Capítulo 1

481 43 2
                                    


Cuando vives en tu pequeña burbuja, no puedes ver cuán cruel es el mundo de afuera. La verdad, es aterrador. Con el miedo siempre palpitando en mi interior, comencé a vivir.

Salí de mi casa a los veinte años, con un título en danza clásica y un poco de voluntad para ser independiente. Mis padres me despidieron con un sobre lleno de dinero, ahorros que habían guardado para ese fin, y unos ojos húmedos con lágrimas que se rehusaban a salir.

Renté un departamento cercano al estudio de danza donde tendría mi primera audición. Aterrado como estaba, era lógico que no me aceptaran esa vez. Pero, seguí intentando, dos, tres, cuatro veces más. La quinta fue la buena. Me uní a la compañía de danza y comencé mis ensayos enseguida. En dos meses, ya había superado mi timidez, incluso tenía un par de amigos. Todo iba viento en popa, mientras preparábamos una coreografía para un video musical. No mentiré, era un mundo nuevo para mí, a pesar de que había estudiado danza en todas sus corrientes, los pasos urbanos no eran lo mío, pero lo intenté.

-¡Muchachos, vengan aquí! -nos llamó el director, con todo serio, después de un ensayo-. Mañana será un gran día. Estoy muy satisfecho con este equipo que hemos formado. Por favor, den lo mejor. Si todo va bien, seis de ustedes serán elegidos para salir de gira con el artista en cuestión. Eso sería un enorme apoyo para nuestra compañía, nos daría mucha proyección en el medio. Así que, espero que todos ustedes se esfuercen al máximo.

Aplaudimos y nos disipamos a lo largo y ancho del salón para recoger nuestras cosas e irnos a casa.

-¡Xiumin! -escuché mi nombre y giré la cabeza. El director se acercaba a mí con la misma expresión ecuánime. Puso una mano sobre mi hombro derecho y me habló por lo bajo-. Espero lo mejor de ti mañana, ¿está bien? Sé que te ha costado un poco adaptarte a este estilo, pero lo has hecho muy bien. Si te esfuerzas más, seguro lograrás más de lo que imaginas.

Sonreí y asentí.

Como era de esperarse, aquella noche me costó quedarme dormido. Eran casi las tres de la mañana cuando mis ojos decidieron cerrarse.

A la mañana siguiente, revisé mi mochila tres veces antes de salir, quería estar seguro de que llevaba lo necesario. Ensayé frente al espejo los pasos que más me había costado aprender. Tomé un poco de juego y comí algo de fruta. Dejé mi pequeño apartamento y tomé el autobús. Mientras miraba a la gente en la calle, a través de la ventanilla, me sentí un poco orgulloso de mí mismo. Había dejado atrás a ese muchacho temeroso que había controlado mi existencia por tanto tiempo. Ahora me había convertido en un hombre independiente. Suspiré, luego mordí mi labio para no reír a carcajadas en el autobús. ¿A quién trataba de engañar? El chico asustado todavía estaba dentro de mí, dormido en algún lugar de mi inconsciencia.

Como era de esperarse, había mucha gente entrando y saliendo del pequeño edificio. Por suerte, encontré a un par de compañeros en la entrada, y juntos llegamos hasta el estudio, donde grabarían el video musical. Ese día, me tocaron muchas manos. Los vestuaristas me quitaban y me ponían diferentes atuendos. La maquillista delineaba mis ojos, que lloraban al no estar acostumbrados. El estilista arreglaba mi cabello, jalándolo un par de veces. Me sentí un poco ultrajado. Por un momento, imaginé cómo sería ir de gira y pasar por todo aquello casi todos los días.

-¡Listos! -gritó una voz, cuya procedencia no pude localizar.

Imitando a mis compañeros, corrí hasta el set y tomé mi posición, como lo indicaba un hombre mayor, con la cabeza llena de canas, seguramente el director. Nos quedamos inmóviles, escuchando cómo el silencio caía sobre el lugar.

-¡Estamos listos, que entre nuestra estrella, por favor!

Esa fue la primera vez que lo vi. Entró por detrás del set, ataviado con un abrigo negro y tenis de marca. Su cabello estilizado caía sobre su frente, cubriendo un poco sus ojos grandes. Caminaba despacio, sonriendo. Saludó a todos cortésmente. En un momento, nuestras miradas se cruzaron, mientas me dedicaba una reverencia. Supongo que ese fue el momento en el que mi pequeña burbuja se reventó.

En la siguiente hora, me equivoqué tres veces. Sabía la rutina de principio a fin, sentía el ritmo de la canción, pero no era suficiente. Por algún motivo, no podía concentrarme, mis ojos seguían mirando a la estrella, que parecía brillar cada vez con más intensidad. La quiero, es mía.

-Por favor, prometo hacerlo bien esta vez -le supliqué al director, que me miraba casi con odio.

Mis compañeros me animaban, y la estrella me miraba con desdén. No podía soportarlo.

-Bien, es tu última oportunidad. ¡Acción! -gritó el hombre, y la música comenzó a sonar.

Di lo mejor de mí. Seguí la coreografía a la perfección. En mi afán de impresionar a la estrella, me salió mejor que lo que yo mismo esperaba.

-¡Corte! ¡Bien, se queda la escena! ¡Muchas gracias por su trabajo!

El director se concentró en los monitores, y todos a mi alrededor comenzaron a dispersarse, como hormigas asustadas.

-Lo hiciste bien -me dijo la estrella sonriendo, antes de desaparecer detrás del set.

Me quedé allí un par de minutos, procesando todo aquello. Las palabras de la estrella resonaban en mis oídos, mis labio se contrajeron en una sonrisa.

La mañana siguiente, el teléfono me despertó con su insistente timbre. La voz del otro lado era estoica, no me gustó cómo pronunció mi nombre. Sin embargo, la noticia que me daba me hacía feliz. Me iría de gira dentro de una semana.

Mi estrella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora