Capítulo 3

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Me dolía bastante la cabeza.

Llevé mi mano a mi sien para poder sobarla y aliviar la maldita punzada.

-Con calma.- Me dijo una voz que desconocí. Abrí los ojos y al lado mío, un hombre de bata, lo más probable el doctor, se apresuraba a examinar mi rostro. Me apuntó con una linterna a los ojos y la movió. Pareció satisfecho, porque se apartó y comenzó a hacerme preguntas.

-Nombre.

-Melissa.

-Bien, Melissa, ¿Me puedes decir dónde estamos?- Miré la estancia.

-Supongo que en un hospital.

-¿Recuerdas lo que pasó?- Hice un poco de memoria.

-Estaba... Iba en el auto.- No le iba a decir que iba sin cinturón ni que me había agachado a recoger el móvil.

-¿Algo más?- Negué con la cabeza. O al menos lo intenté. Recién ahí me di cuenta de que tenía un cuello ortopédico, limitando mis movimientos, junto a algo parecido a un yeso en mi mano izquierda.

Menos mal, pensé. Al menos podía seguir escribiendo y firmando papeles, ya que era diestra y no zurda.

-¿Qué... qué tan mal estoy?

-Lo suficiente como para que tomes un mes de licencia. 

¿Qué?

-No... No debe ser tanto.- Intenté sentarme, para demostrar que no estaba tan convaleciente como parecía, pero el doctor me detuvo suavemente tocando mi antebrazo y haciendo un gesto con una intención clara: No te muevas.- ¿Cuánto tiempo ha pasado?

-El accidente fue ayer.

-Por Dios... No.- Me lamenté. La reunión con el señor Tobascio, la reunión de esta mañana, las acciones, el movimiento en la bolsa de valores, la cena en la mansión de los Rowarts, la sesión en la peluquería. ¡Dios! Iba a tener que hacer horas extra si quería reponer el tiempo perdido.

-La verdad es que te has golpeado bastante fuerte. Tienes muchos hematomas en el rostro y cuerpo, disociación en el brazo izquierdo, como ya habrás notado y un esguince cervical. Ah, y tu coche quedó bastante mal, por no decir que el motor murió con el impacto.- Dijo con una sonrisa, anotando algo en lo que parecía ser una agenda de notas. Volvió a chequear mis ojos, me dio un mini vaso con al menos cinco píldoras que me tuve que tomar y se dirigió a la puerta, asegurándome que volvería en unos minutos con un equipo médico.

-Doctor.- Lo llamé antes de que alcanzara a cerrar. Se volteó y me prestó toda su atención.- ¿Sería mucha molestia que me entregara mi cartera? Debo hacer algunas llamadas.- De pronto recordé el taxi.- Y si me pudiera decir cómo está el conductor del taxi, se lo agradecería mucho.- Dije recordando vagamente a alguien sacándome del auto. Si era el taxista, debía agradecerle.

-La verdad es que iban tres personas en el coche.- Lo que para mi, se traducía a pagar indemnizaciones.- Pero ya se les hicieron los chequeos correspondientes, y además de uno que otro hematoma y pequeño corte, no pasó a mayores. Lamento informarte que fuiste la más perjudicada.- Me respondió con una sonrisa de... ¿Compasión? Por favor, no.- Y con respcto a tu bolso... Creo que lo tiene uno de los hombres, no estoy seguro,- De nuevo, ¿Qué? ¿Por qué?- de todas formas no está permitido hablar por teléfono en este lugar. Encargados del hospital se hacen cargo de avisar a familiares.

¿Cómo le explicaba que la cosa no era tan sencilla con mi familia?

-Me gustaría avisarles por mi boca, para que no se preocupen. Ya sabe, las madres.- Hice un gesto vago con la mano. Qué hubiese dado yo porque mi madre pudiera preocuparse, o al menos saber de mi situación.

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