Y princesa, me quedó los amargos recuerdos de tu triste partida. Causando pesadillas y alimentando mis demonios.
Hace dos años y medio...
Corro como una desquiciada, con la vista borrosa de lágrimas, empujando personas de mi camino. Pero no me importa, nada me importa. Sólo ella. En estos momentos ella es mi prioridad. Me encuentro desesperada, mi pesadilla se está volviendo realidad. No quiero, no quiero que pase. No debí hacerle caso y alejarme de su lado.
Corro más rápido, mi respiración se encuentra muy acelerada y mi cuerpo grita de cansancio, pero lo ignoro y sigo con mi objetivo. El hospital por fin se encuentra en la mira. Acelero más el paso, me falta poco para llegar.
Por fin estoy en la entrada. Entro con muchos nervios y el paso acelerado, sin querer casi hago caer a una enfermera, pero no la volteo a mirar. Llego a la recepción, mi corazón está a punto de salir.
—¿Dónde se encuentra Michellyn Parker?—Pregunto al borde de colapso. La encargada revisa el registro.
—Piso 3, habitación 325.—Dice mientras me da un ficho.
Se lo arrebato, empiezo a correr otra vez y utilizo las escaleras. No tengo paciencia para esperar el ascensor.
Necesito verla. Tenerla en mis brazos. Saber que está bien. Al minuto llego y en estos momentos estoy afuera de la habitación. Tengo miedo. Temor a verla después de un tiempo. Trato de regular mi respiración, mi cuerpo pide descanso y mi corazón calma.
Con la valentía que saco, me armo de valor y toco la puerta. A los segundos una señora bajita, con lagrimas en sus ojos color verde y nariz roja de tanto llorar, me abre la puerta. La madre. Ella a verme queda sorprendida. No esperaba que estuviera aquí.
—Savannah, ¿qué haces aquí? —Se pone nerviosa por mi presencia.
—Quiero verla.
—No creo que sea lo mejor. —Niego haciéndola a un lado y paso sin su permiso.—¡ Savannah!—Solo la ignoro y ella maldice, para luego salir de la habitación. No quise prestarle atención.
Me acerco donde mi princesa y al verla, jadeo. Está muy pálida, los labios partidos y sus ojos; esos que antes estaban llenos de un brillo especial, ahora están apagados. Está muy delgada, se nota a lenguas sus huesos. Me duele verla así.
Ella a percatarse de mi presencia, lo primero que hace es sonreírme. Me quedo sin respiración, siempre amé su sonrisa. Tan sincera y única.
—Ven aquí, pequeña— Su voz suena cansada. No quita su sonrisa mientras me mira. Me acerco a ella, con esfuerzo hace lugar y me siento a su lado. No dejo de mirarla, me parece irreal. —Te estaba esperando. Sabía que en algún momento te ibas a enterar.
—¿Por qué me lo ocultaron?—Pregunto dolida. Me siento, joder, ni sé como me siento.
—No queríamos arrastrarte conmigo. Apenas tienes 15 años, mi pequeña —Me acaricia la mejilla con tanto cariño. Mi pecho se oprime. Su tacto duele.—Una chica a tu edad debe preocuparse por los estudios, fiestas, chicos y amigos.