Y allí estaba ella,una vez más con lágrimas en los ojos y con el mismo el libro en su corazón. Lo mantenía muy cerca, como si quisiera metérselo adentro del pecho. No había tocado su té, nunca lo hacía antes de leer, había yo perdido ya la cuenta de cuantas veces había sido testigo de esta misma escena, pero me seguía pareciendo tan extraordinaria como la primera vez que la vi, con sus ojos rebosando sueños, sus labios apretados y sus piernas cruzadas siempre en la misma posición. Ella me parecía extraordinaria, como de otro planeta, como un estornudo con los ojos abiertos, como unos dedos sin uñas, como unas fresas en un mercado callejero, como el primer llanto de un bebé. Yo para ella no era más que una persona corriente, un mesero más, un paraguas mojado, un shampoo de hotel, unas botas rotas, un par de notas musicales. ! Yo para ella era un par de notas musicales!¿se imaginan? Ella para mi era una orquesta completa, es más, ella para mí era esa corriente que sientes en tu codo cuando lo golpeas contra algo, ella era ese olor a pastel casero, ese sabor a canela, esa textura de miel. Pastel, canela y miel. Pastel, canela y miel. Pastel, canela y miel. No había manera de que cuando ella entraba por el umbral de una puerta la gente no pensara pastel, canela y miel. Ella era extraordinaria.