Capítulo 5

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Actualidad.

Ainara.

Conmigo ves, nunca se sabe
Un día digo que no y otro que sí
Yo soy masoquista
Con mi cuerpo un egoísta
Tú eres
puro, puro chantaje
puro, puro chantaje
Siempre es a tu manera
Yo te quiero aunque no quieras...

Las estrofas de esa canción retumbaban en mi cabeza cuando me desperté al día siguiente. Dios como me duele...

Estaba en mi cama, con la ropa de la noche anterior puesta, solo me había quitado los tacones. Me intenté mover poco a poco ya que parecía que dentro de mi cabeza tenía un martillo hidráulico que no paraba de perforar.
¿Por qué había bebido tanto? El cóctel que pedí tenía la culpa, estaba tan dulce que perdí la cuenta de las copas que me tomé.

Me levanté como pude de la cama y fui dando tumbos hasta el baño. Me subí el vestido y me senté para hacer pis. Cuando ya había empezado a hacerlo me di cuenta de un detalle. ¿Dónde estaban mis bragas? Oh, joder...

Por mucho que intentaba concentrarme y recordar qué cojones había pasado anoche no lo conseguía, apenas me venía a la mente imágenes de cuando iba con Antea camino al bar y de la chica rubia con la que estuve hablando por un buen rato, incluso creo que bailé un rato con ella. ¡Mierda, mi cabeza iba a estallar!

Volví a mi habitación y empecé a buscar mi bolso. Después de casi cinco minutos buscandolo gracias a mi lentitud por la resaca, lo encontré bajo la cama. Mi cartera estaba allí al igual que mi móvil. Revisé Whatsapp y no había escrito nada a nadie en toda la noche, tampoco había nada en Facebook ni en Twitter así que me había librado de hacer el ridículo. Por último revisé mi galeria de imagenes y ahí fue donde encontré algo nuevo. Había cuatro fotos de la noche anterior en las que salía con la chica que conocí. En las cuatro salía abrazando a Fernanda, creo que era su nombre, y en una de ellas salía dándole un beso en la mejilla mientras que ella sonreía.
Me quedé mirándola unos segundos, la chica era bastante guapa, aunque no me gustara su pelo corto y su estilo un poco masculino tenía que aceptar que era muy atractiva. No me acuerdo de lo que hablé con ella exactamente pero creo recordar que fue encantadora.

Estuve un rato tirada en la cama. No quería bajar, no podría soportar que mis padres empezaran a gritarme y a regañarme por haberme ido sin avisarles, mi cabeza explotaría antes de que terminaran.
Al final no me quedó más remedio que bajar, tenía hambre y debía tomarme algo para el dolor. Me quité el vestido y me puse unos leggins y una sudadera y salí de la habitación.

Bajé todo lo lento que pude las escaleras, en parte porque por cada escalón que bajaba mi cabeza retumbaba y en parte porque no quería que mis padres me escucharan para, si era posible, no encontrarmelos.
No sirvió de nada ya que mi madre estaba sentada en la mesa de la cocina mirando por la ventana.

- Buenos días- dije después de dudar unos segundos entre volver a mi cuarto o seguir.

- Son tardes, más bien.

Miré el reloj de la cocina y eran ya las tres de la tarde. Nunca había estado tanto rato en la cama después de una noche de fiesta. Claro que nunca había pillado semejante cogorza.
Cuando bajé la vista del reloj y miré a mi madre pude ver la mala cara que tenía. Sus ojos estaban rojos y su cara estaba hinchada como si se hubiera pasado toda la noche llorando. Ella miró hacia la mesa y apoyó su cabeza en una de sus manos masajeandose la frente con sus dedos.

Yo empecé a buscar algo que comer y al girarme hacia el frigorífico pude ver, en la pared de al lado donde estaba la papelera, tres botellas de vino vacías.

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