Sólo recuerdo sensaciones, sus miradas y mis sentimientos. Como una película grabada solamente en close ups. Sus manos cálidas tocándome en lugares donde ni siquiera el sol me había tocado antes. Imaginé que así se sentiría si el sol me acariciara, suave y tibio. Sus labios, ¡Oh!, ¡qué increíblemente deliciosos eran sus labios! Húmedos, tiernos, pero decididos también. Mi estrella brilló con toda su intensidad esa noche, sobre mi cama, la cama de un insignificante bailarín. Recuerdo el dulce olor de su sexo, el calor que explotó dentro de mí al tenerlo dentro de mi boca, entre mis manos. Su sudor, el delicado dolor de mi primera vez. Los gemidos musicales que producía a causa del placer, de ese placer que yo le daba. No me podía sentir más satisfecho, yo hacía brillar a mi estrella, con mis manos, con mi piel. Beso tras beso, perdí el temor.
La vibración de su celular interrumpió nuestra pequeña sesión de besos después del sexo.
—Dame un minuto... no te muevas de aquí —susurró mientras me besaba rápidamente, antes de levantarse a buscar su teléfono.
Pude escuchar la voz alterada de su manager al otro lado de la bocina.
—¡Chanyeol! ¿Dónde diablos estás? Mañana temprano tienes una firma de autógrafos en la plaza... —dejé de escuchar, porque mi estrella comenzó a hablar alto, exigiendo que lo dejaran en paz.
Colgó el teléfono, lo tiró cerca de sus pantalones, que yacían en el suelo junto a mí cama, y se apresuró a recostarse junto a mí.
—Sólo hay una cosa que me interesa firmar ahora —dijo. Su mirada traviesa me advirtió sobre sus intenciones.
A partir de aquella noche, mi estrella y yo nos seguimos encontrando hasta que la gira terminó. Sabía que el sueño no duraría mucho, y no volvió a contactarme después de eso.
Comencé a enfrentar al mundo de manera diferente. Aquella experiencia me cambió, todo comenzó a salir mejor. Aunque el amor que palpitaba en mi pecho, me mataba de tristeza, intenté vivir con valentía, poniendo siempre lo mejor de mí.
Un año después, cuando abrí la puerta de mi departamento, para irme al ensayo. Me topé con la estrella, estaba de pie, a punto de tocar. Mi corazón enloqueció. Seguía siendo hermoso, su sonrisa deslumbrante borró mi memoria.
—Lamento haber tardado tanto. El trabajo es importante, el placer puede esperar un po...
No lo dejé terminar, me abalancé sobre él para robarle un beso. Sus brazos me rodearon y el mundo dejó de existir.
—No voy a dejarte otra vez —prometió entre besos.
Mientras nuestra ropa caía sobre el suelo, mi corazón y el suyo, susurraron un te amo.