Introducción

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4 años se pasan increíblemente rápido y es increíble lo mucho que puede cambiar y aprender una persona en ese tiempo. Pareciese que fue ayer cuando en el internet se libraba una cruenta y patética batalla entre ateos y creyentes, batalla que con el tiempo se fue enfriando sin ningún ganador aparente, no obstante, dicha batalla introdujo un tema a discusión que trastornó el mundo del internet (y por tanto el mundo real) de lo que serían los próximos y vertiginosos años.

Cuando inicié este pequeño libro (2017), tal disputa estaba ya en sus últimos años, pronto aparecerían temas de discusión más interesantes y prácticos dentro de la mesa de discusión pública, tales como el feminismo, el aborto, la discriminación de razas y todo tipo de divisiones ideológicas que invaden el internet.

Dichas disputas, aunque prevaleciendo sobre el tema que atañe a este escrito, tienen ciertas implicaciones que los partidarios asumen a la hora de comenzar un "debate" (nótense las comillas), pues no en pocas ocasiones he visto frases como "Saquen sus rosarios de nuestros ovarios" o "De seguro tu pastor te lo dijo" que denotan un claro sentido de superioridad por parte de algunos (no todos) ateos.

No escribo este texto, sin embargo, para que los cristianos tengan el mismo sentir orgulloso, sino que, con humildad y sin pretender esa gloria intrascendente de ganar una discusión por internet, puedan dar razones de su fe, como dicta el ya clásico 1 Pedro 3:15.

Es importante destacar que no pretendo dar aquí ningún argumento nuevo, sino una recopilación de los argumentos y respuestas que, en mi caminar como cristiano, he encontrado tanto fuera como dentro de la Biblia.

Finalmente tengo un par de cosas que decirles a mis amigxs atexs y critianos/as, la primera es hacia los últimos, a mis hermanos en Cristo le hago una exhortación a investigar más allá de su zona de confort, a Dios se le conoce en la iglesia, pero también en el laboratorio, la palabra de Dios está contenida en la biblia, sí, y ella es nuestra máxima autoridad, sí, pero reflexionemos un momento, si el rey David, con su precario conocimiento de la obra natural de Dios escribió alabanzas maravillosas al mismo contenidas en los salmos ¿Cuánto más no alabaremos al Dios eterno después de sumergirnos en las bellezas del misterioso mundo cuántico, en las sorprendentes respuestas de la cosmología o en el maravilloso diseño del mundo químico o biológico? Una vez se hayan nutrido de beber del agua viva y de comer del pan de vida, coman un poco del postre del mundo científico y éste les hará exclamar lo que un santo escribió en aquel viejo cántico que clama asombrado:"¡Cuan grande es Él!". Esto lo digo porque, aunque nuestra fe no es cosa de ignorantes, hay muchos ignorantes en l a iglesia que sí la tienen.

Para terminar con ustedes, hermanos, sírvanse de recordar que no está en ustedes convencer al amigo ateo de que crea en Cristo, sino que el único responsable de convencer de pecado y de llamar al arrepentimiento es el Espíritu Santo.

En cuanto a mis amixs atexs y agnóticxs, debo felicitarle por interesarse más en lo que opina "el bando contrario" y no sólo en lo que se dice en el propio (nótese que cuando hablo de bandos lo hago con cierta mofa, esto no es asunto de tomar un bando como infantilmente se cree, no, el tema es más complejo que eso). Debo incitarles a ustedes también a abrir un poco su mente, a prestar mucha atención y a no temer hacer preguntas, pues en aquel pasaje de los evangelios en el que Juan el Bautista (quien vaya que tenía razones para duadar en ese momento como seguramente muchos de ustedes las tiene) envía mensajeros a preguntar a Jesús su divinidad, Él no les reprende ni les reprocha su incredulidad, sino que, con amor les dice lo mismo que pretendo decirles a ustedes: »Ahora los ciegos pueden ver y los cojos caminan bien. Los leprosos quedan sanos, y los sordos ya pueden oír. Los que estaban muertos han vuelto a la vida, y a los pobres se les anuncia la buena noticia de salvación." *(¿Es eso lo que hacemos ver, hermanos cristianos?).

Para ambos me resta decir que abramos el dialogo ante cualquier tema, que no busquemos ganar discusiones sino aprender y enseñar (ambas cosas con humildad), tengan siempre presente aquella dudosa cita que se le atribuye dudosamente a Lincoln: "¿No estoy venciendo a mi enemigo al hacerlo mi amigo?

*Mateo 11:1-5(TLA)

NOTA: Esta introducción forma parte de la primera reedición del título, la primera versión del 2017 fue destruida, sorry :(

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