Capítulo 5

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Desperté sin poderme creer que haya dormido toda la tarde, pasando de largo durante la noche y despertado recién al día siguiente. Era inaudito. ¿Desde cuándo era capaz de dormir tanto? O mejor dicho, ¿Desde cuándo me permitía dormir tanto a mi misma?

Cosas como esas eran las que había dejado de hacer cuando abandoné mi casa, con la escasa edad de 18 años. En ese lugar podía dormir todo el día si quería, y nadie se preocuparía por algo, por si comía, me aseaba, o siquiera cubría mis necesidades básicas. Hasta cierto punto lo entendía, mi madre se tenía que hacer cargo de mis cuatro hermanos pequeños. 

Éramos una familia numerosa, y a eso debía sumarle que vivíamos con mis abuelos, pues no teníamos dinero suficiente para mandarlos a un asilo. De todas formas, ellos fueron como mis padres, y no fue hasta que ambos murieron, que me decliné por escuchar las palabras sabias de la abuela. Decidí hacer algo útil por mi vida y estudiar una carrera universitaria. Lo que tengo ahora se lo debo a ellos, y no iba a defraudarlos. 

Me había esmerado muchos años en ser la mejor en todo, sacrificando mi vida familiar, la cual, muy en el fondo de mi corazón y de mi mente, sabía, no existía. Mis hermanos eran hijos de la segunda pareja de mi madre, y según ella, mi padre era un borracho, así que era casi la hija que nunca quiso. Y se notaba.

No obstante, le enviaba mensualmente una pensión para los pequeños, ellos no tenían la culpa de nada, y aunque sabía que ellos no me querían mucho, yo sí los apreciaba, y pese a lo que todos creían, me gustaban los niños. Aunque no los había visto hace mucho tiempo, casi cuatro años, ya que yo vivía en otra parte del país, demasiado lejos, y tampoco me nacía ir a visitarlos en fechas importante, no por ellos, sino por ella. Suponía que habían dejado de ser niños. Calculaba que Daniel, el mayor, ya tendía unos diecinueve, veinte años, mas o menos.

¿Pero qué culpa tenía yo de no haber sido planeada? ¿Cuál fue mi responsabilidad de que aquella noche ella no se haya protegido, ni tomado medidas de seguridad? No tenía culpas. 

Por muchos años no había comprendido su mirada de resentimiento, me culpaba a mi misma, diciéndome que no era suficiente, hasta que la escuché conversar con su pareja sobre mi padre, y sobre mi. Ese día, o más bien noche, corroboré que no había sido deseada, ni planificada, y por ende, era sólo una responsabilidad con la que cargaría el resto de su vida, pues era lo suficientemente cobarde como para abandonarme en la puerta de un hogar de menores o un orfanato. De todas formas le alivié la carga cuando le dije que me iría a estudiar fuera de la ciudad. Bien lejos de ella.

Al comienzo se rió, se burló de mi. También lo comprendía, porque ella me había visto echada todo el día en mi cama, no presentar buenas calificaciones en la escuela, ni esforzarme por algo. No me creyó hasta que le mostré el papel que confirmaba mi matrícula. Le dije que no se preocupara por dinero para mi, pues me encargaría de buscar trabajo por mi cuenta, así que fue una ayuda más: Era una boca no deseada menos que alimentar.

Volví al presente cuando abrieron la puerta de la habitación: Era el doctor.

Alcé una ceja desafiante, pues miró todos los implementos que me habían traído mis secretarias con cara seria.

-Si la montaña no viene a Mahoma...

-Mahoma va a la montaña- Terminé su frase con una sonrisa de medio lado.- Me he sentido bien. ¿Cree que podríamos adelantar el alta médica?

-Debo hacerte unos chequeos, no quiero que corramos riesgos.- Se acercó a mi cama, dejando una libreta a los pies.- ¿Tu secretaria no vino esta vez?

-Debe estar cerca, le dije que reprogramara mis reuniones y me deben rendir cuenta de los movimientos de la bolsa, con respecto a mis acciones.

Con una linterna inspeccionó mis ojos, para luego anotar algo en la libreta.

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