Capítulo 1

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Verano de 1987.

Nora.

Pasé mis dedos otra vez por mi pelo. Estaba muy nerviosa y no era para menos. Hoy conocería a los otros niños del pueblo con los que iría al cole cuando terminara el verano. Tenía ganas de conocerlos y hacer nuevos amigos. Mis padres y yo nos habíamos mudado hace dos semanas. Yo echaba de menos a mis amigos, pero mamá decía que haría amigos enseguida. Mis padres pensaron que sería buena idea ir a un campamento de verano donde todos los niños del pueblo iban.

Agarré la mano de mi papá cuando entramos por el sendero del campamento y comenzamos a ver a niños corriendo de un lado a otro. Mi papá se rió.

—Todo va a ir bien, calabacita.

—Papi— le regañé, como siempre. Me daba vergüenza que papá me llamara así en público.

—Allí está la Hermana Remedios— dijo mi mamá.

La hermana Remedios era la monja que se encargaba del campamento. No era muy mayor como las monjas que me asustaban en mi antiguo cole. Mi mamá decía que todo el mundo decía que era buena y muy cariñosa con los niños y le gustaba reunir a los niños del pueblo para hacer actividades durante todo el año. Al lado de la monja había una mujer rubia hablando con ella y, en las piernas de esa mujer, pude ver unos brazos abrazados. Mis papás empezaron a hablar con la monja pero yo intenté ver quién se escondía detrás de la mujer. Aprovechando que papá me cogía de la mano, me dejé caer hacia un lado para ver quién se escondía detrás de la mujer. Apenas pude ver una melena rubia antes de que su dueña se escondiera más para no ser vista.

—Nora, mira, ella es la Hermana Remedios, será la encargada de cuidaros a ti y a Abril estas dos semanas— ¿Abril?

La monja me tendió la mano y yo le extendí la mía con miedo. Aún no confiaba en que la monja fuera buena, como mamá decía.

—Encantada de conocerte Nora, llámame Remi- me dijo con una sonrisa. No parecía mala, todo lo contrario, parecía dulce y transmitía mucha tranquilidad y esto me hizo sonreír- déjame que te presente a la pequeña Abril. Abril, cariño, no seas tímida.

Me abracé a la pierna de mi padre.

—No seas tímida, calabacita— mi padre se rió y me acarició la cabeza.

Entonces fue cuando escuché la bonita risa de la niña de los cabellos rubios. Yo miré a mi papá con el ceño fruncido pero me ignoró y me empujó hacia delante para que me encontrara con esa niña. La mujer rubia hizo lo mismo con la niña haciendo que, por fin, pudiese ver a la niña que se escondía.

Estaba decidida a decirle que no se riera del mote que mi padre me había puesto, pero cuando la tuve frente a frente no pude emitir ni una sola palabra. Me quedé helada. Abril era una niña realmente guapa.  Su pelo rubio le llegaba hasta por debajo de los hombros, tenía los ojos azules más bonitos que jamás había visto y vestía un vestido azul celeste y unas sandalias del mismo color que le hacían parecer un ángel. Aunque lo que más me llamó la atención fue su sonrisa tímida.

—Calabacita— fue lo único que dijo Abril antes de volver a reír. La miré con cara de enfado.

—Me llamo Nora— me crucé de brazos.

—Me gusta más Calabacita— Abril volvió a reírse y yo miré a mi padre para que me defendiera pero nadie nos estaban prestando atención, estaban hablando entre ellos.

—Y tú eres una enana— contraataqué. Abril dejó de reír en cuanto me escuchó y puso cara de enfado.

—Mido casi lo mismo que tú.

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