Capítulo 44

796 65 3
                                    

Después de un largo día, llegué al que pronto sería mi antiguo departamento y descargué la canción que quería tocarle a Miranda para su cumpleaños. Mientras esperaba a Tony, me aprendí la letra y seguí guardando algunas cosas que aún no había llevado a la casa de Aaron.

Rápidamente me aburrí de guardar cosa tras cosa así que tomé un descanso. Decidí seguir trabajando en mi proyecto y, justo cuando el reloj marcaba las ocho, mi teléfono comenzó´ a sonar.

Al atender, escuché la voz de Tony del otro lado del celular, así que tomé las llaves y bajé para abrirle la puerta. ¿De dónde había sacado mi número? ¿Por qué siempre tan puntual?

-Llegas siempre tan puntual, Perry – comenté mientras entrábamos a mi departamento. Sonrió tímidamente.

-¿Para qué querías que viniera?

-Bueno, verás, Miranda cumple años en unos días y nunca pude agradecerle todo lo que hizo por mí, así que quería pedirte ayuda para hacerle un regalo.

-Hay mejores formas de demostrarle todo eso sin la necesidad de un regalo.

-No pretendas ser filosófico ni nada por el estilo, ni siquiera me dejaste terminar. Le cantaré una canción de su banda favorita, tomé algunas clases de canto cuando era pequeña – pareció agradarle la idea a juzgar por la expresión en su rostro.

-Pero ¿en qué puedo ayudarte yo con esto? – cuestionó. Rodeé los ojos, puntal e impaciente.

-¡¿Puedes esperar que termine de hablar?! – levantó las manos, a la defensiva. Mordí mi labio para que una sonrisa no se escapara a mi rosto. – Bueno, como te decía antes de ser brutalmente interrumpida…

-¡Yo no te interrumpí!

-Pues acabas de hacerlo – abrió la boca para reprochar pero cambió de parecer. – Pero no sé tocar ningún instrumento así que quería saber si tú tocarías la guitarra y me ayudarías a hacerle el regalo a Miranda. Estoy segura de que a ti te ayudó tanto como a mí.

Sonrió y fijó sus ojos en mí por unos segundos. Corrí la vista, los ojos de Tony aún me… asustaban, creo que esa sería la palabra correcta.

-Es una muy buena idea, ¿qué canción has elegido? – me levanté del sofá donde estábamos sentados y tomé la letra que esa tarde había imprimido, para luego entregársela. La leyó en silencio y cuando terminó dijo que había hecho una buena elección.

En ese mismo momento comenzamos a practicarla, buscamos los acordes por internet y Tony intentó aprendérselos. Ya se habían hecho las 10 pm cuando decidimos detenernos.

Lo invité a cenar conmigo y, sorprendentemente, aceptó. Pedimos pizza y media hora más tarde ya estábamos comiendo. Charlamos un poco, pero no teníamos muchos temas de los que platicar.

-Oye, ¿tu´ eres mujer cierto? – lo miré a punto de responderle y en su rostro había una pequeña sonrisa de lado así que lo dejé continuar. – Ya hablé esto con Miranda pero ella es siempre tan cursi que supongo que sería mejor hablarlo con alguien más… “objetiva”.

-¿Qué sucede? Realmente no creo poder ayudar mucho si ya Miranda no pudo.

-Tú fuiste mi mejor amiga y creo que nadie más llegó a conocerme tanto pero en estas semanas llegué a conocer una parte de tu nueva vida y creo que tenemos bastante confianza nuevamente como para poder consultarte esto – explicó. Hice un gesto con las manos para que continuara, tanta plática me daba intriga. – La cosa es que… bueno… quiero pedirle matrimonio a Jean.

Por un momento, quedé pasmada ante lo que acababa de soltarme. Pensé bien la respuesta que quería darle pues quería calmarlo, se lo veía realmente nervioso. Di un bocado a la porción de pizza que había en mi plato y entonces respiré hondo.

-Veamos, llevan saliendo desde la secundaria ¿no? Eso lo haría algo así como ocho o nueve años saliendo con la misma persona. Tony, si no se han separado ya nunca lo harán. Yo digo que sí, que se lo pidas – reí ante lo absurda que era esa situación. Me miró confundido y mordí el interior de mi labio antes de añadir algo. – No me mires así, estoy riendo porque esto es extraño. Hace unos días me puse a pensar en cuándo se casarían Miranda y Alex, tú y Jean y encuentro esta situación divertida.

-Supongo que se debe a que siempre pude leer tus pensamientos – comentó mientras reía conmigo. – Bueno, ya es tarde, creo que debería irme.

-De acuerdo – dije levantándome y buscando las llaves de nuevo. Salimos y seguimos el mismo camino que habíamos usado para entrar. Subimos al ascensor mientras Tony me agradecía por haberlo escuchado y ayudado.

-No tienes qué agradecer, Tony – ambos sonreímos. Estábamos a punto de llegar al segundo piso cuando se escuchó un ruido sordo y las luces del elevador se apagaron. Miré para todos lados. Esto tiene que ser una broma.

Él me miró asustado con una pregunta dibujada en los ojos. Me apoyé en la pared y cerré los ojos deseando que esto no estuviera pasando.

-Tony, por favor dime que tienes tu celular contigo.

Un tenue “sí” salió de su boca al mismo tiempo que me lo alcanzaba. Marqué el número de Miranda pero no pude escuchar el tono. Lo alejé de mi oído y lo observé. No tenía señal.

-Bueno, Tony, lamento informarte que estamos atrapados en este penoso ascensor.

Como toda respuesta, se llevó ambas manos al rostro y se lo frotó un poco. Se sentó en el piso, apoyado contra la pared opuesta a donde estaba yo y me miró. Intenté tocar el botón rojo que supuestamente servía para avisar al encargado que el ascensor de había trabado. Esperé que funcionara pero dudaba mucho que así fuera.

Nos quedamos largo rato hundidos en el más aburrido de los silencios. No nos dijimos nada, ni siquiera nos miramos. Estar ahí dentro ya era suficiente; eran casi la una de la mañana y yo me había levantado a las seis, estaba muy cansada. Sin mencionar el frío. Había comenzado el invierno hacía unos días y, cada noche, todo se volvía más fresco de lo normal.

A cada rato revisaba el teléfono pero la señal dentro de esas cuatro paredes nunca era buena. Se rindió, lanzándolo a un costado, y vino a sentarse a mi lado. Lo miré y sonreí, tratando de calmarlo. Me devolvió el gesto, luego cerré los ojos.

-Estás cansada, ¿cierto? – moví la cabeza en señal de afirmación. ¿Cómo nadie notaba que el ascensor se había detenido y había dos personas metidas ahí? Me pregunté diez veces, inútilmente. Para todos en el edificio que el elevador no funcionara era tan normal casi como la necesidad de respirar. - ¿Por qué no duermes?

-Tal vez sea por el hecho de que estamos en un ascensor – murmuré sin cambiar de posición.

-Pues entonces hablemos. Cuéntame algo sobre Aaron o sobre tu vida.

Abrí los ojos, sin entender su pedido. No había mucho más para hacer y era seguro que dormir no era una opción. Por eso opté por contarle algunas cosas. Cada tanto me interrumpía a mí misma para preguntarle algo y que no fuera él quien se quedase dormido.

Durante largo rato hablamos de lo que había pasado durante esos años en que nos habíamos perdido. Me enteré de demasiadas cosas, lo mismo pasó con él. Cada vez que quería hablar, las palabras salían arrastrándose de mis labios. Mientras más tiempo pasaba, más me costaba mantener los ojos abiertos.

No recuerdo cuándo, pero me quedé dormida de repente, dejando sólo a Tony.

Permanently yoursDonde viven las historias. Descúbrelo ahora