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No me era necesario mirarte a los ojos para saber lo que creías saber.

No hacía falta terminar la charla de suspiros.

El café se había enfriado, y no me apetecía contar estrellas esa noche.

De todas formas, te seguí hacia la luna.




de caricias y migrañas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora