La hora del adiós.

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Yuri bajó del avión corriendo. Acababa de regresar a Japón con un único fin, y era como si el cielo lo acompañase en su objetivo, nublándose con oscuras nubes de tormenta. Había intentado dormir durante el viaje, no obstante, fue incapaz. Viktor ocupaba todos sus pensamientos y le impedía dejar en blanco su mente aunque fueran tan solo unos pocos minutos. Estuvo esperando su llamada todo el día, ansiando recibir buenas noticias de un Viktor lleno de energía. Se había aferrado a la idea de que Makkachin sobreviviría. Sin embargo, supo nada más oír aquella voz rota con la que el ruso lo llamó por su nombre cuando descolgó el teléfono que las noticias serían malas. Makkachin había muerto.

Yuri salió corriendo del aeropuerto. Tenía que llegar a su casa tan de prisa como pudiese. No obstante, en cuanto cruzó la puerta de salida, chocó con Viktor. El mayor tenía el rostro triste. Sus ojos mostraban ojeras bajo ellos y se encontraban enrojecidos. El japonés debía tener un aspecto similar al suyo. La muerte de Makkachin los había destrozado a los dos, y sobre todo a su dueño, que lo quería como a su propio hijo. Sin decir nada ni saludarse, se abrazaron con fuerza. Yuri notó cómo Viktor enterraba el rostro en su cabello e intentaba no romper a llorar de nuevo. A saber cuánto había llorado ya.

  -No pasa nada. -Le dijo el menor-. Podrás superarlo. Sé que podrás.

  -¿Cómo? Es como si ya nada tuviera sentido para mí, por muy estúpido que pueda llegar a sonar.

  -No es estúpido, y si alguien lo piensa, pues se equivoca. Lo querías, y lo entiendo perfectamente. Pero, por favor, no dejes que su pérdida pueda contigo, Viktor.

  -Yuri...

Entonces, el ruso ya no aguantó durante más tiempo sus ganas de llorar.

~~~

Todos se habían marchado ya. Bajo un paraguas, Viktor y Yuri observaban con los ojos llenos de lágrimas la tumba en la que ahora reposaba Makkachin. El sonido de las gotas de lluvia golpeando todo aquello que se pusiese en su camino se mezclaba con el de los llantos de los dos patinadores. El del japonés, quizá, en menor medida, apetrando una de las manos enguantadas del ruso - entrelazadas alrededor del mango del paraguas- mientras este último se cubría el rostro empapado con la otra, humedeciendo con ello el guante de cuero.

Poco a poco, el torrente de agua que caía del cielo comenzó a desaparecer. El dulce sonido de los pájaros empezó a escucharse, casi como una burla. Yuri cerró el paraguas y lo dejó en el suelo, procurando posarlo sobre una superficie que no estuviera embarrada ni encharcada. Entonces, miró a Viktor. Ahora se cubría la cara con ambas manos. El corazón se le partió en mil pedazos al verlo de esa forma. Él, la persona que siempre había admirado, un hombre fuerte que todavía hoy se alzaba con el título de mejor patinador de todo el mundo. Jamás pensó que lo vería tan destrozado. Agachó la cabeza y, cuando notó que los lloros amainaban, habló.

  -Viktor... ¿Qué vas... Qué vas a hacer ahora? ¿Regresarás a Rusia?

El mayor se secó un poco las lágrimas. Yuri lo vio solo un segundo, apartó los ojos de él en seguida, pero pudo apreciar sus globos oculares más rojos que antes.

  -¿Por qué dices eso?

Incluso en esa situación, su voz sonaba fuerte.

  -Si no hubieras venido a Japón, Makkachin no... -Los brazos del ruso lo rodearon-. ¿Viktor?

  -Tú no tienes la culpa, y no quiero por nada del mundo que pienses que la tienes. Seguiré entrenándote pase lo que pase, ¿de acuerdo?

  -Viktor... lo siento...

  -No tienes nada por lo que pedirme perdón. Necesito llorar, incluso ahora lo necesito, pero creo que he agotado todas mis lágrimas. Nada más.

  -¿Por qué incluso cuando debería apoyarte eres tú el más fuerte?

  -Has sido muy fuerte Yuri. Y estoy absolutamente seguro que, desde donde esté, Makkachin me da la razón y te pide que cuides de mí.

  -Eres tú quien cuida de mí, no yo de ti.

  -Es posible que a partir de este momento, requiera más de tus cuidados y atención. Yo... no soy tan fuerte como piensas. Ahora mismo, creo que puedo romperme con cualquier cosa.

  -Viktor... Estaré a tu lado. Estaré contigo, te lo prometo. Superarás esto. Lo superaremos juntos.

  -Yuri, te quiero.

  -Yo también te quiero, Viktor.

Y con un arcoíris proyectado en el soleado cielo que había dejado atrás todas las nubes tormentosas, ambos patinadores compartieron un beso que guardaba la promesa que acababan de hacerse. Era la hora de decir adiós al querido Makkachin, sí, pero no era el final.

La hora del adiós [Victuri/Vikturi one-shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora