Son las cinco y el sol ya ha caído al precipicio de las horas. La aglomeración es un laberinto, los caminantes del distrito desconocen el caos por acostumbramiento común. Entre todos ellos, algunas veces, se lo ha percibido a Dios andar por esta metrópoli. Bajo forma solapada en algunos lugares El se izo manifiesto, y solo unos pocos lo han presenciado en algún instante preciso, aunque inteligiblemente. Un hombre logró lo infrecuente, lo ha visto una noche, en un cafetín...
Cuenta que en aquél mismo día habíase esparcido en una serie de paseos laberínticos con la mujer amada. Ociaron por Plaza de Mayo, de Catedral hasta El Rosedal, Los Bosques de Palermo y Plaza Italia, mas tarde de regreso; por El Puente de la Mujer y en el fin por toda Florida, hasta Plaza San Martín.
En cuanto se cubrió todo el firmamento con la noche, conciliaron en descansar los pies en un sitio modesto, en el corazón incógnito de Buenos Aires.
Los rumores dicen que esta ciudad es de insolencia y orgullo, yo he pensado que tiene cierto descaro por ser preciosa. Aún así no parece tener dicha. Pareciera que Buenos Aires nació para ser melancólica y solitaria porque esa es su complacencia, pues milagrosamente todavía se solaza en su tragedia, hermosa Buenos Aires...
Recordatoria de la mujer amada de la vida, la única que suele hacer ausencia que duele.
Una mujer y la Luciente del Plata, solamente ellas justifican el itinerario de sus poetas; esos curiosos hombres que habiendo sido dolidos por el amor, con prodigio lo ensalzan. Se hizo con el tiempo como una madre que consuela.
El hombre y la mujer permanecieron allí -en el corazón del centro- por horas, el tiempo se escabulló en un par de cafés y dulzuras, entre frases idílicas frecuentes y artificios mágicos repetidos.
No importan las palabras que salgan de los labios de la novia, su compañero solo está para contemplarla en figura del niño que no comprende las dilecciones de la madre. Y cuando él involucre palabra, ella será la flor que suele oír el discurso de los poetas cuando habitúan necesitar a la musa, inmóvil y callada, tal como la flor. Y así es la sucesión de la noche... alargada hasta el final de los raciocinios amorosos de trasnoche. Todo para excusar el anhelo de verse, y prontamente... para dar lugar a las precisas y menos reverenciales conductas de los que se desean.
Fue solamente un tiempo brevísimo, en ver al Dios revelado y regresar sin previsión a la cotidianeidad del café nocturno, fue en sus ojos: en los ojos de la novia. En tanto que ella libraba sus palabras suaves, en repentino demudaron sus ojos y la expresión de la mirada.
Le distinguió un semblante ajeno en sus palabras de amor reflexivo. Ella le hablaba de los misterios del corazón cuando él oía en la quietud y la contemplaba, buscando indicio de la novia ausente; se había ido... Reducido a divagar en vano, se soñó nadando diminuto en la oscuridad de sus pupilas negras. No se evita trazar un histérico y complicado laberinto de ideas figuradas, retales de poesía desordenada.
"Nadie pudo descubrir con tan abismal y hermosa reconditez las grietas de este corazón... La claridad que escapa de tus labios no te pertenece, pequeña portadora del verbo divino. Puede verse luz en tu mirar aunque parezcas cansada. Fatigan de hastío aquellos ojos, llenos de días como este; hoy el bosque de la plaza le obsequió a tus cabellos las hojas muertas y caíste en una vaga desazón. De cuanto en cuanto rozaba la piel luciente de tus manos, te vi ver el lucero tardío al tanto que declinaba el día, no quisiste llorar delante de mí. Aunque esos ojos enseñen el sosiego de las horas y los tesoros de tu corazón, ahora no sos vos, es otro ser.
Quisiera saber cuando regresás y donde estás. Nunca das cuenta, que soy incapaz de indagar esos ojos cuando te vas, sino que debo bajar el semblante porque consiento al miedo, ¿hasta cuando tendré que padecer estas noches? Me encuentro inquieto. Todo lo noble y eterno refleja en alguna descuidada sonrisa tuya, al Dios eterno lo vi pasear sobre la ciudad de pobres espíritus, se traslumbra ahora en el presente de tus palabras, en tu aliento maternal y en tus ojos de dolor... La verdad es que soy su búsqueda, no hay efugio de Dios y nunca podré huir de El, porque te quiero..."
En ocasión en que ella deja de hablar, un segundo reposa en silencio y se hace saber distante, casi inalcanzable. Ante ese abismo él la imita añorando el beso de la bienvenida, sospecha que ya es hora de que regrese; y se cumple lo esperado...
Lo besa con sencillo afecto y se agazapa en él, escondida en el ángulo más remoto del café se hace claroscuro en sus brazos. Ahora, la portadora de las palabras del cielo es la mujer que se adormila sobre el pecho de un doliente poeta, ignora que ha sido espejo de la virtud y el eco dulce de los ángeles. En tanto, se oyen las últimas voces remisas del bar, son las doce y veinte de la noche. Sin desasirse sus manos salen por la puerta que cencerrea, el barrio está mas calmo que nunca; la sudestada lo aletargó con fríos oscuros de la madrugada.
En el último acto corriente de los idilios urbanos, se marchan, se besan, y se dicen el adiós en una esquina.
Texto con Derechos Reservados en Wattpad y SafeCreative. 2016.
Música sólo de acompañamiento: Yiruma.
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En tus ojos, Dios y Buenos Aires
RomanceBreve relato sobre dos enamorados en Buenos Aires.