Capitulo 7- Primera incursión (Parte 1)

22.8K 778 91
                                    


18 de Abril de 2665. Sistema Krebain. Planeta Midgard. 15:47.

Los motores de la nave sonaban molestos y estruendosos, no lo suficiente como para reventar los tímpanos de una persona, pero si para irritarla hasta límites insospechados. Ello se debía, porque los motores alimentados por hidrógeno generaban la suficiente potencia para que los propulsores de la nave Buitre Versión 5 pudieran impulsar esta a velocidades de 175 km/h. Con 10 metros de longitud, forma rectangular, morro acabado en punta y de color verde añil, el Buitre 5 era el medio de transporte usual de las tropas de Infantería Básica. Y en esos momentos, una gran bandada de al menos unas 10 naves volaban directas al corazón del conflicto de Midgard, justo al lado de las Buitres. Junto a estas, rápidas naves Cernícalo, mucho más delgadas y ligeras, surcaban el cielo a velocidades superiores a la del sonido, directas al epicentro del conflicto. A cada lado, violentas explosiones generadas por energía plasmática, lanzadas por los cañones defensivos de los Gélidos, bañaban de colores azulados y verdes el ya discordante cielo.

Apoyado contra su asiento, Ezekiel Ralston esperaba enmudecido la inevitable batalla de la que se sería partícipe. Miró a un lado y a otro. Sus compañeros estaban sentados a su lado, todos ellos colocados en asientos pegados a las paredes de la nave. Junto a él, tenía a Kyle, quien sostenía su fusil de asalto ansioso, con ganas de entrar en combate. Unos asientos más allá, Eph Kingston, el alto y orgulloso muchacho negro miraba una brújula del siglo XXI que su padre le regaló, seguramente una vieja herencia familiar. Frente a él, se encontraba Chang Tae Jung. El coreano se encontraba algo desanimado tras la aireada discusión que había tenido con los otros antes de embarcar. Lo cierto es que, a pesar de profesar una religión que adoraba a los enemigos que amenazaban con destruir a toda la raza de humana, aquel muchacho no le caía mal. Algo azorado, decidió hablar con él.

—Hey tío, ¿Cómo vas?—preguntó sereno y tranquilo, no queriendo alterar, el ya de por si alterado ambiente.

Chang al principio, le miró algo raro, como si no se esperase que Ezekiel le fuese a preguntar. Miró a sus múltiples piercings en el rostro. Uno en el labio superior, otro sobre la ceja izquierda, dos en el tabique nasal. Resplandecían, como si tuvieran luz propia. A Zeke le parecía una imagen bella y perturbadora al mismo tiempo.

—Esperando a que mi juicio llegue pronto.

Zeke lo miró extrañado. Iba a preguntar cuando Sandler le dio un manotazo en el hombro.

—No le hagas ni puto caso—le comentó—.   Está como una puta cabra.

—Solo considero mi destino cuando este frente a ellos —contestó firme Chang, aunque se le notaba cierta inseguridad en su voz.

—Lo que tu digas,   —contestó sarcástico Sandler—pero en cuanto los veas venir, te irás con el rabo entre las piernas.

Ninguno dijo nada más. La nave sufrió varios traqueteos a causa de las turbulencias. Nadie parecía inmutarse, pero la medico del pelotón, Katie Burrows, empezó a respirar intranquila. Evelyn Muller vio como se encontraba y le pidió a la cabo Miranda Cruz que la tranquilizase.

—No temas. Son solo turbulencias, la nave está bien—repetía varias veces con voz serena, mientras apoyaba su mano sobre el hombro

Cruz sí que estaba tranquila. No mostraba ni una sola alteración o algo que indicase desesperación o miedo. Se mostraba fuerte y segura, como la sargento Muller o el capitán Oliveira. Desconocía si por dentro estaría mal o no, pero por fuera, la imagen hablaba por sí misma.

El, en cambio, no estaba del todo igual. Respiraba muy agitado. Su corazón acelerado, bombeaba sangre a cada órgano y célula de su cuerpo. Sus ojos estaban cristalizados ante el gran espectáculo que imaginaba y su mente no dejaba de pensar en la locura en la que estaba a punto de meterse. Era la primera vez que iba a combatir. La primera vez que se adentraría en un campo de batalla y tendría que matar. Hasta ahora solo estaban las simulaciones de ordenador, los ensayos en campamentos, las competiciones entre equipos para capturar banderas o territorios. Pero nada de aquello era real. Si en alguno de esos casos morías, te levantabas y seguías adelante. Aquí en cambio no. Si en este lugar, le mataban, ya no volvería a levantarse. Había oído historias de los Gélidos. Esos alienígenas con extraños trajes que surgían como el frío del invierno, y cuya presencia era escalofriante. No decían que fuera un enemigo temible, pero a Ezekiel le causaban escalofríos.

Miró de nuevo a sus compañeros. La nave se zarandeó de nuevo, esta vez con algo más de violencia. Todos se removieron un poco. Observó sus manos, enfundadas en unos recios guantes de goma, provistos de un tejido aislante que los protegía del frio ártico del lugar. El resto de su cuerpo también estaba recubierto con este material, excepto su cabeza, que se aislaba con el casco que le recubría toda la parte superior de la cabeza hasta la nuca. Su rostro se lo cubría con una braga de cuello polar de color negro que le llegaba hasta la nariz. Sus ojos podía cubrírselos con unas gafas de color negro o con la visera del casco, pero él prefería no llevar nada. Un traje color blanco con algunas manchas marrones compuestas de una tela especial que podía soportar grandes impactos, era su traje de combate oficial. El mismo que el del resto de sus compañeros.

—Muy bien, escuchadme todos —dijo la sargento Muller—.   Estamos a punto de llegar al punto de aterrizaje. En cuanto bajéis, me seguís sin apartaros y haréis caso a todos lo que os ordene, ¿entendido?

Ezekiel miraba hacia abajo, gimiendo de desesperación. El momento se acercaba. Muy pronto entraría en combate. No estaba tan nervioso desde que tuvo sexo por primera vez, pero si aquello al menos fue placentero, esto en cambio, no lo iba a ser. Sintió los leves traqueteos de la nave meneándolo y notó como cada nervio de su cuerpo se activaba para captar cada leve sensación. Estaba muy alerta. Quizás eso le ayudaría allí abajo. La compuerta de la nave, empezó a abrirse. , Lanzo una mirada al exterior. Solo veía blanco, un blanco infinito que parecía extenderse por donde uno mirase. Que parecía engullir cualquier otro color que estuviera cerca.

—Muy bien, nos acercamos —gritó con estridencia la sargento mayor—¡Preparen armas!

Al hilo de su estruendoso grito, cada soldado revisó su armamento. Lo mismo hizo Ezekiel. Primero sacó su fusil de asalto Sable Marca 3 de color negro ocre con una mira holografica con una cruz verde en el centro. Era el arma estándar de las tropas de Infantería Básica, simple y sin accesorios. El modelo Víbora era mucho mejor. Iba provisto con una mira telescópica de color verde fosforescente con dos aumentos, además de una recamara donde colocar un lanzagranadas o una escopeta. Era el que usaban soldados de mayor rango, como la sargento Muller o el capitán Oliveira. También comprobó su pistola reglamentaria Beretta Modelo 24, y la coloco en la pistolera que tenia atada al a cintura. Luego revisó su cuchillo de combate, bengalas, granadas, barras energéticas, cantimplora con agua. Iba bien equipado. También examinó su transmisor, que lo mantenía en contacto con su líder y compañeros, además de con el Mando Central, que eran quienes les enviaban las ordenes. Todo estaba listo, Ezekiel estaba muy nervioso, pero sabía que el momento llegaría y entonces, seria cuando tendría que demostrar de lo que estaba hecho.

En ese mismo instante, Sandler a su lado, le habló.

—¿Nervioso Zeke?—preguntó ansioso. Se le notaba la excitación por querer combatir.

—¡Pues si!!! —dijo en un arranque de voz que indicaba lo agitado que estaba.

—Tranquilo muchacho —dijo apacible Sandler, dándole unas palmaditas en la espalda—. Si quieres, te llevare de la manita y dejare que te cubras detrás de mí, ¿vale?

Aquel comentario tan socarrón de su amigo no le gustó, pero Zeke sabía que solo bromeaba. Y lo cierto, era que eso le reconfortaba. Saber que Kyle estaría a su lado era mejor de lo que podía creer.

Justo en ese mismo instante, la nave tembló de forma muy violenta. Una fuerte sacudida, hizo que todos temblaran de forma muy brusca. Se escuchó un fuertísimo ruido que dejo los oídos de Ezekiel inundados por un irritante silbido.

—¡Agarraos bien! —gritó desesperada la sargento Muller, aferrada a su asiento como si la vida le fuera en ello.

Los traqueteos continuaron de forma muy violenta, mientras que notaba como la nave empezaba a descender de forma incomprensible, como si toda la potencia que tuviese,se hubiera desvanecido sin más. Cerró los ojos, esperando que aquella pesadilla terminase, aunque en realidad, no había hecho más que comenzar.

Dioses del Espacio. (La Guerra Interestelar- Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora