraña.—Menciona Stefan o Logan. Como se llame. Lo ignoro, no por el hecho de no conocerlo si no porque me mintió con su nombre. Las mentiras me rechinan más de lo normal.
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Sueños
Teen FictionSkyler sueña con una vida perfecta, con ser como las demás personas. Lastima que todas las personas sean iguales. Luchar por algo que quizá no pueda suceder, luchar por un sueño muy lejos de su alcance. Está a la espera de lo inesperado. Pero, ¿qué...