Mi propiedad: Parte 2

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-Dada nuestra situación en este momento, ninguno de los dos deberá salir al exterior.
-No me esforzaré en preguntar porque sé que lo tienes todo organizado, ¿verdad?
-Así es.
-¿Y qué vamos a hacer? -Se cruza de brazos.
-No lo sé, pero debemos esperar a que Yaga... Kira haya sido atrapado.
-¿Cómo es ese Kira? -Esa pregunta retumba en mí, haciéndome sentir una absurda pero muy dolorosa punzada de celos.
-¿De verdad te importa?
-Es normal que quiera saberlo, ¿no? Ha intentado matarte, Lawliet.
-Pero eso no justifica tu respuesta...
-Eso sí que no me importa...
Se hizo el silencio durante más de cinco minutos; hasta que retoma la conversación:
-Cuando todo esto haya acabado, quiero... -No parece encontrar las palabras para terminar la frase-. Bueno, te lo diré cundo sea el momento.
─Como quieras...

No nos hemos dirigido la palabra en todo el día. Hasta que cayó la noche, y alguien tenía que preparar la cena. Prefiero hacerlo yo, me relaja: es de las pocas cosas que desconozco el porqué.
-¿Qué vas a preparar? -pregunta.
-Lo que quieras tú.
-¿En serio, Lawliet?
-Procura evitar pronunciar el 90% de mi nombre, ¿quieres?
-¿Por qué? Ah... Mataría a ese Kira si lo tuviera en frente...
-Tampoco pronuncies el suyo... Además, al hacerlo serías como él.
-¡Estoy harta de tus paranoias! ¿No te das cuenta? Estás muerto para el resto del mundo.
-Dime que eso no es verdad...
-¿Por qué iba a mentirte a ti, L-Lawliet?
-Tú eres mi mundo... Y yo no puedo cambiarlo...
-Cambiaste el mundo al resolver aquellos casos que fueron dados por perdidos. ¿No crees ser capaz de cambiarme a mí si fuera necesario?
-¿Llegará el día en que lo sea? -Le tomo de la muñeca.
-Claro que no, Lawliet. Pero... si hay algo en mí que quieras cambiar, puedes hacerlo.

El poco espacio que disponemos para dejar a relucir nuestros instintos más primitivos no va a suponer un problema para ello. Lo sé.
Carezco de la experiencia necesaria para complacerla. Sin embargo, una vez más, es hora de aplicar los conocimientos extraídos de libros que he ido leyendo a lo largo de estos años en secreto.
Deslizo mis gélidos dedos desde su columna cervical hacia la lumbar. El nerviosismo que ella inspira me provoca una mayor satisfacción al realizar mis acciones que, dentro de mí, esperaba ejecutar a la perfección. Las manos que recorren cada centímetro de su cuerpo escultural están ardiendo, como las suyas.
Me envuelve entre sus piernas, las cuales hacen honor a la perfección que caracteriza todo su ser. Acto seguido roza sus labios con los míos. Es indudable que aquellos nervios anteriores han desaparecido por completo.
-Oye... -digo.
-Dime... -consigue responder entre pequeños suspiros.
-No hay nada que cambiar... por el momento.

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