Una vez que Tony y yo logramos sacarnos todo ese peso que habíamos tenido encima durante años, nuestra relación mejoró notoriamente. No voy a decir que volvimos a tener la misma que habíamos mantenido a los 16 años pero esta era bastante buena.
Empezó a confiarme más cosas y salíamos, más seguido. Miranda pareció extremadamente feliz de ver los progresos que habíamos hecho y pareció encantada de vernos cooperar para hacerle un regalo. Las cosas con Aaron también iban geniales, incluso me las había arreglado para presentarle a Tony y salir juntos algún día.
Trabajar nunca me pareció más placentero y faltaba apenas un año y poco más para que pudiera terminar la carrera y finalmente dedicarme a lo que me gustaba.
Como se acercaba navidad, a todos nos dieron una semana entera de vacaciones. Supuse que pasaría navidad con Aaron y su familia, mi padre se había ido de viaje con su nueva novia (sí, papá tenía una novia) y yo no tendría con quién pasarlo. Mamá no era una opción.
De todas formas faltaba una semana todavía, ese sería el último día de trabajo por una semana y eso ponía mi humor por las nubes. Miranda, Tony y yo decidimos salir a celebrar.
Llegamos a la casa de Alex, adonde recientemente se había mudado Miranda. Él nos dejó entrar, avisándonos que su novia aún no llegaba. Nos sentamos a conversar en el living mientras Alex iba a buscarla al trabajo.
-__... – me llamó Tony, mientras yo nos servía algo de comer en la cocina. Tomé ambos vasos y los llevé al living, donde él seguía insistiendo con mi nombre.
-¿Qué sucede? – pregunté mientras les pasaba uno a él. Parecía emocionado y nervioso.
-Ya lo hice – fue su única respuesta. Lo fulminé con la mirada, intentando que explicara algo. Me senté a su lado y apreté su mano.
-¿Qué has hecho? – cuestioné nuevamente, sin obtener respuesta. Alcé mi vaso frente a mí, amenazante. – Te juro que si no me explicas te bañaré el agua.
-Tú piensa, ya deberías saber a lo que me refiero – me sacó la lengua y sonrió. Me estaba provocando, sin saber que mi amenaza iba enserio. Debo admitir que no tenía la más pálida idea a qué se refería. Tomé el vaso y empapé al ya advertido Tony. Obtuve un insulto y una mirada de odio de su parte. El que avisa no traiciona.
-¡Le pedí matrimonio a Jean! – soltó, mientras el agua caía por su rostro. Mi expresión debió ser de extremada sorpresa pues una sonrisa mojada se le escapó de los labios.
-¿Qué… qué respondió?
-Dijo que sí.
Inmediatamente salté a él, soltando felicitaciones y besando su rostro. Me quedé tirada sobre él y comencé a preguntarle cosas. Cuándo le había preguntado, cómo había sido su reacción, cuándo se casarían, a quienes invitaría, etc.
-Pues, seguro que a ti no.
-¿Por qué? ¿Yo qué hice? – me quejé. Tomó su pelo mojado como prueba de mis actos.
-Luego de que me vengue de ti tal vez reconsidere la idea de invitarte – lo golpeé levemente, provocando que ambos riéramos. En ese mismo instante, estábamos en un sofá, yo estaba acostada encima de él, con sus brazos a mí alrededor. Dejé caer mi cabeza sobre su pecho, cortando nuestro contacto visual. – Oye…
-¿Qué? - murmuré, cansada.
-¿Recuerdas la última vez que estuvimos así? – sentí una punzada en mi estómago mientras pensaba.
-Tony, deja que el pasado se quede pasado.
-Estuve diez años intentando olvidarlo, déjame recordarlo aunque sea una vez. ¿Lo recuerdas o no?
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Permanently yours
ФанфикEs increíble como el chico más callado del salón puede, de un día para el otro, convertirse en la persona más importante. Resulta también increíble cómo de un día para otro todo se puede ir al demonio.